En estos días, del 7 al 19 de diciembre, y ante una notoria desatención por parte de los medios y del mundo, se realiza en Montreal la 15ª Conferencia de las Partes (COP 15) de la Convención sobre Biodiversidad (CDB). La falta de interés no se debe mundial de futbol, o no solo, sino a la baja prioridad que se le otorga a la protección y conservación de los ecosistemas, que son esenciales para el bienestar y el futuro humano.
Escrito por: Enrique Provencio D.
La asistencia de delegaciones oficiales a la COP 15 de la CDB y la concurrencia masiva de organizaciones no gubernamentales y académicas, de especialistas y medios de comunicación, muestran, sin embargo, que hay una gran preocupación por reforzar las acciones para frenar el deterioro y la degradación de los ecosistemas, y para salvar los servicios ambientales que estos nos proporcionan.
Hay una disonancia global, una más: sabemos, y está suficientemente investigado y demostrado, que de seguir como vamos, seguiremos destruyendo el basamento natural sobre el que se sostienen los sistemas productivos y sociales, el soporte del que depende nuestro bienestar y desarrollo, pero a la vez postergamos una acción más decidida para poner un alto a esa destrucción. No hay un sentido de urgencia y alerta a la altura de lo que sabemos y necesitamos, y, además, la CDB sigue a la sombra de las negociaciones climáticas, cuando ambas dimensiones se complementan.
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La protección de la biodiversidad y la transición climática no son excluyentes, se sabe muy bien, sino que se puede trabajar en forma convergente en ambos propósitos, pero en los hechos tanto la ONU como los gobiernos y las sociedades hemos enfatizado la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero reduciendo la prioridad, los recursos financieros, los esfuerzos de intervención en general, que merece la aplicación de la CDB. Al menos una tercera parte de la reducción de emisiones comprometidas en el Acuerdo de París, depende de las llamadas soluciones basadas en la naturaleza.
Hay que recordar que en el caso de México la CONABIO se empeñó durante tres décadas en lograr que la CDB tuviera la prioridad que merece, tanto en la atención del público, de los productores y los consumidores, como en en la jerarquía de las políticas públicas. Gracias al trabajo de los equipos dirigidos por el Dr. José Sarukhán, el Dr. Jorge Soberón M. y muchas personas más, se sistematizó el conocimiento y se generó información, se formularon reportes nacionales y programas de acción, se capacitaron equipos de trabajo y, para decirlo en breve, se logró una institución del más alto nivel y reconocimiento en el mundo, que permitió la presencia activa de México en las negociaciones internacionales de este tema.
Tenemos, por cierto, una estrategia de largo plazo que formuló CONABIO junto con muchos grupos de todo tipo https://www.biodiversidad.gob.mx/pais/enbiomex , que no solo proporciona un horizonte de acción y una ruta para proteger efectivamente los ecosistemas, sino que además está vigente, aunque desatendida por las autoridades. Ahí, en la Estrategia Nacional sobre Biodiversidad en México 2016-2030, se condesa lo que deberíamos estar llevando a cabo para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en lo que corresponde, en una lógica de bienestar de las comunidades propietarias de los recursos naturales, es decir, de una buena parte de la población pobre, y de la sociedad. Es hora de retomar esta estrategia. Sin la protección de la biodiversidad no podremos erradicar el hambre ni alcanzar la seguridad alimentaria de manera sustentable ni alcanzar otras metas de los ODS.
A esta COP 15 se llegó con un mal balance. Al cierre de la década pasada, la evaluación Plan Estratégico para la Diversidad Biológica muestra que “En el plano mundial, no se ha logrado plenamente ninguna de las 20 metas, aunque 6 metas se han logrado parcialmente. Si se examinan los 60 elementos específicos de las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, 7 se han logrado y 38 muestran avances”. Por su parte, los análisis basados en indicadores revelan que las tendencias “relacionadas con los impulsores de pérdida de diversidad biológica y con el estado actual de la diversidad biológica en sí misma muestran un importante deterioro” https://www.cbd.int/gbo/gbo5/publication/gbo-5-spm-es.pdf Solo los indicadores relacionados de medidas institucionales o de procedimiento son positivos.
Pese a todo, hay avances que no deben pasarse por alto. Por ejemplo, la deforestación se está desacelerando, hay casos de éxito en el control de especies exóticas y las áreas protegidas terrestres pasaron de 10 a 15 % de la superficie global. Son pocas las mejoras, pero muestran que son posibles los logros más palpables, y que “aún no es demasiado tarde para desacelerar, detener y eventualmente revertir las tendencias de la disminución de la diversidad biológica” (ibid). Esta COP 15 está obligada a comprometer metas más ambiciosas, justamente porque las previas no se alcanzaron en su mayoría, y porque cada vez hay menos tiempo y menor margen de maniobra.
En esa dirección trabajan decenas de miles de personas, organizaciones e instituciones involucradas en la protección de la biodiversidad, muchas de las cuales dejan su pellejo en las agotadoras jornadas de las COP y de tantas sesiones previas. Los nuevos acuerdos enfrentarán un camino cuesta arriba, con financiamiento insuficiente y otros medios de ejecución que también se quedarán cortos, pero que a pesar de todo no dejan otra opción aparte de seguir buscando soluciones multilaterales que luego deben ser aplicadas en los países. Siempre ha sido de este modo, así que habrá que ver que ocurre con nuestra política nacional de biodiversidad luego de esta COP 15. Estamos ante una nueva y urgente llamada para proteger la biodiversidad y los servicios ambientales, para protegernos como sociedad y a nosotros mismos.
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