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Cambio ambiental global y desarrollo social

por José Sarukhán

Agradezco a México Social la invitación a participar en este número dedicado a las implicaciones que tienen los dos componentes centrales del cambio ambiental global en el desarrollo social y económico: el primer componente es la pérdida de los ecosistemas que, además de contener la diversidad biológica existente, nos proveen de los servicios ambientales de los que la vida en general y nuestro bienestar en especial dependen; el segundo se refiere a las consecuencias que el tipo de desarrollo económico que los países afluentes han adoptado –casi totalmente dependiente del uso de combustibles fósiles- tiene sobre el cambio climático


Sin embargo, ésta es una temática amplísima. He escogido centrarme en el tema de la biodiversidad de la que dependemos de manera total y, dentro de ella, a un par de temas que me parecen de especial interés:

1.La importancia del impulso a las empresas sociales comunitarias que viven en y de los ecosistemas naturales del país y su significado ecológico, social y económico para México; y 2) la participación de la sociedad como un mecanismo central para influir en la conducción de los esfuerzos de los tres niveles de gobierno del país para conservar y manejar sustentablemente la diversidad biológica, que es patri­monio de todos los mexicanos: los del presente y los del futuro. Termino re­firiéndome a la relevancia que puede tener para México la realización de la decimotercera Conferencia de las Par­tes (COP13) del Convenio de la Diver­sidad Biológica hacia fines de 2016.

Empresas sociales comunitarias

Una forma especialmente apropiada de conservar o manejar sustentable­mente nuestro capital natural, y si­multáneamente ayudar a resolver la marginación social y económica del 20% más pobre de nuestra sociedad, es a través del estímulo al establecimiento y funcionamiento de empresas comunitarias o sociales. Hay una gama de ellas en el país que han sido reseñadas parcialmente en el libro Patrimonio Natural de México, cien casos de éxito (Carabias, Sarukhán, de la Maza y Galindo, Conabio, 2010 http://bit.ly/1ryA2Fu). Me referiré por falta de espacio a un solo tipo de ellas: las empresas comunitarias forestales.

En su reciente libro A vuelo de pájaro: las condiciones de las comunidades con bosques templados en México (Conabio, 2014 http://bit.ly/1OgZOmO), Leticia Merino y Ana Eugenia Martínez presentan una completa visión estadística de las operaciones de empresas forestales sustentables. Algunas observaciones notables de la obra son las siguientes: casi la mitad de las empresas tienen áreas comunitarias de conservación y más de la mitad demuestran conservar mejor la cobertura forestal y la fauna de su superficie que las Áreas Naturales Protegidas vecinas, muchas de ellas cuentan con programas aprobados de manejo forestal, la integración vertical de la producción forestal se ha incrementado importantemente, etcétera.

¿Cómo explicar una política gubernamental acerca del desarrollo rural de las comunidades dueñas de ecosistemas boscosos tan precaria y limitante? ¿Es el cansancio de años de “costumbre” gubernamental de no darle valor a la organización social comunitaria y a los muchos productos del capital natural? ¿O seguimos aplicando una política de Estado que sigue considerando a México como un país eminentemente agrícola (cosa que no es) e ignora la actividad forestal en sus muy variadas formas; una política desinteresada en que esas comunidades tengan un claro y real camino al desarrollo como empresarios que aprovechen su capital natural (su único capital) y a un profundo cambio mental que los empodere como dueños y diseñadores de su futuro, sacándolos de su condición de marginación económica y social?

Las relaciones de la sociedad con la biodiversidad

Los problemas ambientales globales que sufrimos en este planeta o en nuestro país son producto del comportamiento de cada uno de nosotros y de los estilos de vida por los que hemos decidido optar. Cambiar de comportamiento supone, antes que nada, conocimiento y entendimiento claro acerca de las consecuencias de los mismos, lo cual no se puede adquirir sin una amplia oferta de información honesta, creíble, accesible y pertinente. Los medios (prensa, radio, televisión) juegan en México –con pocas y honrosas excepciones- un papel muy tangencial en ofrecer tal información al público, a pesar de que está cada vez más presente en cantidades crecientes en los medios digitales. La mayor parte de los patrocinadores de esos medios no tienen interés en propagar información que casi siempre va en contra de sus intereses en una economía de consumo sin límites.

Son las instancias académicas o federales públicas, fundamentalmente del área ambiental, las que aportan la mayor parte de tal información creíble, accesible y honesta al público en nuestro país. El caso que mejor conozco, el de Conabio, recibe aproximadamente 50,000 visitantes diarios y ha preparado multitud de materiales para todos los públicos, incluyendo el infantil, y su página para niños es parte de los contenidos de las tabletas y computadoras repartidas por la SEP en 5º y 6º de primaria (http://www.enciclovida.mx/, http://www.paismaravillas.mx/).

Pero desde hace años se ha abordado una nueva estrategia que va más allá de transmitir información científica accesible al público que consiste en convertir a este público en parte del proceso de generación de información acerca de la biodiversidad de México a través de la ciencia ciudadana (http://www.naturalista.mx/, http://ebird.org/content/averaves/). Esto, además de representar una fuente de información de una amplitud geográfica que sería imposible de lograr de otra manera, representa una forma especialmente efectiva de educar y atraer a la sociedad a conocer y valorar la naturaleza que la rodea, convirtiéndola en aliada insuperable para la conservación y la protección de la diversidad biológica de México. Sólo con una sociedad honesta y eficazmente informada podremos acelerar los cambios para que este país ofrezca a sus habitantes un ambiente más digno para vivir, un futuro más seguro con más opciones de respuesta ante un clima cambiante y poco predecible y una sociedad con mayor equidad y justicia.

La COP13 en México

En otro orden de ideas, por razones circunstanciales pude ser testigo de la conversación de la cual surgió el compromiso que nuestro país ha adquirido para ser anfitrión de la Conferencia de las Partes número 13 del Convenio de Diversidad Biológica. Ocurrió en una reunión de ministros del medio ambiente de Latinoamérica en Los Cabos; al final de las sesiones en la noche estaban platicando el Secretario Juan José Guerra y el Secretario del Convenio de Diversidad Biológica, el Doctor Braulio Ferreira de Souza Dias, en un pequeño grupo de personas. Yo charlaba en otro lugar con algunos amigos cuando recibí un mensaje del Secretario, que me invitaba a unirme a su conversación. Apenas me uní al grupo al que me invitaban, el Secretario Guerra me soltó la pregunta ¿qué le parece que México organice la siguiente COP de biodiversidad? Después de lo cual Braulio Ferreira de Souza Dias comentó de inmediato que esa propuesta significaba un reconocimiento de la comunidad internacional al liderazgo mundial que el Estado mexicano ha alcanzado en el campo de la biodiversidad.

Mi respuesta fue un tanto mezclada: por un lado –dije– representa un enorme trabajo, un costo considerable en las circunstancias económicas de México y una seria responsabilidad internacional que nuestro país asumiría; por el otro, puede ser un foro muy importante para impulsar internamente, en la agenda pública del país, el tema del capital natural. Creo que México tendría mucho que presumir –y de mucho valor– ahora que se quiere mejorar la “marca país” con los esfuerzos ejemplares que sus gobiernos, su academia y su sociedad han hecho en los últimos cuatro o cinco lustros en lo referente a crear estructuras institucionales legales y operativas y crear capital humano capacitado para conocer, conservar y manejar de forma racional la porción de su capital natural que llamamos biodiversidad, especialmente en los seis años iniciales de la existencia de una Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, cuando se sentaron las bases de la política ambiental actual.

Poder mostrar los resultados de todo ese tiempo en organismos como la Conabio, la CONANP, la CONAFOR, en herramientas de manejo como los planes de ordenamiento territorial, las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre, etcétera, es algo que muy pocos países pueden ufanarse de mostrar. Pero ello requiere no sólo que quienes laboran actualmente, o los muchos que lo han hecho en estos cuatro o cinco lustros, muestren y expliquen esos logros. Es necesario que el mismo Presidente de la República, cuando se dirija a la comunidad internacional en el foro de la COP, explique y presuma estos logros del país. Estos son los mejores ejemplos que dignifican la imagen de México, pero también es la forma de reconocer internamente el esfuerzo que nuestro país ha hecho a este respecto, para mantener y continuar con mayor empuje este trabajo esencial para el país, en el futuro inmediato y a largo plazo.

José Sarukhán
Coordinador Nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
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