Desde hace al menos 15 años, las y los expertos han alertado sobre la necesidad de proteger de manera urgente a los polinizadores naturales. Entre los más relevantes, se encuentran las abejas y los abejorros, especies sin las cuales desaparecerían cientos y quizá miles de especies animales y vegetales.
La UNAM, en nota de Fernanda Dávalos Soriano, Rafael Paz y Alberto Resendiz, reseña la exposición del científico Gerardo Ceballos, del Instituto de Ecología de la UNAM.
A continuación se presenta el video y la nota, publicada originalmente en este enlace de UNAM Global
Aunque la extinción de cualquier especie tiene un impacto, hay especies con papeles más importantes en la naturaleza. Las abejas y los abejorros se encargan de la polinización de la mayor parte de las plantas silvestres y muchos de los cultivos, y hoy sus poblaciones están en declive.
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«Son uno de los grupos más importantes de polinizadores que existen en el planeta; me atrevería a decir que entre ambos son el más numeroso», precisa Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM que es el ecólogo más citado en América Latina. Para ser fecundadas y dar semillas y frutos, diversas plantas nativas necesitan que abejas o abejorros lleven el polen de una flor a otra flor de su misma especie. Sin estos agentes polinizadores, verían comprometida su supervivencia. «Y esto acarrearía problemas aún más grandes, porque las plantas, a su vez, juegan un papel muy importante en la función de sus ecosistemas»: si desaparecieran, podrían desaparecer las especies animales que se alimentan de ellas.
La extinción de abejas y abejorros también tendría un serio impacto en los humanos: «se reduciría nuestra capacidad de producir alimentos», afirma Ceballos. Entre muchas frutas, hortalizas y frutos secos, se calcula que la tercera parte de los alimentos que consumimos dependen de la polinización de estos insectos.
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Actualmente, la escasez de abejas y abejorros ha obligado a algunas regiones de China a polinizar árboles frutales a mano. La polinización artificial tiene un costo enorme y se puede hacer en una escala pequeña, pero «¿qué pasaría cuando tienes que polinizar miles de millones de árboles y plantas?», pregunta el investigador sin esperar respuesta.
En México, mientras tanto, algunas compañías utilizan tráileres para trasladar a las abejas hasta los cultivos. La crisis, provocada por factores como el uso de pesticidas, la destrucción de hábitats y la invasión de especies, es global, y forma parte de un proceso de declive de poblaciones y desaparición de especies mucho más grande: la sexta extinción masiva.
«Ha habido cinco extinciones masivas en los últimos 600 millones de años que implican la desaparición muy rápida del 70% o más de la fauna y flora», detalló el académico. La principal diferencia de la actual estaría en el reparto de las causas: la especia humana desempeña un papel protagónico.
Pese a todo, preservar a las abejas y a los abejorros sí es posible. El daño es reversible sólo si se realizan acciones de conservación bien dirigidas. Una de ellas es eliminar el uso de pesticidas tóxicos para estos insectos, explicó Ceballos, quien impulsó la norma mexicana de especies en peligro.
«Se puede recuperar hasta cierto punto. Si dejamos que se llegue al grado de que queden muy pocos [abejas y abejorros], es muy difícil recuperarlos. La buena noticia es que, si llevamos a cabo acciones de conservación bien enfocadas en los factores que están causando la extinción, en la mayoría de los casos es reversible».
A nivel individual, una de las opciones que pueden ayudar es crear un jardín de polinizadores: espacio con plantas específicas para proporcionar alimento, refugio y agua para estos animales.
A lo largo de los años, las distintas especies de plantas y animales han enfrentado diversos problemas: sequías, incendios, cambios de temperatura y de oxígeno, entre otros. Si bien esto demuestra que son resistentes, la realidad es que el constante daño ecológico y ambiental puede imposibilitar su conservación.
«Estamos viviendo una sexta extinción masiva, lo que implica la desaparición muy rápida de la flora y fauna. Rápido en tiempo ecológico significa cientos de miles de años, pero la sexta es instantánea: hablamos de 100 o 150 años.
»Si no hacemos algo muy pronto, en los próximos diez o quince años perderemos una cantidad de especies gigantesca, y esto va a socavar nuestra capacidad para sobrevivir», concluyó Ceballos.
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