Este 1º de noviembre se dieron a conocer los apoyos financieros para la población afectada para su recuperación por el Huracán Otis en Acapulco y Coyuca de Benítez, Gro. Están agrupados en 20 acciones, todas de indudable necesidad ante las urgencias sociales que dejó la catástrofe del 25 de octubre en esos y otros municipios de la entidad.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Se trata de una primera etapa de la respuesta institucional federal, en lo que deberá ser una secuencia de intervenciones para la recuperación. Al paso de los días ha quedado claro que la reconstrucción llevará mucho tiempo, varios años, y que lo urgente sigue siendo auxiliar a todos los damnificados con alimentos, agua, cuidados a la salud, materiales para reparar viviendas, restablecimiento la energía eléctrica, las comunicaciones terrestres y aéreas y las telecomunicaciones, principalmente. Los apoyos se resumen en el siguiente cuadro, con las cantidades destinadas a cada uno de ellos.
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Al día siguiente, el 2 de noviembre, la Coordinación Nacional de Protección Civil publicó la declaratoria de desastre para 47 municipios guerrerenses. El Comité de Evaluación de Daños del Consejo Estatal de Protección Civil se instaló el 1º de noviembre, y el gobierno del estado solicitó la declaratoria de desastre, luego de que la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) emitiera su dictamen técnico corroborando los daños.
Lo que se presentó como respuesta de ayuda se refirió solo a los dos municipios más, no para los otros 45. Quizá por eso la edición vespertina del Diario Oficial de la Federación publicó una “nota aclaratoria a la declaratoria” de desastre, que enmendó el alcance de su publicación anterior, y con un “debe decir” restringió la declaratoria a Acapulco y Coyuca de Benítez. No se explicó la razón, y no se sabe si CONAGUA cambió su dictamen técnico.
Esta no es una anécdota burocrática, sino un indicio del estado que guarda el sistema de protección civil, la coordinación entre autoridades federales y locales y los mecanismos de respuesta ante los desastres. El Presidente informó de un “Plan general de reconstrucción y apoyo a la población afectada en Acapulco y Coyuca de Benítez por el Huracán Otis”, y más tarde la Secretaría de Hacienda lo presentó como un “Plan de Atención a la Población Afectada”.
Esta tampoco es otra anécdota más: salta a la vista que no son lo mismo un plan general de reconstrucción que un plan de atención a los afectados. Se trata más de lo segundo que de lo primero, y ninguno de los dos parece un plan. Las acciones urgentes son indispensables, no se puede estar más de acuerdo. Son eso, y enhorabuena por la iniciativa, y ahora hay que avanzar hacia el plan de recuperación.
Conforme pase el tiempo será mas visible la magnitud de la catástrofe, pues en este caso no estamos solo ante las dimensiones de un desastre. Fue una disrupción completa del sistema socio económico y ambiental, como es evidente por el doloroso colapso de la actividad productiva y de los servicios, de la caída de la infraestructura y de la conmoción humana que continúa y seguirá por un largo periodo.
Por las dimensiones de los hechos, la respuesta organizada es muy compleja, y justamente por esto se requiere cambiar la forma en que las autoridades han estado reaccionando, tan a la defensiva y de forma tan polarizadora. Otro detalle que tampoco es una simple anécdota: en la conferencia de prensa del 1º de noviembre el Presidente y el Secretario de Hacienda dedicaron 24 minutos a dar a conocer el Plan Acapulco, y acto seguido, se ocuparon 44 minutos al tema de las grandes fortunas mexicanas y al patrimonio de algunos periodistas.
Es hora de una convocatoria abierta, bien organizada, que incluya a instituciones académicas y grupos especializados en gestión integral de riesgos, para formular un plan de recuperación y reconstrucción. No solo hay experiencia desaprovechada, sino que hay también lecciones aprendidas, la mayoría de ellas lecciones dolorosas, en los procesos de reconstrucción. Se debe hacer ya, y sin distraer la atención urgente que en estos días se está dando a la sociedad en los municipios afectados. El Plan de Atención a la Población Afectada cubre parte de lo más inmediato, y por lo visto cada quien tendrá que ver por el restablecimiento de lo que le toque en su actividad productiva, en su sostenimiento vital.
Urge pasar a la segunda etapa, la de recuperación económica, junto con el replanteamiento del desarrollo de Acapulco y su región. Tras el impacto del Paulina, en 1997, se intentó una respuesta basada en el reordenamiento territorial y ecológico, en la diversificación productiva y en la reconstrucción resiliente, pero las prisas condujeron al restablecimiento de la antigua normalidad, esa cuya vulnerabilidad fue creciendo las siguientes décadas. El daño ahora es muy superior, y no solo en el frente de la infraestructura turística. Lo que hagamos para enfrentar esta catástrofe puede ser un precedente que ayude a prepararnos mejor ante los riesgos crecientes.
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