Abelardo y Eloísa protagonizaron en la Edad Media una historia de amor que les costaría muy cara. Su idilio inspiró numerosas obras literarias medievales y románticas.
En el cementerio más visitado de París, el de Père Lachaise, reposan los restos de Eloísa y Abelardo, cuya legendaria historia de amor en el siglo XI inspiró a numerosos autores medievales y románticos. El alto precio que los amantes tuvieron que pagar por su pasión les convirtió durante siglos en un modelo y referente del amor prohibido, perseguido y castigado.
Escrito por: Mónica Muñoz
Eloísa era la perfecta sucesora intelectual de Hrosvitha de Gandersheim, quien fue una canonesa y escritora alemana del siglo X, perteneciente a la Orden Benedictina. Y también de Hildergarda de Bingen, otra monja muy culta. Eloísa también tuvo mucho talento. Del mismo modo, le tocó vivir en la época de los trovadores obsesionados con el amor.
Eloísa nace alrededor del año 1092, recibió una refinada educación, de esa educación no tan común para las mujeres de su época. Fue sobrina de Fulberto, canónigo de la Catedral de París, y la primera abadesa del Paraclet, una abadía de la orden benedictina, llegó a hablar hebreo, latín y griego. Sin embargo, también mantuvo una relación secreta con Abelardo un hombre seductor, teólogo, poeta y monje francés. Ambos vivieron una historia de cuento trágico. De hecho, es muy conocida la obra de Abelardo titulada “Historia Calamitatum”, pues allí reúne toda la correspondencia que intercambió con Eloísa, y como bien expone el catedrático y escritor Ruiz-Doménec, en su libro “Historia del matrimonio en Europa”, vale la pena leerla desde estas ideas: 1). – aceptación de su realidad, 2). – valor para las mujeres y los hombres, y 3). – justificación del consuelo. (Ruiz-Doménec, 2003)
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Abelardo conoce a Eloísa alrededor del 1115, pues fue su maestro (en esa época la docencia solo estaba destinada a aquellos que guardasen celibato). Él fue reconocido por la crítica moderna como uno de los grandes genios de la historia de la lógica, de la que hizo uso a través de las técnicas de la diatriba dialéctica y de un dominio silogístico profundo; dedicó gran parte de su vida a la enseñanza y al debate. Con el tiempo Abelardo vuelve a ser retomado en pleno Romanticismo, por la relación amorosa mantenida con Eloísa.
Precisamente en esa “Historia Clamitatum” Abelardo reconocía que “intercambiaban más besos que ideas sabias: “Mis manos se dirigían más a sus senos que a los libros”. Ahí manifestó esos momentos que vivían ambos.
Abelardo secuestró a Eloísa, huyendo a Bretaña escapando del enojo del canónigo Fulbert. Allá nació su hijo llamado Astrolabio. Abelardo y Eloísa terminaron casándose en secreto, pese a que ella no estaba de acuerdo, pues defendía la idea de que un hombre de ciencia no podría dedicarse a una familia.
Al final fueron encontrados y obviamente se les obligó a separarse. Abelardo consiguió enviar a Eloísa al monasterio de Argenteuil, mientras que él fue castrado como castigo por el canónigo Fulberto (ese era el castigo más común para los violadores). Al cual también se le exigieron cuentas por ese arrebatado y cruel acto siendo desterrado de París y confiscándosele sus bienes.
Abelardo se dedicó el resto de su vida a la enseñanza en distintos centros religiosos, mientras que Eloísa se retiró al convento de Paraclet, del que llegaría a convertirse en abadesa. Aunque estuvieran separados continuaron escribiéndose, y pese a que estuviera anulada toda posibilidad de unión, la pareja inició una prolongada correspondencia, en la que las palabras sustituyeron a los encuentros carnales. A través de sus cartas, los antiguos amantes reavivaron la llama de una pasión que nunca llegó a extinguirse a pesar del tiempo y la distancia.
Eloísa presenta unas ideas sobre el matrimonio que rompieron paradigmas en su época. Tan sólo hay que recordar que en el tiempo que les tocó vivir los enlaces de las parejas estaban condicionados a los intereses de las familias; a su vez, la joven distingue entre el amor puro, verdadero, libre, y el matrimonio, que considera una atadura.
En medio de la crisis descrita por Abelardo en su Historia Calamitatum, Eloísa descubre algo que afecta a su dignidad de mujer y lo confiesa: “No esperaba ni matrimonio, ni correspondencias materiales, no pensaba ni en mi placer ni en mis deseos; no traté más que satisfacer los tuyos. El título de esposa es más sagrado y más fuerte; sin embargo, el de amiga me ha resultado siempre más dulce. Habría querido, permíteme decirlo, el de concubina y el de querida, por cuanto me parecía que, al humillarme más, aumentaba mis títulos a tu reconocimiento y dañaba menos la gloria de tu genio”. (Ruiz-Doménec, 2003)
El romance que tuvo Eloísa con Abelardo no buscó el matrimonio sino el amor. El placer y el sentimiento vencieron las ideas morales de su tiempo. El rechazo de Eloísa de toda gratificación social por su amor a Abelardo es algo nuevo también en esa época y se relaciona con el deseo de liberación femenina sobre el matrimonio, incluso criticó a las mujeres se aprovechan del matrimonio: “La mujer que prefiere desposarse con un rico, antes que un pobre, se vende a él y ama en su marido más sus bienes que a él mismo. La mujer a quien tal codicia impulsa al matrimonio, merece una paga, más que el amor. Ella se vincula menos en afecto, a un ser humano que a as cosas; si la ocasión se presenta se prostituirá seguramente a uno más rico todavía”. (Ruiz-Doménec, 2003)
Abelardo muere a los 62 años en Cluny en 1142. El cuerpo es enviado a Eloísa, que lo sepulta en la abadía de Paracleto. Veintiún años después, muere Eloísa en 1164, y también es sepultada junto con él.
Abelardo y Eloísa fueron una pareja de enamorados que dio rienda suelta a la pasión en la Francia del siglo XII. Sus cartas son un referente literario medieval y su amor fue apasionado y excitante. ¿Cuál era el problema que tanto inquietaba a los detractores de Abelardo? ¿Acaso la función de los placeres y el papel que las mujeres tenían en ese asunto? Si nos damos cuenta, una vez más la continencia aparece en el centro de los debates intelectuales. También podemos reflexionar y preguntarnos: ¿cómo se idealizamos el amor en la actualidad?
Actualmente, seguimos pensando que el amor, “el verdadero amor”, debe ser perfecto, completo, incondicional y para siempre. El mundo ha ido cambiando ¿y el amor? Lo que si es un hecho es que las personas nos construimos en y por los encuentros humanos, y los que tienen que ver con la atracción, los afectos, el sexo y el erotismo, son los que más conmocionan la percepción de nosotros mismos. ¿Seguimos idealizando el amor? ¿Seguimos teniendo ideas equivocadas sobre el amor? Sería bueno reflexionar sobre nuestras creencias acerca del amor, recordemos que nadie puede darnos lo que nos falta. Eso viene de adentro.
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