por Rosa Pavanelli
Se reúnen cada lunes. Cientos de trabajadores de bajos ingresos, dirigentes religiosos, miembros de organizaciones de derechos civiles, sindicalistas y activistas de todos los Estados Unidos han salido a la calle todos los lunes desde el 13 de mayo para protestar por la desigualdad, el racismo, la devastación ecológica, el militarismo y todas las formas de discriminación
Se denominan a sí mismos “The Poor People’s Campaign”, o sea la “Campaña de los pobres”, una referencia directa al movimiento iniciado por Martin Luther King Jr. unos meses antes de que fuera asesinado el 4 de abril de 1968.
El origen de la campaña consistió en una marcha con carros tirados por mulas que salía desde Marks, Mississippi, en ese momento la ciudad más desfavorecida del Estado más pobre de los Estados Unidos, y llegaba hasta Washington. La actual “Campaña de los pobres” también finalizará en una acción nacional en la capital de los Estados Unidos, que tendrá lugar el 23 de junio, Día del Servicio Público de las Naciones Unidas.
No se trata de una coincidencia. Solo el acceso real para todos a unos servicios públicos de calidad -educación, atención médica, servicios de cuidado infantil, una jubilación decente, servicios de transporte público, sistema de justicia eficientes e infraestructuras de calidad- hará posible la lucha por la justicia social y por la reducción de las desigualdades.
Martin Luther King lo sabía. El día en que fue asesinado en Memphis se encontraba apoyando a 1 300 trabajadores de servicios de saneamiento que estaban en huelga, convencido de que formar una coalición compuesta por militantes de sindicatos, así como organizaciones religiosas y de justicia social, constituía la mejor manera de sacar a millones de estadounidenses de la pobreza.
Cincuenta años después, este programa es más relevante que nunca en los Estados Unidos, al igual que en el resto del mundo. El sector privado ha captado una parte cada más importante de la riqueza nacional, y los estados se han empobrecido. La protección social y los sistemas de pensiones de reparto son cada vez más débiles, se han recortado los impuestos a las empresas y a los más ricos, se han privatizado empresas en todos los sectores: el capital público se está reduciendo, y ahora está cerca de cero en todo el planeta. Incluso es negativo en los Estados Unidos y el Reino Unido.
Todo eso es debido a los programas de austeridad y a unos sistemas fiscales regresivos, así como a un marco político que considera a las empresas públicas como obsoletas, y a los funcionarios públicos como una clase de trabajadores privilegiados, caros e ineficientes. Por no hablar de los sindicalistas, que son percibidos como dinosaurios peligrosos que deberían ser, en el mejor de los casos, objeto de burla, e incluso, en muchos países, encarcelados.
Las consecuencias son devastadoras. La desigualdad de ingresos se ha incrementado en todas las regiones del mundo Desde 1980, el 1% de los más ricos a escala global recibió el doble de ingresos que el 50% más pobre, a pesar del hecho que este grupo experimentó un incremento significativo en su ingreso gracias a las altas tasas de crecimiento en Asia, como revela el Informe sobre la desigualdad global de 2018.
El fenómeno es especialmente impactante en los Estados Unidos, donde la participación en el ingreso nacional de apenas el 10% de individuos con mayores ingresos es ahora de 47%.
La batalla es muy dura, pues los trabajadores del sector público están siendo constantemente atacados en todo el mundo. El número de países donde se llevan a cabo arrestos arbitrarios y detenciones de trabajadores pasó de 44 en 2017 a 59 en 2018, de acuerdo con el Índice Global de los Derechos de la Confederación Sindical Internacional. En torno a 2,5 mil millones de personas (personas que trabajan en la economía informal, migrantes y personas con trabajos precarios) están excluidas de cualquier protección conforme a las leyes laborales.
Pero esto no es ninguna fatalidad. En la Internacional de Servicios Públicos (ISP), una federación sindical mundial dedicada a promover los servicios públicos de calidad, responsables de género y generadores del buen vivir de todos y todas, estamos convencidos de que ahora, más que nunca, los trabajadores/as necesitan unos sindicatos fuertes para luchar y obtener buenos empleos y salarios justos.
Al igual que Martin Luther King hace 50 años, tenemos un sueño: que un día los trabajadores/as de todas las razas y orígenes tengan una vida digna – de hecho, “Un dia”, (“One day”) es el título de una serie de cortometrajes elaborada por la ISP sobre el mundo laboral que presenta las vidas extraordinarias de funcionarios del sector público en todo el mundo.
Con motivo de este Día del Servicio Público, queremos homenajear de nuevo a estos trabajadores. Pero no se trata de un día o de un momento, sino de construir un movimiento que perdurará. Va a ser un largo viaje, pero cuando los movimientos sociales y los sindicatos nos unimos, tendemos a ganar.
Es hora de cambiar el discurso. La lucha por los derechos universales, tales como un salario digno, unas buenas condiciones laborales y acceso a servicios públicos de calidad, nunca pasará de moda.
* Rosa Pavanelli es secretaria general de la Internacional de Servicios Públicos (ISP) y presidenta del Consejo de Global Unions.
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