Pese a los discursos y los programas implementados en los últimos 30 años, el hambre persiste, y las niñas y niños son los más afectados.
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Lo peor es que en el horizonte no se vislumbran buenas señales que permitan pensar que el derecho constitucional a la alimentación y la seguridad alimentaria estará adecuadamente garantizado, especialmente para las y los más vulnerables.
En efecto, ni el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia ni la Secretaría de Desarrollo Social cuentan con los recursos y capacidades necesarias para hacer frente a esta problemática, amén de la parálisis en que se encuentra la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
Datos impresentables
De acuerdo con el apartado de “Hogares y Viviendas” de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares, 2018, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en ese año se estimó que en el país había 37.74 millones de hogares. De estos, en el 12.4%, es decir, en 4.29 millones de hogares, se quedaron sin comida al menos una vez en los últimos tres meses debido a la falta de recursos económicos para obtenerla.
De manera adicional, según el mismo instrumento del INEGI, en el 41.1% de los hogares mexicanos. Es decir, en 14.29 millones de hogares, se tuvo el temor real de en algún momento quedarse sin alimentos debido a la falta de recursos económicos para adquirirlos.
Es de subrayarse que hay, según los datos del INEGI, 14 entidades en las que se supera el promedio nacional de 12.4% de los hogares que se quedaron sin comida. Y entre esos estados, los que registran los peores indicadores son: 1) Tabasco con el 33.7% de sus hogares en la condición señalada; Sinaloa, con 18.6%; Guerrero, con 18.4%; Campeche, con 18%; Oaxaca, con 17.7% y Sonora, con 17.1%.
Por su parte, en lo relativo al segundo indicador, referido al porcentaje de hogares con temor de que la comida se acabara por falta de dinero, hay 13 entidades que superan el promedio nacional de 41.1%; los peores indicadores se encuentran en: Guerrero, con 65.3%; Tabasco, con 63.8%; Chiapas, con 59.6%; Oaxaca, con 57.4%; Veracruz, con 54.8%; Campeche, con 52.9% y; Sinaloa, con 50.1%
Para vergüenza de todas y todos
Según los tabulados del INEGI, en el 2018 se contabilizaron 10.36 millones de hogares en los cuales había niños y simultáneamente se habían tenido dificultades para satisfacer sus necesidades alimentarias.
De esta suma, en el 12.7%, es decir, en 1.31 millones de hogares, hubo al menos alguna niña, niño o adolescente que sintió hambre, pero no comió. Es preocupante que hay 13 entidades donde se supera ese promedio nacional, siendo las peores: Tabasco, con 21.4%; Chihuahua, con 17.3%; Baja California, con 16.4%; Guanajuato, con 15.7%; Nayarit, con 15.4%; Michoacán con 15.4% y Coahuila, con 15.4%.
El último indicador que mueve a vergüenza, pero que sobre todo exige la acción decidida y urgente de todo el Estado mexicano, es el relativo al 9% de los hogares con dificultades de alimentación, y en los cuales alguna niña o niño comió una sola vez al día o no comió en todo el día, al menos una ocasión, en los tres meses previos al levantamiento de la ENIGH, 2018.
Sobre este dato destaca que hay 16 entidades, es decir, la mitad del país, donde se rebasa el promedio nacional. Se trata de: Tabasco, con 19.6%; Chihuahua, con 12%; Sonora, con 11.7%; Coahuila, con 11.6%, Baja California, con 11.2%. Nayarit, con 10.5%; Durango y Guerrero, con 10.4% en cada uno de ellos; Quintana Roo, con 10.2%; Hidalgo y Puebla, con 10% cada uno de ellos. También Guanajuato, con 9.9%; Colima, con 9.6%; Veracruz, con 9.2%; Querétaro con 9.2% y Campeche con 9.1%.
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