por Miguel Székely
En los últimos 20 años el Producto Interno Bruto per cápita de México creció en casi 30% en términos reales. Según las cifras de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el ingreso por habitante en nuestro país en el año 1992 era de $6,648 dólares (a precios de 2005), y ascendió a $8,427 en 2012. Con este nivel de ingreso, el país se encuentra entre las 14 economías más grandes del mundo.
Si bien el crecimiento ha distado mucho de ser ejemplar –de hecho, en el resto de América Latina el promedio de crecimiento fue de 42% en el mismo período–, esta cifra implica que los recursos disponibles por habitante son mayores que hace dos décadas.
Otro cambio durante los últimos 20 años ha sido la aparente prioridad que se la ha dado al gasto social en México. Según cifras de la misma CEPAL, el gasto por habitante en dólares del año 2005 en los rubros de Educación, Salud, Seguridad Social, Vivienda, transferencias monetarias y otros casi se duplicó, con un aumento del 90%.
La evolución del ingreso y del gasto, sin embargo, contrastan marcadamente con lo que ha sucedido con la pobreza. De acuerdo a los datos recientemente publicados por el CONEVAL, el porcentaje de personas pobres en el país medido por su ingreso en 2012 fue de 52.3%. Esto implica que los niveles han permanecido prácticamente constantes en dos décadas, ya que en 1992 el porcentaje era de 53.1% de la población total. Los datos para la pobreza extrema muestran el mismo panorama con una variación mínima de 21.4% a 19.7%.
Aunque ha habido fluctuaciones durante el período, un resultado contundente es que hoy, dado que la población ha crecido, existen 15 millones más de personas en pobreza y casi 5 millones más en pobreza extrema.
Este panorama contrasta con lo que ha sucedido en el resto de América Latina. A lo largo de esta región, por ejemplo, en los últimos 15 años se ha observado una reducción de los niveles de pobreza extrema en 13 puntos porcentuales. Es decir, el país latinoamericano promedio logra reducir la pobreza 15 veces más que México por cada punto de crecimiento económico.
Lo mismo ha sucedido con el gasto social. México es el séptimo de 18 países latinoamericanos en volumen de gasto con $900 dólares anuales por persona (2005), con efecto incipiente sobre la pobreza, mientras que el país latinoamericano promedio gasta alrededor de $730 dólares, con un impacto mucho mayor.
El desempeño del país en materia de pobreza es, por lo tanto, a todas luces totalmente inaceptable.
Los datos nos dejan varias lecciones. La primera es que, si bien es casi inconcebible pensar que se puede reducir la pobreza sin crecimiento, esto dista de ser automático, al menos en el caso de México. La segunda es que nos estamos quedando rezagados con respecto a otros países, incluyendo a casos como Bolivia, Brasil, Chile y Colombia, que han logrado aprovechar su crecimiento económico de mejor manera al reducir sus niveles de pobreza en más de 30% en años recientes.
La tercera lección es que el gasto social en nuestro país parece no haber tenido la misma efectividad que en el resto de la región.
¿Qué podemos esperar para los siguientes años?
Al menos hasta ahora, la estrategia que aparentemente está siguiendo la joven Administración del Presidente Peña Nieto en materia social va en dos sentidos. El primero es la intención de acelerar el crecimiento por medio de reformas estructurales en áreas estratégicas para el país. La pregunta es si el crecimiento por sí mismo tendrá mayor incidencia en las condiciones de vida de la población de menores recursos que en el pasado.
El segundo es la política social mediante la promoción de la llamada “Cruzada contra el Hambre”. En este caso, la poca información disponible indica que se seguirán utilizando los mismos programas sociales ya existentes, y que el esfuerzo se centrará en mejorar su operación.
En suma, al menos hasta ahora, pocas novedades, y muchas dudas.•