por Francisco Robles Berlanga
Después de ser calificada de económicamente inviable, parecía que la propuesta de López Obrador de otorgar una ayuda monetaria en forma de beca por 3 mil 600 pesos a 2 millones 300 mil jóvenes que no estudian ni trabajan había quedado en el olvido, pero no fue así
El pasado 21 de marzo, en una entrevista concedida a Milenio, resurgió como una de las estrategias tendientes a evitar que los jóvenes sin oportunidades formen parte de la delincuencia.
El ejercicio periodístico realizado por Milenio fue muy indicativo: de un lado, mostró un candidato presidencial sereno, capaz de manejar la entrevista; mientras que, del otro lado, puso en evidencia que más allá de los enunciados generales, las propuestas de López Obrador, si bien son atractivas electoralmente, carecen de precisión e incluso algunas resultan inviables o demagógicas.
La debilidad de su oferta política surge a la hora de especificar la manera en cómo se van a aterrizar sus principales propuestas; es decir, en el momento de traducirlas a políticas públicas. Este es el caso de su propuesta “becarios sí, sicarios no”.
Proponer atender con políticas genéricas (universales) a una población que por su heterogeneidad presenta necesidades, requerimientos e intereses diferentes resulta un contrasentido.
El concepto “nini” agrupa a un segmento demográfico muy amplio con características diferenciadas entre sí, las cuales inciden en las alternativas y decisiones por las que pueden optar estos jóvenes, entre ellas: sexo, edad, desarrollo psicosocial y niveles de educación, así como factores culturales o idiosincráticos.
Como muchas otras problemáticas, se trata de un fenómeno social complejo y multidimensional que se conforma mayoritariamente de mujeres (siete de cada diez) que siguen viviendo con sus padres o se encuentran casadas y con hijos, todas dedicadas al hogar y, en ambos casos, no buscan trabajo.
El nivel de escolaridad de los “ninis”, tanto en hombres como en mujeres, es de educación básica incompleta, razón por la cual, su incorporación a la educación media superior y superior, como propone el candidato de Morena, resulta un proceso complicado, dado que no se trata sólo de una cuestión de cobertura educativa, sino de abatir el rezago que arrastran.
Su condición educativa también es un hándicap en el ámbito laboral. La falta de conocimientos y competencias laborales reduce sus posibilidades de acceder a empleos formales bien remunerados.
En su mayoría, los “ninis” pertenecen a hogares de escasos recursos que habitan en barrios y colonias marginadas o periféricas de las ciudades. Los entornos proximales –familia y escuela–, conjugados con contextos comunitarios y socioeconómicos adversos, son factores que, asociados a ciertas normas culturales, resultan determinantes para que los jóvenes abandonen la escuela y se encuentren, también, fuera del trabajo (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016).
Pensar que la pobreza es la principal razón que incita a la gente a cometer un delito es una explicación reduccionista del fenómeno, que lo único que propicia es una mayor conflictividad social, y que hace caso omiso de las relaciones y dinámicas que se establecen en la familia, la escuela y la comunidad, espacios en los que crecen, se desarrollan y moldean las percepciones y conductas de las personas.
Si bien en México los jóvenes son el grupo que aporta el mayor número de víctimas y de victimarios, considerar que los “ninis” en su conjunto tienen una propensión mayor a cometer delitos es una extrapolación falsa que desconoce la dinámica, las características y las manifestaciones del fenómeno.
Un estudio reciente, elaborado para el Banco Interamericano de Desarrollo (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016), presenta evidencia sobre la correlación entre los “ninis” y la inseguridad en México.
Entre sus hallazgos los autores revelan que la población en riesgo de asumir conductas antisociales y delictivas son los “ninis” varones, y particularmente aquellos que radican en la frontera norte (ver gráfico):
“… la proporción de ‘ninis’ hombres entre 19 y 24 años de edad, por sí sólo, no se correlaciona con la tasa de homicidios durante todo el periodo (1995-2013). Sin embargo […] los autores encuentran que entre 2008 y 2013, cuando se triplicaron las tasas de homicidios en México, existe una correlación positiva y significativa entre la proporción de ninis y la tasa de homicidios. También se registra una correlación positiva y significativa entre los ninis y las tasas de homicidios en los estados fronterizos con Estados Unidos, una región muy afectada tanto por el crimen organizado como por la crisis económica de 2008 y 2009”.
Sin duda los “ninis” son un tema que debe ser incorporado a la agenda electoral; sin embargo, ya sea desde la perspectiva social o desde la de seguridad, el fenómeno debe ser abordado con una visión integral y multidisciplinaria, capaz de dar respuesta a su complejidad.
Proponer como alternativa de solución un programa de transferencias monetarias es insuficiente, nada garantiza que la entrega de 3 mil 600 pesos mensuales sirva de red de contención frente al crimen, especialmente en esta sociedad, en la que, el valor de las personas está mediado por el nivel de consumo.
Desde la década de los 90 la política social se ha basado en este tipo de programas, que, si bien ayudan a paliar los problemas, no los resuelven. Dicha política ha generado una profunda dependencia entre aquellos grupos que las reciben –clientelas–.
Los “ninis” necesitan algo más, requieren de acciones y programas que los doten de las condiciones y habilidades para transformar su circunstancia, los alejen de la violencia y les permitan construir proyectos de vida que les aseguren un mejor futuro.
Francisco Robles Berlanga. Maestro en Políticas Públicas Comparadas (FLACSO), experto en seguridad y Prevención
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