Escrito por 12:00 am Saúl Arellano, Violencia

Otra generación perdida

En la década de los 80 en el siglo pasado se habló de una generación perdida. Sin embargo, esta condición se ha prolongado debido a crisis recurrentes que han empobrecido a millones y que a otros tantos les ha impedido mejorar sus condiciones de vida, de tal forma que las generaciones de hoy no tendrán, al menos en el corto plazo, mayores oportunidades que las de sus padres y madres.


Hay un indicador que permite sostener lo anterior: la esperanza de años de vida al nacer. Al respecto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) muestra que el dato ha crecido a lo largo de las décadas. Sin embargo, el análisis de las tendencias regionales muestra un país profundamente escindido.

Así, al comparar la esperanza de vida al nacer a nivel nacional, entre los años de 2005 y 2015, la diferencia es de sólo 4 años. Y hay entidades en donde se registran retrocesos: Baja California, Chihuahua, Chiapas, Oaxaca y Tlaxcala; y otras con magros avances: Guerrero, Veracruz y Puebla.

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Hay dos causas generales que pueden explicar lo anterior. En primer lugar, la violencia. En efecto, entre los años del 2005 y 2013, Chihuahua y Baja California se ubicaron entre las entidades con mayores tasas de homicidios; y en segundo término, la pobreza y la desigualdad: de acuerdo con el Coneval, las entidades mencionadas se ubican en las peores posiciones tanto en pobreza como en los niveles de vulnerabilidad y desigualdad económica y social.

Los sismos de septiembre pueden acentuar estas circunstancias negativas, más aún si se considera que entre 2014 y 2016, en Chipas y Oaxaca los índices de pobreza crecieron, además de que, de acuerdo con los datos oficiales, 2016 y 2017 registran un importante incremento en el número de homicidios, tanto dolosos como culposos, así como otras tendencias de mortalidad por causa violenta.

Si en el pasado la violencia y la pobreza han generado un estancamiento y hasta retrocesos en indicadores tan duros como la esperanza de años de vida al nacer, en el presente y la proyección hacia el futuro cercano no tendría por qué ser distinta; lo cual debería motivar, con urgencia, una reacción responsable y ética de la clase política, la cual hasta ahora ha actuado mayoritariamente con el oportunismo, mezquindad e indolencia de siempre.

¿Con qué cara puede decírsele a los jóvenes que México ha sido capaz de un rescate bancario, de un rescate de constructoras de carreteras, pero no de un rescate de los más pobres y marginados del país? ¿Con qué cara puede pedírsele a la población que espere una década más, para ver si, como vamos, las condiciones mejoran y de algún modo, las niñas y niños de hoy pueden llegar a ser adultos con oportunidades de vida digna mañana?

Se estima que la esperanza de vida al nacer en 2015 es de 76.7 años; sin embargo, la expectativa de años de vida saludable es de sólo 67.4 años. Es decir, el futuro previsible promedio para la población es un panorama en el cual se tendrán que enfrentar, en promedio, 9.3 años de enfermedad, en medio de la pobreza y la carencia para la inmensa mayoría.

Somos otra generación perdida; pero es obvio que el país no puede seguir así, porque lo mismo ocurrió en la década de los 80, en la de los 90, en la de los 2000, y la actual no es la excepción. Debemos cambiar; la cuestión es si quienes toman las principales decisiones del país, tienen conciencia de la urgencia.

@saularellano

Artículo publicado originalmente en la “Crónica de Hoy” el  05 de octubre de 2017

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