El presidente López Obrador es un político sui generis. A diferencia de los candidatos que han contendido por la Presidencia de la República desde el año 2000, construyó una narrativa totalmente distinta: su propuesta no se ha centrado nunca en sus capacidades técnicas o dominio académico o profesional en alguna materia específica
Vicente Fox, por ejemplo, basó su campaña en la idea del cambio, y ofrecía garantizarlo con base en su experiencia como “empresario” y sus habilidades gerenciales como empleado de empresas trasnacionales (capacidades que presentó incluso por arriba de sus acciones, mediocres todas, como gobernador).
Felipe Calderón se presentó como un político consumado, con capacidades de interlocución con el empresariado, pero, sobre todo, con la clase política, y Enrique Peña Nieto se presentó con una imagen de estadista de una nueva generación, sustentada en capacidades políticas de negociación y respaldado por un fuerte equipo de tecnócratas expertos en cuestiones técnicas del gobierno.
En contraste, López Obrador se presentó como oferta de campaña, y de manera inédita, una cualidad intangible y, en consecuencia, inconmensurable, pero de amplísimo espectro y capacidad comunicativa: logró construir una imagen —respaldada en una trayectoria de vida personalísima— de honestidad y calidad moral.
Desde esta imagen, el Presidente de la República optó por una narrativa de dicotomías, en la que la disputa por el poder significa: liberales contra conservadores, tecnócratas y neoliberales versus demócratas progresistas, fifís versus el espíritu popular, “minorías rapaces” versus “pueblo bueno”, políticos y empresarios corruptos versus políticos y empresarios honestos. Y suma y sigue.
Estas dicotomías son de una enorme eficacia política en sociedades en crisis, y le permiten al electorado identificar con claridad de qué lado ubicarse y qué es lo que quiere y no quiere de sus representantes y gobernantes. Además, permiten canalizar la frustración social, el descontento con las “clases políticas tradicionales”, así como procesar el conflicto y orientarlo hacia las urnas.
Ese tipo de discurso es doblemente eficaz cuando la crisis ha llegado a su límite y, en ese sentido, las dicotomías permiten resumir un estado de cosas ya insostenible. En el caso mexicano, López Obrador presentó razones incuestionables: la corrupción es sistémica y generalizada; la pobreza es ya intolerable; las desigualdades son profundas y oprobiosas, el modelo económico es un fracaso en lo que se refiere a su incapacidad de generar crecimiento sostenido y sostenible; la violencia es ya insoportable…
En la lista de las razones, el Presidente acierta al afirmar que es urgente un cambio de régimen, que debe haber una renovación moral de la República, que el gobierno debe guardar altos estándares de austeridad republicana y que la vida pública debe estar regida por la honestidad.
Una cuestión asociada a lo anterior es cómo se traduce ese diagnóstico en un programa de gobierno, lo cual implica dos temas adicionales: quiénes lo acompañan en el gabinete y cuáles son los equilibrios, contrapesos y oposiciones que se irán configurando a lo largo de su mandato, desde otros Poderes de la Unión y desde los organismos constitucionales autónomos, así como desde la sociedad civil organizada y la prensa libre, y también la no tan libre.
Durante la campaña (presidencial) se discutió sobre la pertinencia de las acciones y programas que proponía el candidato López Obrador, pero esa era una discusión en el plano teórico e ideológico; empero, a partir del 1 de diciembre sus tesis se confrontarán con la realidad, y, con el paso de los meses, habrá de confirmarse o rechazarse su eficacia gubernamental.
Hay además cosas importantes que aún no sabemos. Por ejemplo: el próximo año deberán darse a conocer los resultados de la medición multidimensional de la pobreza 2018, y podremos dimensionar el impacto que tuvo la inflación de 2017 y de este año en ese indicador; y en esa medida si serán necesarios o no los ajustes en los planteamientos de política-económica y social con los que arranca la administración. Habrá que ver entonces los datos y las reacciones.