De acuerdo con el Informe sobre la Situación de la Salud Mental y el Consumo de Sustancias Psicoactivas en México, 2021, presentado recientemente por la Comisión Nacional contra las Adicciones, CONADIC, entre los meses de marzo y octubre de 2020, durante el confinamiento obligado por la pandemia, prácticamente una de cada tres personas entrevistadas señaló que sus relaciones con las personas con quienes convive en su hogar se tornaron más difíciles.
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En el mismo estudio, únicamente el 40% de las personas encuestadas reportó que se considera con un estado mental óptimo; y prácticamente uno de cada tres señaló que en medio de la pandemia consumió al menos una vez alcohol, tabaco o alguna otra sustancia psicoactiva, legal o ilegal.
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Se ha dicho una y otra vez que la gestión de la emergencia sanitaria ha sido errática por múltiples factores, y éstos que se mencionan son claramente varios de ellos, que pueden sintetizarse en una idea: ni antes de la pandemia, ni durante ella, el Sector Salud en México ha sido capaz de articular una propuesta amplia, suficiente y eficaz para la atención de la salud mental.
Desde esta perspectiva es relevante subrayar que la falencia se encuentra en todo el Sector Salud, lo cual incluye a los gobiernos de los estados y de los municipios, pues no debe olvidarse que, en México, según lo establecido por el texto constitucional, la salud es una materia concurrente, por lo que su cabal garantía involucra a todos los órdenes y niveles del gobierno.
No debe olvidarse además que en nuestro país, la precaria salud mental de millones de personas tiene severas consecuencias en el entorno en que viven; y en ese sentido es preciso hablar no sólo de quienes viven con depresión, sentimientos de tristeza y soledad, sino también de quienes transforman sus emociones negativas en actos de ira o niveles extremos de violencia.
¿Cómo explicar, si no, el incremento en el número de feminicidios en los primeros meses de 2021, respecto del mismo periodo del 2020? ¿Cómo explicar el incremento en el número de denuncias por delitos contra la familia, delitos contra la libertad y la seguridad sexual, y delitos como los propios homicidios o las lesiones dolosas?
Debe subrayarse que la infinita violencia que vive el país tiene raíces profundas en el quiebre de la salud mental de las personas, sobre todo en aquellas que delinquen y cometen actos atroces como la reciente masacre cometida en contra de personas inocentes en Tamaulipas; pero también, en los sádicos actos de tortura, tratos crueles y degradantes, homicidios e inhumaciones en fosas clandestinas.
La psicopatología de los criminales es una cuestión que, si bien forma parte de las ciencias de la criminalística y las ciencias forenses, tiene una raigambre que exige pensar en cuáles son los elementos previos, las condiciones detonantes y determinantes de las conductas de las personas más violentas, que son capaces de cometer los actos más agresivos en contra de sus semejantes.
Un sistema nacional de salud, sin un componente estratégico de atención de la salud mental, seguirá abriendo la puerta a la proliferación de más personas que padecen desórdenes de la personalidad que, en sus múltiples manifestaciones, terminan por llevar a miles, a dañarse a sí mismos o dañar a otras personas de sus entornos o de la sociedad en general.
En cada clínica, en cada hospital, debería haber los servicios especializados en esta materia; pero lo preocupante es que, al parecer, no hay siquiera un buen diagnóstico en torno a si contamos, de inicio, con el personal de psicología y psiquiatría suficiente para atender, desde los servicios de prevención, hasta los de más alta especialidad, a una población de más de 126 millones de personas.
La salud mental es tan relevante como la orgánica y funcional de nuestro cuerpo. Sin ella no hay paz, solidaridad posible, responsabilidad con el prójimo y la voluntad de construir una sociedad armónica y próspera, en el sentido más amplio de estos términos.
Investigador del PUED-UNAM
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