La discusión pública nacional gira mayoritariamente en torno a los temas que el presidente de la República fija en sus conferencias matutinas. Al respecto, incluso cuando esos temas no llegan a las primeras planas de los diarios, como lo han reportado varios analistas de medios de comunicación, dominan la discusión en redes sociales y en los principales espacios de discusión y debates en torno al poder en todas sus aristas y ramificaciones. Urge abrir la agenda.
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Frente a esta configuración, que de algún modo es también ficticia, es importante alertar el riesgo que tienen una democracia cuando su agenda pública se reduce a unos cuantos temas; más aún en un país como el nuestro, en el que la pluralidad cultural y política, y las diferencias sociales y económicas, son enormes.
El riesgo de convertir a la agenda pública a discursos casi monotemáticos, se encuentra igualmente en el hecho de que las prioridades públicas comienzan a ser invisibilizadas, generando la sensación de que, al no mencionarlas, dejan de estar ahí.
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Por ejemplo, además de la pandemia de la COVID19, seguimos teniendo un severo problema de dengue, en todas sus formas. Y de acuerdo con el Boletín Epidemiológico de la Secretaría de Salud, a la semana 25 de este año había un 37.5% de más casos respecto de los reportados el mismo periodo de 2019; así como 22.35% más casos de dengue con signos de alarma y 27.5% más casos de dengue grave; asimismo, los casos de sarampión siguen reportándose, llegando a 1,853 contagios confirmados en la semana señalada.
Por otro lado, llama poderosamente la atención que se han reducido significativamente las detecciones de casos de diabetes, hipertensión o intoxicación aguda por alcohol; y aunque no se tiene evidencia completa, esto se debe, no a una mejoría en las condiciones de alimentación de las personas o la erradicación de las adicciones, sino porque es muy probable que la gente no esté acudiendo a los servicios médicos por temor a contagiarse con el nuevo coronavirus.
El hambre, una espantosa realidad para el millón de hogares identificados en el 2018, en los que al menos una niña o niño no comía todo el día, o comía solo una vez al día, sigue ahí; y también la realidad relativa a que en millones de hogares los recursos económicos se redujeron abruptamente, con lo que la cifra inevitablemente se está incrementando en estas semanas y meses.
La violencia no cede; en todas sus manifestaciones, pero, sobre todo, en las más agresivas en contra de las mujeres. Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y mayo de 2020 y el mismo periodo del 2019, se registró un incrementó de 6.7% en el número de denuncias por delitos sexuales; y esto considerando que 2019 había sido el año con los peores indicadores de la historia en ese rubro.
El desorden urbano se mantiene; y ante los constantes recortes presupuestales, lo más probable es que la marginación, el mantenimiento y la adecuada operación de los servicios públicos se deteriore aún más: las viviendas sin agua seguirán sin estarlo; mientras que el equipamiento y mobiliario urbano seguirá perdiendo funcionalidad y calidad.
La pobreza en el campo sigue; y más allá de algunos cambios en la asignación presupuestal en algunos programas, la política pública sigue siendo insuficiente para garantizar condiciones mínimas para los pequeños y medianos productores, los cuales siguen enfrentando severas condiciones de marginación, pobreza y abandono institucional.
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El cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la mitigación de los efectos del calentamiento global dejaron de ser temas de interés y discusión de la presidencia de la República, y en los hechos, las pocas instituciones que tenemos para enfrentar los enormes problemas que implican estos temas, se encuentran ante la amenaza de su parálisis o incluso su desaparición.
La cuestión indígena en general; la discriminación; el federalismo y el desarrollo municipal; la garantía del derecho a la vivienda; los derechos de las niñas y los niños; hoy son, entre otros más, temas olvidados y deliberadamente omitidos de la agenda pública. Y hoy más que nunca es momento de darles visibilidad, porque resultaría ominoso y sumamente perjudicial para el país que, al abandonarlos, se abandone a su suerte a los millones de personas que dependen de la acción pública.
El autor es integrante del Patronato de la UNAM e Investigador del PUED-UNAM
Frase clave: abrir la agenda
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