En el marco de la reciente 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, dijo es apremiante firmar un “pacto histórico” para lograr una transición energética y atender los efectos del cambio climático, de no ser así “estaremos condenados”, siendo nuestra encrucijada “cooperar o morir”. La urgencia de incrementar la acción climática y la cooperación se presenta en un momento político poco conveniente, pero sobre todo hace frente a la resistencia de dar un giro de 180 grados al modelo económico que nos ha traído hasta aquí.
Escrito por: Blanca Elena Gómez García
Con las irremediables consecuencias del cambio climático, una serie de derechos está en riesgo, particularmente el de la alimentación, condicionado ya por un sistema alimentario oligopolizado que acapara insumos que serán cada vez más escasos. Según el Atlas de la Agroindustria 2019 de la Fundación Heinrich Böll, identifica a las cinco industrias y comercios agroindustriales más poderosos en la actualidad. En las industrias, es decir, las empresas que se enfocan en ventas de productos agrícolas y alimentos, encontramos a Nestlé, PepsiCo, JBS, Coca Cola, y Anheurser Busch-InBev.
Las empresas comerciales más poderosas, es decir, aquellas que se dedican a la venta de productos agrícolas para alimentación y otros fines, son Walmart, Cargill, Costco, Kroger, y Tesco. Estas empresas acaparan el 80% de las tierras productivas del mundo, ya sea que las compren o que las arrienden, se adueñan de enormes extensiones de tierra donde lo que principalmente se produce son monocultivos incentivados por las dinámicas de mercado. De este modo, llama la atención el incremento vertiginoso en la producción de cuatro insumos: el aceite de palma, el maíz, el azúcar y la soya ya que éstos no solo se utilizan como alimentos, sino que también son usados como forraje, agrocombustibles y como materias primas para otras industrias.
El mayor reto en este contexto, es cómo garantizar la producción de alimentos suficientes y nutritivos, bajo un enfoque de soberanía alimentaria, en favor de la promoción del derecho humano a alimentación. Además de las tierras, el agua es otro insumo acaparado por la agroindustria, ya que es un recurso vital en la producción. Por poner un ejemplo, en 2015 Coca-Cola reportó el uso de aproximadamente 300 mil millones de litros de agua, cifra equivalente al consumo anual de Ghana.
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Finalmente, otro reto que enfrenta el sector se encuentra vinculado al incremento sistemático de la población mundial. Según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), al finalizar 2022, alcanzaremos los 8000 millones de personas, y se prevé que para 2050 seremos 9000 millones. Bajo este contexto, el sector agrícola tiene el reto de elevar su producción entre un 30 % y un 50 % para el año 2050, a fin de garantizar la alimentación de la población mundial.
Sumado a los hechos expuestos anteriormente, el desafío que enfrenta el sistema agrícola actual es poder producir más alimentos utilizando menos recursos, menos tierra, con menos agua y menos energía, y al mismo tiempo que esos productos tengan mayor calidad, sean más sanos y más nutritivos. Es así, que la ciencia y la tecnología, aplicadas a la agricultura, se presentan como herramientas clave para hacer frente de forma integral a los desafíos del sector.
Según datos del Informe Mundial de la Ciencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) los países latinoamericanos invirtieron tan solo entre 0.6 % y 0.7 % de su Producto Interno Bruto (PIB) en el desarrollo de ciencia y tecnología en sus territorios durante 2021, mientras que los países desarrollados invierten un promedio de 3 a 4 % de sus PIB. Si bien, la disparidad entre los Estados en desarrollo y los Estados desarrollados es evidente tan solo con estos datos, sorprende sumar la desigualdad de las instituciones públicas frente a las empresas agroalimentarias, ya que éstas últimas invierten un estimado de 7,300 millones de dólares anuales en investigación dentro de su sector, una suma superior a los presupuestos de países como Costa Rica o Guatemala.
A nivel mundial, se pueden encontrar diversas velocidades de incorporación de la ciencia y la tecnología en el sector agrícola. Los países pioneros en implementar sistemas integrales de la agricultura de precisión son Estados Unidos, Canadá, Australia, Inglaterra, Francia, y España. En América Latina los países líderes en la materia son Argentina y Brasil, es importante detenerse un poco aquí, ya que, derivado de su papel en sistema agrícola internacional, esta región debe acelerar la inversión en el sector pues concentra el 13 % de la producción agrícola global, tiene el 23% de las tierras cultivables del planeta, junto con el 30 % de las reservas de agua dulce.
No cabe duda que la incorporación de la ciencia y la tecnología en el ciclo de producción agrícola, permite el uso eficiente de recursos, así como la reducción de desperdicios. Frente a los retos que plantea el cambio climático, es importante que la incorporación de la ciencia y la tecnología se haga de forma acelerada, buscando las vías más democráticas posibles, donde la reducción de las brechas de desigualdad en inversión y acceso al conocimiento y la información sea el eje rector.
Debemos tener en cuenta que el 30 % de la población mundial trabaja en la agricultura, sector que además incluye a cerca de 500 millones de pequeños productores que a su vez son responsables del 70 % de la comida que se consume en el planeta. Resulta preocupante que, en las tendencias actuales, los pequeños productores se encuentran en completa desventaja frente a la gran inversión y acaparamiento de conocimiento en la materia que mantienen las empresas privadas. En América Latina 60 millones de personas dependen del sector agrícola, es por ello que para nuestra región es de vital importancia lograr sistemas agroalimentarios resilientes, y la cooperación internacional para el desarrollo puede ser una herramienta estratégica para ello.
Hoy la denominada Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son el marco de referencia que definen las agendas de cooperación, particularmente, el ODS 2 “Hambre Cero” brinda la guía de acción a seguir. Para lograr la consecución del ODS 2, Naciones Unidas estableció seis objetivos de resultados principales: (1) acabar con el hambre y mejorar el acceso a los alimentos, (2) poner fin a todas las formas de malnutrición, (3) promover la productividad agrícola, (4) generar sistemas sostenibles de producción de alimentos y prácticas agrícolas resilientes, (5) proteger la diversidad genética de semillas, plantas cultivadas y animales de granja y domesticados, (6) garantizar inversiones, investigación y tecnología para el sector.
En el marco regional, podemos identificar diversas iniciativas de cooperación en marcha, por ejemplo, en la subregión de América del Norte se encuentran aquellas provenientes del marco de cooperación que provee la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), institución que facilita la cooperación efectiva y la participación ciudadana en los esfuerzos de conservación, protección y mejoramiento del medio ambiente de América del Norte. La CCA impulsa la cooperación trilateral entre México, Estados Unidos y Canadá en cinco temas principales: la implementación de la legislación con enfoque climático, efectos del cambio climático, manejo de contaminantes, crecimiento verde, y conservación de ecosistemas.
Dentro de las iniciativas donde podemos identificar se incluye la vertiente del impulso de la incorporación de la ciencia y la tecnología en el sector agrícola, encontramos el proyecto Cuantificación de las emisiones y el almacenamiento de carbono, el cual consiste en apoyar investigaciones científicas dirigidas a la cuantificación de emisiones de gases de efecto invernadero para conocer mejor la dinámica del carbono en los sistemas naturales, a fin de contribuir a la aplicación de estrategias basadas en la naturaleza para regular los procesos climáticos.
Otro ejemplo es el Programa de gestión de energía para cadenas de abasto en América del Norte, cuyo objetivo es implementar un sistema de gestión de energía en cumplimiento con la norma ISO 50001 destinada a mejorar el uso de energía. Un proyecto más que fomenta la incorporación de la ciencia y la tecnología en materia agrícola el de Reducción de desperdicios en la cadena de producción agrícola, el cual, promueve e incentiva el desarrollo de nueva tecnología dirigida a la gestión y reducción de residuos, así como a la generación de bioplásticos.
En América Latina y el Caribe, destacan las iniciativas mapeadas por Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), aunque existen una gran variedad de proyectos en marcha son muy pocas las iniciativas que incluyen directamente la cooperación en materia de ciencia y tecnología aplicada a la agricultura. Por ejemplo, está en marcha el proyecto Discusiones entre Autoridades de Agricultura y Ambiente de los Países de Centroamérica y República Dominicana para la COP 27 en los Temas AFOLU – Agricultura, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra, el cual tiene como objetivo impulsar la mejora ambiental a través del mapeo y desarrollo de mejores sistemas de producción agrícola.
Otro proyecto, es el de Biotecnología agrícola basada en la ciencia, este proyecto resulta controvertido, ya que, aunque busca mejorar la comprensión de temas específicos que se discutieron y se discutirán en las COP, contiene acciones orientadas a aumentar el acceso a mercados para cultivos genéticamente modificados y genomas editados. Un proyecto más, es el de Mejorar el acceso de los jóvenes a la innovación en la agricultura en Barbados, el cual busca la incorporación de este sector de la población en la producción agrícola y la generación de conocimiento en la materia.
Un proyecto más es el de Oportunidades del Agritech en la Diversificación del Sector Agrícola en los Países de la Región Andina, éste busca el mapeo de buenas prácticas e intercambio entre los actores involucrados en la región, esta iniciativa es financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo.
El involucramiento del sector privado en las estrategias de cooperación internacional existentes, así como en el despliegue de iniciativas propias se ha incrementado de forma sustantiva en las últimas décadas. Es importante recordar, que, desde la incorporación del desarrollo sostenible como eje rector de los planes nacionales de desarrollo y las estrategias de cooperación, los actores privados han sido puestos bajo el escrutinio mundial, esto no quiere decir que antes sus acciones pasaran desapercibidas, sino que hoy se les exigen responsabilidad sobre las actividades que desempeñan y que impactan de forma negativa los derechos de la población civil o al medio ambiente. Con esta presión de contexto es que actores privados como fundaciones y empresas se incorporan como actores activos de la cooperación.
Aunque existe un gran número de actores, llama la atención el caso de la Fundación Bill y Melinda Gates, a nivel internacional. La Fundación Bill y Melinda Gates fue creada en 1994, su sede está en Seattle y desde su nacimiento se ha involucrado en el financiamiento e implementación de proyectos de desarrollo muy variados.
En materia agrícola colabora con la red global de investigación agrícola del Consultative Group for International Agricultural Research (CGIAR), la Alianza por la Revolución Verde en África, la fundación African Agricultural Technology Foundation, y numerosas organizaciones internacionales. Además, financia cientos de organizaciones de investigación, de desarrollo y políticas en todo el mundo.
De hecho, en el marco de la COP 27, la Fundación Gates prometió la entrega de 1,400 millones de dólares para ayudar a los pequeños agricultores a hacer frente a los impactos del cambio climático. Aunque el financiamiento desplegado y prometido representa un apoyo considerable en favor del incremento del financiamiento climático, su trabajo ha sido ampliamente criticado ya que, como puede observarse, no pasa desapercibido el hecho de que las dos instituciones africanas con las que trabaja son activas promotoras del uso de paquetes tecnológicos, o semillas genéticamente modificadas, en los procesos agrícolas del continente.
En Centroamérica ha desplegado diversas actividades de la mano de Rainforest Alliance y otros actores como la Fundación Carlos Slim, las críticas que reciben los proyectos desplegados en África, se replican con los proyectos desplegados en Centroamérica y México, basta tener como ejemplo el financiamiento de laboratorios e invernaderos de biociencias y bioseguridad en Texcoco, México, desplegado en conjunto por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Carlos Slim para el desarrollo de investigación y la promoción de la productividad agrícola.
En México, estados como Guanajuato, Sinaloa, Jalisco ya emplean tecnologías en el proceso agrícola con la finalidad de evaluar con mayor precisión la densidad óptima de siembra o estimar la cantidad adecuada de fertilizante e insumos necesarios y predecir con mayor exactitud el rendimiento y la producción de los cultivos, pero la cooperación en el sector es muy incipiente.
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Si bien, el sector privado cuenta con los recursos necesarios para proveer financiamiento estratégico al desarrollo de actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico, la ausencia de marcos regulatorios, de supervisión, y de rendición de cuentas de esta actividad, favorece las suspicacias respecto a los intereses que motivan la incorporación, cada vez más activa, de los agentes privados en la cooperación científica y tecnológica en materia agrícola, sobre todo frente a hechos como el dado a conocer por Forbes, relacionado con que en los últimos años Bill Gates ha comprado más de 97,933.925 hectáreas de tierras de cultivo en Estados Unidos, lo que lo convierte en el principal agricultor del país, o datos de The Land Report que reveló que Gates tiene un patrimonio en tierras de cultivo neto de casi 121 mil millones de dólares.
La cooperación internacional para el desarrollo en materia de ciencia y tecnología vive a dos velocidades, desde el ámbito multilateral y regional, bajo esquemas tradicionales de cooperación, las acciones se concentran en rubros como el intercambio de conocimiento, el mapeo de buenas prácticas, la capacitación en estándares, etc. Muy pocos son los proyectos dirigidos a favorecer la transición de los sistemas agrícolas latinoamericanos hacia esquemas de agricultura de precisión.
En este sentido, si bien, desde el sector privado podemos observar un mayor involucramiento de actores, y la oferta constante de financiamiento sustantivo en la materia, desde los proyectos hasta hoy desplegados, puede observarse una tendencia a la promoción de intereses particulares, que nada tienen que ver con dar atención a los retos que el cambio climático presenta para garantizar la producción de alimentos suficientes con el objetivo de alimentar a una población en crecimiento rampante. Sin lugar a duda, debemos acelerar la acción para lograr la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles y sustentables, donde podamos producir más con menos y con la mayor calidad posible, siempre con un foco de supervisión pública, esto quiere decir, generando marcos regulatorios de la participación del sector privado, con perspectiva de rendición de cuentas, exigibilidad de responsabilidad y resarcimiento de daños, entendiendo que una serie de derechos se encuentra en riesgo.
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