por Pablo Yanes
Para alcanzar el nuevo estilo de desarrollo y dar cumplimiento a la ambiciosa Agenda 2030 se requiere de coaliciones sociales y de una economía política cuya piedra angular sea una nueva ecuación Estado, mercado, sociedad y medio ambiente que produzca, frente al cambio de época, sociedades altas en igualdad, ricas en derechos y bajas en carbono
El postulado central del documento “Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible”I es la inviabilidad del actual estilo de desarrollo y la necesidad de reemplazarlo por uno nuevo que haga de la igualdad y la sostenibilidad sus componentes fundamentales, en una lógica de indivisibilidad, interdependencia y co-realización.
La idea es que en un nuevo estilo de desarrollo no puede haber sostenibilidad sin igualdad, ni igualdad sin sostenibilidad. Es desde esta perspectiva que asumimos la Agenda 2030 y la contribución que de ella puede derivarse para construir un nuevo horizonte civilizatorio.
A lo anterior sumamos la afirmación de que “La viabilidad de este cambio de modelo exige una visión de largo plazo y una nueva correlación de fuerzas sociales y políticas: el desarrollo es esencialmente un problema político”II. A partir de esta mirada se toma partido a favor de un nuevo estilo de desarrollo y se plantea que la superación del estilo predominante pasa esencialmente por la construcción de coaliciones sociales y políticas que imagen un futuro distinto, se organicen para lograrlo y acumulen las fuerzas necesarias para hacerlo viable.
Lo paradójico del mundo actual parece residir en la conciencia creciente de la gravedad y la profundidad de la crisis y los desafíos de escala planetaria que enfrentamos y la continuación inercial del actual estado de cosas frente a lo limitado o germinal de las propuestas de cambio y las coaliciones sociales y políticas que lo hagan posible.
Lo anterior, sin embargo, tampoco es nuevo. En otros momentos históricos la construcción de coaliciones que lograron impulsar recambios profundos en los estilos de desarrollo se construyeron de modo complejo y no sin enfrentar tropiezos y limitaciones de diferente naturaleza.
Como decimos también en el documento, el mundo encara un proceso vertiginoso de transformaciones, un cambio de época, y como todo cambio de época -la historia es rica en enseñanzas al respecto-, nunca es en línea recta, sin avances y retrocesos, rodeos y momentos tanto de estancamiento como de aceleración.
Hoy se plantea con urgencia la necesidad de proveer a todas las personas de bienes públicos universales, de defender y proteger los bienes públicos comunes y de constuir los bienes públicos globales que permitan la coordinación, estabilidad, crecimiento y justicia distributiva que requiere la economía mundial.
Lo anterior permitiría avanzar efectivamente hacia otro estilo de desarrollo basado en una nueva ecuación entre el Estado, el mercado, la sociedad y el medio ambiente. Y éste es también un proceso político.
FOTO: CORTESÍA EXCÉLSIOR
Para conformar esta nueva ecuación se requiere que todos los actores dispuestos a propugar por ella en las instituciones y la vida públicas, en las empresas, las organizaciones sindicales, sociales y ciudadanas vayan conformando los acuerdos, pactos y coaliciones que les doten de una plataforma común a favor del recambio y la transformación del modelo de desarrollo. Es un cambio de enormes dimensiones sólo proporcional a la magnitud de la crisis y desafíos por los que atraviesa el mundo.
DEBEN TRANSFORMARSE
La nueva ecuación a lo que nos hemos referido demanda cambios en el modo de funcionamiento del Estado y las instituciones públicas, de los mercados y de la actividad social y ciudadana.
Como señalamos en el documento, para lograr un nuevo estilo de desarrollo y esta ecuación transformada de Estado, mercado, sociedad y medio ambiente se requiere de un Estado fuerte, democrático, abierto y transparente; de un Estado que no se asuma sólo como regulador o corrector de las fallas del mercado, sino también como un agente del desarrollo con capacidad de invertir, de promover y de impulsar proyectos estratégicos; un agente proactivo y no sólo reactivo que defiende los bienes comunes, provee bienes universales suficientes y de calidad y contribuye en la escala regional y mundial en la construcción de bienes públicos globales.
Es de destacar que el rol del Estado en la conformación de esta nueva ecuación abarca al conjunto de la vida pública y no se limita al funcionamiento de las instituciones de gobierno. La renovación de la vida pública, la práctica cotidiana de la transparencia y el combate frontal a la corrupción y la impunidad aparecen como componentes irreemplazables de este proceso.
En este sentido, la combinación virtuosa de una democracia representativa de alta calidad y una democracia participativa de alta intensidad puede ser uno de los caminos hacia la revitalización de la vida pública y la recuperación del prestigio, perdido o lastimado en muchos lados, de la política como bien público e instrumento insustituible para la transformación social.
Desde esta perspectiva conviene reflexionar sobre el papel que le deberá corresponder a los partidos y organizaciones políticas como instancias de articulación y agregación de demandas sociales para canalizar las iniciativas hacia un nuevo estilo de desarrollo y propiciar los mecanismos para la imaginación colectiva del futuro.
En momentos de crisis e incertidumbre como los actuales, la elevación de la calidad de la reflexión y de la sustancia del debate público es una responsabilidad que compete muy directamente a los partidos y las organizaciones políticas para trascender las limitaciones de la política del día a día (la coyuntura efímera) y para cumplir con una de sus funciones más nobles y relevantes: representantes de proyectos de sociedad e intelectuales colectivos que los articulan.
MERCADOS TAMBIÉN REQUIEREN CAMBIOS
En la nueva ecuación son necesarias empresas y agentes económicos basados en la innovación, la competencia, la generación de valor agregado, la práctica de la responsabilidad social, el fortalecimiento de los mercados internos, y sustentados en la distribución equitativa de las ganancias de productividad y no en la captura de rentas, el ejercicio del poder de mercado, la evasión fiscal, el irrespeto de los derechos laborales y la elusión de las normas ambientales.
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Papel crucial en la conformación de esta nueva ecuación le corresponde a la sociedad entendida como ciudadanía organizada y participativa. Como lo hemos señalado desde el documento “Pactos para la Igualdad: hacia un futuro sostenible”III, se requiere alcanzar acuerdos mediante un diálogo social sustantivo en el que pueden estar debidamente presentes y representados los sectores subordinados y excluídos, cuya voz pública es más débil y su capacidad de agencia más precaria.
Los sindicatos, las organizaciones comunitarias, las organizaciones civiles y los movimientos de base de las más diversas causas y demandas tienen un papel muy relevante que jugar en la conformación de plataformas y la construcción de la coalición o las coaliciones que el cambio estructural progresivo y el nuevo estilo de desarrollo necesitan.
De manera destacada, el resurgimiento de las organizaciones vinculadas al mundo del trabajo aparece como un requisito para revertir y mejorar de manera sostenida la muy inequitativa distribución del ingreso que caracteriza a nuestras sociedades y que constituye una de las más duras expresiones de la desigualdad social que traba el desarrollo y lastima la convivencia.
FOTO: CORTESÍA EXCÉLSIOR Así como es necesario revalorar la vida pública y la política es igualmente relevante revalorar el mundo del trabajo (remunerado y no remunerado) y emprender una ruta progresiva para su resignificación.
Además de las organizaciones del mundo del trabajo, el movimiento de mujeres y las organizaciones feministas, los pueblos indígenas y las organizaciones ambientalistas, entre otros, están llamados a tener un papel relevante en la conformación de la coalición social y política que haga posible el nuevo estilo de desarrollo.
Las primeras, empujando por la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres en todos los ámbitos, los segundos, colocando la diversidad cultural como un bien público y el cierre de brechas de desigualdad como un imperativo urgente, y las terceras, señalando siempre que la sostenibilidad no es un adjetivo del desarrollo, sino, muy probablemente, su nueva denominación.
NOTAS:
I. CEPAL “Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible”, Santiago de Chile, 2016. www.cepal.org
II. CEPAL. Ibíd., p. 171
III. CEPAL. “Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible”, Santiago de Chile, 2014. www.cepal.org