Algo está pasando en América Latina y el Caribe. Desde México hasta Argentina y Chile, los hechos muestran que se está viviendo una época social y económicamente complicada que ha llevado a que cada vez más personas protesten en las calles. En numerosos casos, se trató de manifestaciones que culminaron en jornadas sumamente violentas.
Por Jonathan Rubio
Estos sucesos políticos, junto con los movimientos sociales de los últimos meses, revelan una crisis democrática e institucional que se da dentro de una desaceleración económica mundial. La crisis afecta el crecimiento y desarrollo de toda la región, de tal forma que se vive un ambiente de descontento generalizado que trajo consigo la radicalización de las protestas.
El caso más reciente, y quizá el más extraño, es el de Chile. En el país que se posiciona como el oasis latinoamericano en cuanto a bienestar y quehacer gubernamental, estalló una protesta social en contra de la desigualdad y de un incremento en el precio del metro. Esta protesta, que fue reprimida por el gobierno mediante el uso excesivo de la fuerza pública, dejó 18 muertos y cientos de heridos.
En Ecuador las protestas vinieron por las medidas que el país adoptó derivado de la intervención del FMI en la economía interna, específicamente por la eliminación de los subsidios al combustible. Finalmente, la organización social ganó y esta medida se dejó de aplicar, tras enfrentamientos violentos entre manifestantes y las fuerzas del orden.
La lista es larga: en Perú, el presidente Martín Vizcarra decretó la disolución del Congreso debido a problemas de corrupción, y a su vez, el Congreso dominado por fujimoristas desconoció este ordenamiento, destituyó a Vizcarra de su cargo y nombró a Mercedes Aráoz como presidenta en funciones. Por su parte, en Bolivia, la cuarta reelección de Evo Morales dividió al país entre simpatizantes y opositores. En lo que respecta a Colombia, los recientes comicios desataron diversos movimientos sociales, en medio varios asesinatos de líderes sociales, y bajo riesgo de que se rompa el acuerdo de paz firmado con las FARC.
Finalmente, en Haití las protestas son interminables. Recientemente se han registrado diversas manifestaciones violentas en contra de la corrupción gubernamental, por la escasez de combustible y por la extrema pobreza que azota al país caribeño.
Argentina enfrenta nuevamente una crisis: el pasado 12 de agosto, tras conocerse el resultado de las elecciones primarias, el peso argentino se depreció un 23% y la bolsa local de valores perdió un 38 por ciento. Los resultados más recientes señalan que la actividad económica se contrajo un 3.8% y que la inflación interanual fue de 53.5 por ciento.
La devaluación del peso argentino implica una fuerte presión sobre el nivel de deuda, ya que la mayor parte de su deuda externa está colocada en dólares. Lo anterior significa que la deuda externa argentina incrementó de la noche a la mañana. Estos son algunos de los nuevos retos que enfrentará el recién electo gobierno de Alberto Fernández.
Por su parte, Brasil se enfrenta a las declaraciones del presidente Jair Bolsonaro, que recuerdan al discurso fascista, por lo que existen riesgos latentes de estallidos sociales que seguramente terminarán en el uso excesivo de la fuerza pública. No es suposición: el presidente brasileño ha calificado como actos terroristas a las manifestaciones chilenas y declaró que Brasil está preparado para movilizar a sus fuerzas armadas para evitar que en el país ocurran actos similares.
El triángulo norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras) es otra zona que desde hace mucho tiempo está sumida en una severa crisis social. Altos niveles de corrupción gubernamental, una gran proporción de población en situación de pobreza y las tasas de violencia más altas del mundo han llevado a que cientos de personas de la región migren hacia Estado Unidos en búsqueda de una mejor vida.
Frente a ello, el presidente estadounidense Donald Trump ha implementado una serie de políticas antimigratorias en las que México se vio obligado a participar por las amenazas de establecer aranceles a los productos nacionales de no contribuir a que el flujo migratorio se elimine. Derivado de ello, la política migratoria mexicana pasó de tener las “puertas abiertas a los hermanos centroamericanos”, como lo declaró a fines del año pasado el presidente López Obrador, a una frontera sur militarizada.
En este contexto, en México la desaceleración económica llevará a que, según las perspectivas más recientes, la economía tenga un crecimiento muy cercano al cero por ciento. Con ello, el nivel de generación de empleos formales se ha mantenido creciendo a tasas cada vez más pequeñas que son comparables con las que se presentaban en 2010, tras los efectos de la crisis financiera de 2008, una situación muy poco alentadora para un país que cuenta con el 42% de su población en situación de pobreza.
Adicionalmente, México continúa sumido en una crisis de violencia que año tras año cobra miles de muertos alcanzando un nuevo máximo histórico: entre enero y septiembre de 2019 se han cometido 25 mil 980 homicidios dolosos, cifras que confirman que México atraviesa por la época más violenta de su historia reciente.
Adicionalmente, el poder del narcotráfico tiene la capacidad de socavar el margen de acción del Estado mexicano, así como el Estado de derecho, como lo demostró el Cartel de Sinaloa en Culiacán el pasado 17 de octubre tras la detención de Ovidio Guzmán.
Al hablar de crisis económica y política, no se puede dejar de lado a Venezuela. El régimen de Nicolás Maduro tiene al país latinoamericano en una crisis que pareciera no tener fin, en este país, las marchas y la represión policial es muy común, según medios locales, y en el ámbito internacional estas situaciones ya no son noticia.
Los indicadores económicos dicen mucho sobre Venezuela: durante 2018 los precios promedio aumentaron 130,060%, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y para este 2019 se espera que este indicador alcance un aumento del 200,000%; el año pasado el PIB venezolano se contrajo un 18%, y se espera que para este 2019 la contracción sea de un 35%.
A consecuencia de lo anterior, se han registrado migraciones masivas de venezolanos, lo que ha llevado a que el país pierda más de 1.3 millones de habitantes cada año: de acuerdo con las estimaciones más recientes del FMI, entre 2017 y 2019, este país latinoamericano habría perdido alrededor de 2.7 millones de habitantes.
Todas estas protestas se dan en medio de una desaceleración económica mundial. Si bien durante los últimos años los ingresos en los países de América Latina y el Caribe han visto un incremento, este no se ha traducido en mejores condiciones de vida. De acuerdo con las Perspectivas económicas de América Latina 2019: desarrollo en transición, de la CEPAL, los avances socioeconómicos y el crecimiento en toda la región disminuyeron desde 2011.
De acuerdo con la Comisión, el PIB potencial ha sido menor al esperado (3% aproximadamente) lo cual se ha reflejado en una baja productividad laboral, la cual a penas representa el 40% de la productividad laboral europea.
Esta situación de bajo crecimiento y de baja productividad dificultan que la pobreza se reduzca y también que se mejore la distribución del ingreso.
Además, el mencionado incremento de los ingresos generó un aumento en la clase media que se acompañó de nuevas expectativas y aspiraciones sociales, frente a las cuales las instituciones de la región no han logrado responder. Esto ha generado que la desconfianza crezca y que se generalice una sensación de insatisfacción colectiva.
Adicionalmente, las últimas estimaciones del FMI (las de octubre de 2019) refieren que, para el cierre de 2019, se espera que América Latina y el Caribe crezca solo al 0.2%, por lo que será la región del mundo con el crecimiento económico más más bajo: se espera que la economía mundial crezca al 3%, los países emergentes de Asia al 5.9% y las economías avanzadas al 1.7 por ciento.
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