Dice el refrán que «el hambre y la guerra, para verlos a cien leguas». Y me encantaría que así fuera; son calamidades que ojalá estuvieran más lejos de nosotros
Pero no es así. Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO[i]) nos mostró datos escalofriantes sobre el hambre en el mundo.
Por ejemplo, que en el 2016 (último dato disponible) el hambre en el planeta aumentó, llegando a afectar a 815 millones de personas. ¿Alcanzaremos a ser conscientes de lo que significa que uno de cada diez no tenga para comer ni lo mínimo indispensable?
Otro refrán señala: «gran pena debe ser tener hambre y ver comer». Así le sucede, al menos a estos millones de subalimentados, pues con recursos mejor distribuidos, tendríamos la capacidad de alimentar al doble de los habitantes de la tierra. El dato también es de la FAO. El reclamo es mío.
CRECE EL HAMBRE,PERO TAMBIÉN LAS TALLAS
Entre los años 2000 y 2005 tuvimos los peores números de subalimentación. En el 2003 había 950 millones de personas con hambre, y a partir de ahí inició un muy esperanzador descenso que, tristemente, cambió en el 2015; año en el que hubo un retroceso, un crecimiento tanto en el número total como en la proporción de personas subalimentadas en el mundo.
La FAO calculó para el 2016 casi 520 millones de personas en Asia en esta condición; más de 243 millones en África y más de 42 millones en América Latina y el Caribe.
Podríamos considerar paradójico que con estos niveles de hambre, estemos viviendo, también, los tiempos de mayor obesidad en el mundo. Pero no es tan extraño porque lo que convive en los dos extremos es una mala alimentación: la de quienes no tienen lo suficiente, la de quienes comen pero no lo conveniente y muchos otros que comen de más.
Entre 1980 y el año 2014, la proporción de personas obesas en el mundo aumentó a más del doble. Hasta el 2014, fecha de la última medición, más de 600 millones tenían sobrepeso. Aproximadamente, 13 de cada 100 en el mundo son obesos.
El problema es más grave en Norteamérica, Europa y Oceanía, donde 28 de cada 100 son obesos. En America Latina y el Caribe, más o menos 25 de cada 100 también lo son.
A los mexicanos, el promedio mundial nos ayuda con la báscula. Porque en este país padecemos obesidad siete de cada diez adultos; cuatro de cada diez jóvenes y uno de cada tres niños (Cfr. ENSANUT, 2017).
Con todos los problemas que esto trae para la salud, incluidas las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y algunos tipos de cáncer. Dice otro refrán: «de hambre, pocos vi morir; de mucho comer, cien mil». Parece que algo hay de verdad en eso.
DISMINUYE LA COMIDA… Y LA VERGÜENZA
Quiero detenerme en el escenario de nuestra región. En general, el hambre ha retrocedido en América Latina, tenemos mejores números en cuanto a la subalimentación. Gran noticia.
Llaman la atención el caso de México y Brasil que han conseguido mejoras importantes. No obstante, en los dos casos, aún hay mucho por andar en cuanto al combate a la pobreza.
Muy triste el caso de Venezuela y Belice, que a pesar de la tendencia positiva de latinoamerica, son dos territorios donde el hambre creció. Especialmente Venezuela tiene cifras alarmantes: ahí la subalimentación afecta a más del 11% de su población, es decir, a casi 3.7 millones de venezolanos.
Con estas cifras, no sorprende la indignación que ha generado en redes sociales ver al Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, comer en uno de los restaurantes más caros de Turquía. ¡Vaya forma de promover el comunismo! “Amor con hambre no dura”, reza otro dicho.
A estas alturas de la historia, ¡y porque podemos!, ya deberíamos haber acabado con el hambre de este mundo. Desafortunadamente, de seguir la tendencia, será uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible rumbo al 2030, que no conseguiremos.
[i] La mayoría de las cifras consideradas se encuentran en FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF: El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2017. Fomentando la resiliencia en aras de la paz y la seguridad alimentaria, Roma, Italia.
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