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2024: un escenario borrascoso

Los problemas estructurales y coyunturales que enfrenta nuestro país son numerosos. Pero siempre, en los años electorales, adquieren un matiz diferente y su resolución, o bien se sujeta a intereses y a cálculos de rentabilidad electoral, o bien, como ocurre la mayoría de las veces, se posponen, generando enormes costos para quienes llegan a los cargos de elección popular pues, generalmente, están acotados ante la urgencia de administrar las crisis heredadas, y también prohijadas por sus propias actuaciones previas.

Escrito por:   Mario Luis Fuentes

El primer gran problema estructural que se habrá de enfrentar es el desencanto con la democracia, pues según los datos del informe más reciente de Latinobarómetro, México es uno de los países latinoamericanos donde el respaldo ciudadano a la democracia, como la mejor forma de gobierno, ha tenido los mayores retrocesos y donde se declara que se podrían preferir gobiernos autoritarios.

Las elecciones del 2024 transcurrirán además en el contexto más violento de nuestra historia reciente, y con grupos delincuenciales dispuestos a todo; con cada vez mayor presencia pública; y con cada vez mayores demostraciones fehacientes de desafíos al Estado: han atentado en contra de funcionarios de todos los niveles, pero también en contra de altos mandos de las Fuerzas Armadas.

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Hay factores externos que agudizan estos problemas: el más visible el de la migración en situación irregular de decenas de miles de personas provenientes de Centro y Sur américa, quienes en su paso por México viven extorsiones de todo tipo y perpetradas tanto por grupos delincuenciales como las autoridades que son denunciadas, una y otra vez por las víctimas, sin que ocurra nada relevante para prevenir y evitar la situación.

Lo anterior ha provocado que numerosos municipios se encuentren colapsados, los cuales están “dejados a su suerte” tanto por las autoridades estatales, pero sobre todo las federales, las cuales toman decisiones y establecen acuerdos internacionales, sin considerar la frágil y desbordada situación que se vive en ya decenas de municipios altamente poblados y con sus propios dilemas y complejidades.

Los datos que el INEGI dio a conocer recientemente respecto de la natalidad y la mortalidad también son reveladores de los enormes retos de nuestro país, y se nos impone como el gran factor determinante de nuestras posibilidades y de las mayores amenazas que se ciernen sobre la población: pérdida de años de vida saludable, reducción o estancamiento, dependiendo de la región, de la esperanza de vida al nacer; prevalencia del embarazo adolescente, alta natalidad en varias regiones y tasas elevadas de envejecimiento en otras, todo ello en medio de una mortalidad que está determinada por causas mayoritariamente evitables.

En los Estados Unidos de América habrá elección presidencial el próximo año, pero también del Congreso; lo cual coloca a México en una situación de tensión y vulnerabilidad frente a la que, nos guste o no, sigue siendo la principal potencia mundial, y que es además nuestro principal socio comercial y del cual dependemos para tener un lugar relevante en la posibilidad de atraer las inversiones que se están retirando de China.

Por si todo lo anterior no fuese ya demasiado, los pronósticos en torno a la sequía y la posibilidad de que haya escasez y, como resultado, un nuevo proceso inflacionario en el sector de los alimentos anticipa un posible recrudecimiento de las condiciones en que viven los más pobres entre los pobres, los cuales fueron el único grupo en el cual no mejoraron las condiciones de bienestar en los últimos cinco años.

Nos reta igualmente el reto de nombrar apropiadamente lo que tenemos enfrente; porque el nombrar es fundamental para explicar, pero, sobre todo, para comprender y comenzar a resolver todo lo que nos hace falta para convertirnos en un país de paz, de justicia, de bienestar y de posibilidades de prosperidad para cada habitante de nuestro país.

México no puede esperar, y frente al borrascoso escenario que nos amenaza la mejor opción que tenemos es la de una democracia fortalecida, dialogante, defensora de la diversidad y la pluralidad; pero eso es justamente lo que aún falta por construir.

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Investigador del PUED-UNAM

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