En México siete de cada diez personas adultas y una de cada tres en adolescencia y niñez padecen sobrepeso y obesidad[1], datos duros que revelan una epidemia con graves efectos en la calidad de vida, relacionada con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y padecimientos cardiovasculares que son causas importantes de morbilidad y mortalidad.
Escrito por: Alejandro Sahuí
Por su extensión y complejidad el fenómeno es una amenaza y un reto de salud pública. No se trata de un problema particular o un fracaso individual. Los griegos llamaban akrasia a la voluntad débil de las personas: si se sabe que una cosa es mala y se actúa para tenerla, es culpa del sujeto. Ser responsable significa hacerse cargo de las propias elecciones.
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Sin embargo, no se puede hacer un análisis adecuado del tema sin conocer el escenario de la acción humana. Tomamos decisiones en contextos concretos que afectan nuestra capacidad de juzgar. Adquirimos hábitos alimenticios, de higiene y de cuidado a partir de rutinas familiares, escolares, así como de la información que recibimos del entorno. Nuestro proceso formativo se sostiene en la confianza en las redes sociales que nos anteceden. Hacer elecciones correctas en la vida adulta depende de este fino tejido, porque la libertad es una capacidad que no se ejercita en el vacío. La justicia reclama que las personas tengan márgenes de acción realistas, no heroicos.
En virtud de ello es fundamental comprender y tratar la dimensión pública del tema: se debe subrayar la legitimidad de los Estados para intervenir en el ámbito de la industria de los alimentos, que hace sentir su pulso con fuerza ante la conciencia creciente del problema. Esta conciencia pública se ha beneficiado con varios saberes académicos: salud, nutrición, demografía o economía; pero aún lucha por hacerse eco. La legitimidad política nace de que la ciudadanía apruebe las razones de las decisiones colectivas. Éste es el punto débil de los gigantes de la industria: en forma deliberada ocultan y mienten sobre sus procesos, productos y externalidades. No rinden cuentas ni son transparentes; tampoco contribuyen equitativamente. Crean una híper-oferta de alimentos baratos de mala calidad y adictivos, y apoyados en sus estructuras de distribución y su poder de mercado arruinan a productores y comerciantes locales. La industria tiene además graves costos ambientales relacionados con sus rutas de transporte, el impulso de monocultivos y la cría de animales para consumo humano[2].
Por esta razón es un imperativo de la política hacerla rendir cuentas. Como subrayan varios premios nobeles de economía; gran parte de los problemas que estudian son en realidad asuntos políticos. Existe una poderosa economía de la manipulación. La economía es una ciencia social que centra su atención en la conducta de las personas[3]. Si el conocimiento es usado para distorsionar el juicio individual y obtener ganancias existe una injusticia para reparar. Intervenir se justifica porque no se trata de sesgos psicológicos idiosincrásicos o emocionales, sino de errores informacionales inducidos de manera intencionada. La batalla de la publicidad y el etiquetado de los alimentos es solo un ejemplo del poder e influencia de esta industria[4].
Con estas reflexiones regreso a la noción de akrasia mencionada arriba, que es atribuida a las personas con sobrepeso y obesidad, y afecta negativamente las actitudes de solidaridad hacia sus padecimientos. Una interpretación justa del fenómeno alertaría sobre el hecho de que vivimos expuestos a formas de injusticia estructural que no se pueden resistir sin la cooperación con los demás, con la pura fuerza de voluntad. Contra una imagen atomizada, egoísta y neoliberal de la política, la democracia es expresión del poder del pueblo y es el espacio para controlar los poderes fácticos. Gobernanza alimentaria y políticas de salud deben justificarse mediante razones públicas, sin engaños ni pretextos.
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[1] Rivera Dommarco J.A., Colchero M.A., Fuentes, M.L., González de Cosío Martínez T., Aguilar Salinas C.A., Hernández Licona G., Barquera S. (eds.). La obesidad en México. Estado de la política pública y recomendaciones para su prevención y control. Cuernavaca: Instituto Nacional de Salud Pública, 2018.
[2] Carolyn Steel, Ciudades hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas. Madrid: Capitán Swing Libros, 2020.
[3] Joseph E. Stiglitz, Capitalismo progresista. La respuesta a la era del malestar, Barcelona, Penguin Ramdon House, 2019; George A. Akerlof y Robert J. Shiller, La economía de la manipulación. Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado, Barcelona, Ediciones Deusto, 2016.
[4] Marion Nestle, Food Politics: How the Food Industry Influences Nutrition. University of California Press, 2002.
Frase clave: alimentos de mala calidad
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