Escrito por 12:00 am Cultura, Especial

¿Cómo medir a las clases medias?

por Delfino Vargas

Recientemente se ha expandido el interés en el estudio de las clases medias y han proliferado varios comentarios afirmando que en México y otros países de América Latina el porcentaje de población de las clases medias ha aumentado. Incluso han visto de manera optimista que dicho aumento es un factor que ha incidido en el crecimiento económico que ha vivido Latinoamérica en los últimos años. Específicamente se ha afirmado, en general que América Latina se puede caracterizar como “una región de ingresos medios en vías de convertirse en una región de clase media” (Ferreira, Messina, Rigolini, López- Calva, Lugo, & Vakis, 2013:2), y otros afirman, en particular, que “México se ha convertido en una sociedad de clase media que, aunque precaria, se ha transformado en todos sus órdenes” (De la Calle y Rubio, 2010:94). Si damos por ciertas tales afirmaciones entonces deberíamos creer también que la desigualdad y la pobreza han disminuido y que todo apunta a que, en los próximos lustros, México tendrá un desarrollo económico y social sostenido.


Sin embargo, antes de tomar como buenas estas afirmaciones debemos hacer algunas reflexiones sobre varios aspectos para juzgar acerca de la validez de estas afirmaciones. En primer lugar, debemos precisar cuál es la definición de clase media que se está utilizando. En segundo lugar, antes de aceptar las ideas que hemos señalado hay que examinar si los procedimientos empleados para la medición de la clase media cumplen con los estándares de la medición. De esta manera el lector podrá evaluar si en efecto el fenómeno de la ampliación de la clase media es un proceso que ha tenido lugar en la sociedad o si bien es un artefacto, resultado de los métodos que se han empleado para su medición.

Cómo se ha medido

La medición de clase media se puede abordar desde varios enfoques. Uno de éstos es el económico, que suele privilegiar el ingreso como su indicador empírico, dentro del cual se pueden distinguir dos grandes vertientes.

Una primera aproximación es la propuesta por Deaton (1997), quien utiliza umbrales (entre 2 y 13 dólares diarios PPP (I)) que, aplicados a la distribución del ingreso de los hogares, le permite clasificar a la población que formaría parte de la clase media. Una perspectiva parecida es la utilizada por Wolfson (2010), pero se diferencia en que usa la mediana como criterio para definir el umbral.

Un estudio realizado por el Banco Mundial utiliza una medida de polarización para identificar umbrales, encarando de este modo la arbitrariedad que ha imperado en su definición; sostiene que con este procedimiento la medición de clase media queda mejor justificada. Según sus resultados, en México, un 35% de la población se encontraría en la clase media y se habría mantenido constante entre 1992 a 2006 (Cruces y otros, 2011). Otros estudios, en la búsqueda de identificar umbrales de ingreso objetivos, han utilizado el concepto de vulnerabilidad (II) a la pobreza para definir a la clase media. Los resultados a que han llegado desde esta perspectiva nos informan que la clase media mexicana ha crecido desde 30% en el año 2000, hasta 42% en 2009 (López-Calva & Ortiz-Juárez, 2011).

En México el libro más citado, en los últimos tiempos, sobre este tema, intitulado Clasemediero, escrito por Rubio y De la Calle (2010), encara el problema de la identificación de la clase media basándose en la perspectiva de los estudios de mercado. Dichos estudios se basan en mediciones de las características de la vivienda (número de focos, de cuartos, baños con regadera, boiler, estufa de gas, tipos de piso); en la posesión de bienes de consumo (televisores, computadoras, automóviles); en la conectividad-entretenimiento en los hogares (internet, televisión, teléfono); y en nivel educativo de los jefes de hogar. Dichas medidas clasifican a las familias en niveles de bienestar AB, C+, C, C- , D+, D y E. Los problemas aparecen cuando se pretende identificar a los hogares y personas de clase media con base en el enfoque de estudios de mercado, que están orientados básicamente a detectar poder de compra. Dichos medidas utilizan los estratos socioeconómicos y colapsan los niveles AB, C+ y C.

No cabe duda que para los estudiosos de la mercadotecnia estas medidas pueden ser útiles para estimar la capacidad de compra de la población así como para analizar el comportamiento de los consumidores en diferentes estratos socioeconómicos. Hay que insistir que, en los estudios de mercado los niveles socioeconómicos son de consumo, y son útiles para los negocios, ya que su propósito principal es cuantificar la capacidad de compra de la población, pero no miden definitivamente el concepto de clase media (véase Cortés en este mismo número).

El uso de la estadística

La principal dificultad que hemos encontrado en los estudios revisados es que cada autor adopta umbrales diferentes, sin que medie una clara justificación de los criterios que se utilizan para definir a las clases medias por ingreso, y por tanto los resultados varían dependiendo de la definición empleada.

Pero una dificultad mayor es la conceptual. Los estudios que usan el ingreso como indicador de las clases sociales suelen confundir a las clases medias con “clases estadísticas” o bien definir los estratos socioeconómicos como “clases sociales.” El origen de esta confusión radica en que carecen de un fundamento teórico que de soporte a la definición de clases sociales, que vaya más allá de los niveles de consumo alcanzados o bien de la capacidad de compra a que da derecho el ingreso. En la literatura aún no hay consenso en que las mediciones basadas exclusivamente en el ingreso o en su distribución, ya sea en los hogares o las personas, sean buenas aproximaciones para identificar a los sectores medios en nuestras sociedades (Atkinson & Brandolini, 2011).

En general se puede argumentar que “el concepto de clase media es un concepto polisémico y controversial ya que existe una multiplicidad de definiciones y aun dentro de la propia Sociología, disciplina en que el concepto de clase juega un rol central, abundan los debates no sólo sobre cuál de esas definiciones es la ‘correcta’ sino incluso sobre la existencia misma de las clases en los diferentes contextos sociales e históricos” (Benza, 2012: Cap2).

¿Por qué la persistencia de usar el ingreso para definirlas?

Desde la Economía hay una corriente que insiste en que los países de América Latina están creciendo, y que el modelo económico que ha surgido de las reformas estructurales inserto en la globalización ha sido exitoso; se afirma que la industrialización promueve el desarrollo de los pueblos y que una clase media consolidada juega un papel estabilizador en el funcionamiento de la política (De la Calle & Rubio, 2010). Sin embargo, como ya se ha dicho, estas perspectivas no han hecho explícita la teoría que da soporte al concepto clase media y la definición que emplean se queda en el nivel operacional, por lo que los estudios tienden a presentar un sentido instrumentalista. Por tanto, el problema al que nos enfrentamos en México es que el conocimiento que se ha propagado en los medios respecto a la clase media es impreciso y con base en él se extraen una serie de consecuencias económicas, sociales, políticas y culturales que son de dudosa validez y menos aún permiten sostener, con el vigor que se suele imprimir, de que en los últimos años su tamaño relativo ha aumentado o disminuido.

El aspecto multidimensional

La teoría de la medición aplicada a este caso demanda que para medir el tamaño de las clases medias se requiere primeramente definir qué se entiende por tal y luego se debe buscar una definición operativa, es decir, una medición que se pueda aplicar sobre dimensiones observables del concepto. Desde luego la definición debe precisarse dentro de un enfoque teórico específico, donde el concepto tenga un significado claro.

Hay autores que argumentan que, para tener una buena aproximación a las clases medias, además del ingreso se deben incorporar otras dimensiones. Por ejemplo, hábitos de alimentarios, entretenimiento y cultura, educación, ocupación, cuidado de la salud, infraestructura doméstica, redes sociales, entre otros.

Pero la dificultad mayor, en los estudios comparativos internacionales, radica en que las mediciones dependen del contexto de las economías locales: los sistemas sociales interfieren en la medición. Por ello, establecer un método de medición universalmente válido, hace que la tarea se vuelve aún más compleja, con relación a medir en un solo país.

A manera de conclusión, el lector puede tomar como ciertas o no las mediciones ofrecidas por los diferentes autores, pero es claro que aquello que se da por sabido en los medios de comunicación en México dista mucho de ser un destilado de los avances del conocimiento sobre el tema. Entre los especialistas campea el disenso sobre las clases medias en general y sobre las clases medias en México en particular.•

Bibliografía

I. Atkinson, A. B., & Brandolini, A. (2011). On the identification of the ‹middle class›. Paper presented at the Fourth meeting of the Society for the Study of Economic Inequality (ECINEQ), University of Catania, Italy, July 18-20, 2011. http://www.ecineq.org/milano/WP/ECINEQ2011-217.pdf

II. Banerjee, A. V., & Duflo, E. (2008). What Is Middle Class about the Middle Classes around the World? Journal of Economic Perspectives, 22(2), 3-28.

III. Benza, G. (2012). Estructura de clases y movilidad intergeneracional en Buenos Aires: ¿el fin de una sociedad de “amplias clases medias”? (Tesis Doctorado), El Colegio de México, México D.F.

IV. Cruces, G., López-Calva, L.-F., & Battison, D. (2011). Down and out or up and in? Polarization-Based Measures of the middle class for Latin America. (Documento num 113). Argentina: CEDLAS Retrieved from http://cedlas.econo.unlp.edu.ar/esp/documentos-de-trabajo.php?view_all=t.

V. De la Calle, L., & Rubio, L. (2010). Clasemediero: Pobre no más, desarrollado aún no. México, D.F.: Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C.

VI. Deaton, A. (1997). The analysis of households surveys: A microeconometric approach to development policy. Baltimore & London: The John Hopkins University Press. World Bank Publications.

VII. Ferreira, F. H. G., Messina, J., Rigolini, J., López-Calva, L.-F., Lugo, M. A., & Vakis, R. (2013). La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina: Panoramica General. http://siteresources.worldbank.org/LACINSPANISHEXT/Resources/Informe_ClaseMedia.pdf

VIII. Grusky, D. B., & Ku, M. C. (2008). Gloom, doom and inequality. In D. B. Grusky (Ed.), Social stratification: class race, and gender in sociological perspective (pp. 2-28). Stanford University: Westview Press.

IX. López-Calva, L.-F., & Ortiz-Juarez, E. (2011). A vulnerability approach to the definitiion of the middle class. Washington: World Bank. Policy Research working papers.

X. Wolfson, M. C. (1990). Inequality and Polarization: Is There a Disappearing Middle Class in Canada? : Statistics Canada. Analytical Studies Branch.

Notas:

I. Banco Mundial define a las clases medias como los hogares que perciben entre 4,000-17,000 per cápita PPP Dls. Mientras que Banerjee y Duflo (2008) define a la clase media a los grupos de individuos con un consumo promedio de 2-4 y de 6-10 PPP Dls por día.

II. El enfoque de vulnerabilidad a la pobreza implica evaluar la probabilidad de que una familia caiga en el umbral de pobreza y la constituyen aquellos que no son necesariamente pobres, pero que no necesariamente pertenecen a la élite

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