Oscuro cambio de época - Mexico Social

Escrito por 4:00 am contaminación, Destacados, En Portada, Enrique Provencio, Mundo • Un Comentario

Oscuro cambio de época

La fórmula del cambio de época, en su versión actual, lleva al menos diez años en construcción. A mediados de la década pasada, diversas tensiones ya configuraban la idea de que el mundo no estaba solo ante crisis aisladas o surgencias sociales esporádicas, sino que había corrientes más profundas que apuntaban a mutaciones tectónicas planetarias, como algunos las llamaron entonces.

Escrito por:  Enrique Provencio D.

En 2016, por ejemplo, un organismo regional de las Naciones Unidas sostenía que el mundo estaba en “un vertiginoso proceso de cambios, en verdad un cambio de época” a causa de contradicciones innegables que hacía cada vez más insostenible el desarrollo global. En el centro de las tensiones se identificaban los grandes campos de la desigualdad social, las ambivalencias de la revolución tecnológica, la crisis ecológica, las rivalidades comerciales regionales y los reordenamientos geopolíticos, entre otros[1].

Te invitamos a leer: El Super Bowl 2025 y Kendrick Lamar: ¿Resistencia cultural o simulación mercantilizada?

Poco tiempo atrás, en 2014, el ejército ruso había irrumpido en Crimea anexándose ese territorio, en franca violación a las  reglas básicas de las relaciones internacionales. Previamente, las grandes movilizaciones conocidas como la Primavera Árabe, entre 2010 y 2012, colocaron en el mapa las aspiraciones modernizadoras principalmente en países del África mediterránea. Por esos años, y sobre todo en 2011,  las protestas conocidas luego como Occupy Wall Street, hicieron más visibles los reclamos contra la desigualdad en Estados Unidos. La comunicación horizontal e inmediata a través de las redes sociales facilitó la propagación de esas y otras manifestaciones de descontento.

Por su lado, pero en una línea común, en España el movimiento de los indignados se prolongó al menos hasta 2015, mientras en Grecia las huelgas generales y los disturbios de 2010 a 2012 se extendieron como consecuencia de una crisis que se prolongaría varios años después. Para 2015, casi 200 países asumían por fin un compromiso para hacer frente a un calentamiento global cada vez mejor documentado, y la Asamblea General reconocía que sus Metas del Milenio se habían quedado a medias y acordaban otra agenda para los quince años siguientes. De su lado, crecieron los grandes movimientos migratorios y de refugiados, tanto hacia Europa como hacia el norte de América.

Lo que tenían en común esos y otros grandes acontecimientos, era la Gran Recesión de 2008-2009, que impactó en mayor o menor grado a casi todos los países, y que tuvo consecuencias incluso en China, aunque ahí no hubiera sido tan notable la afectación económica. Las respuestas variaron según las regiones o bloques, y las ondas expansivas continuaron durante buena parte de la segunda década del siglo.

La economía mundial ya no volvió a ver el dinamismo previo, y el comercio mundial y las inversiones, si bien ser recuperaron, tampoco regresaron a las tendencias previas. La globalización, cuestionada desde los últimos años del siglo XX, había perdido su brillo y empuje, y aparecían ya las primeras iniciativas proteccionistas o de regionalización, ante la debilidad o la impotencia de la Organización Mundial de Comercio.

Así que hacia 2015-2016, con los ecos cercanos de la Gran Recesión y con tantas expresiones políticas y sociales que emergían por doquier, era razonable eso que tanto enfatizaban la CEPAL y Alicia Bárcena, su entonces directora ejecutiva: que no solo era una época de cambios sino también un cambio de época. Se hablaba de un cambio tectónico de alcance planetario, moldeado por las capas de la nueva delimitación de espacios geográficos de poder económico y político, los mega acuerdos regionales, la gran transición demográfica, la revolución tecnológica que le daba alcance universal a la economía digital, y la crisis ambiental.

Vendría luego la conmoción de la pandemia del Covid-19, la Gran Disrupción y sus amenazas existenciales, que propagó no solo el virus y la muerte, sino también las aspiraciones de cambio para lograr otra normalidad, de humanizar el mundo y de proteger la vida como prioridad principal. Apenas empezaban a regularizarse las actividades alteradas por la pandemia, cuando el ejército invadió de nuevo a Ucrania (24 de febrero de 2022), desequilibrando más las relaciones internacionales, no solo el comercio y los flujos de energía, poniendo en tensión a Europa y acentuando la debilidad de Naciones Unidas para salvaguardar la paz. Otros conflictos y guerras pasaron a segundo plano, sobre todo al año siguiente, cuando el medio oriente ardió de nuevo a partir del 7 de octubre de 2023.

Así que aquel cambio tectónico se intensificó, y emergieron nuevas placas que lo han hecho más intenso, por ejemplo con el descarado ejercicio del poder que revelan los principales grupos económicos y en su influencia en los gobiernos, con el creciente impacto político y cultural de las redes globales de información, o el ataque sistemático a los organismos multilaterales y a la ONU.

Ahora, las sacudidas por los conflictos regionales o binacionales, las decisiones del nuevo presidente estadounidense, los saltos tecnológicos de la inteligencia artificial, las evidencias actualizadas de la crisis climática o las crecientes amenazas a los sistemas democráticos, entre otras, le dan más densidad a la idea de que nos adentramos más en esa dirección del cambio de época. Aunque esta sea una época más oscura, que poco tiene que ver con la nueva normalidad esperada en los meses de encierro de la pandemia.

También podría interesarte: Philip Johnson: El Visionario de la Arquitectura Moderna y Postmoderna


(Visited 83 times, 1 visits today)
Cerrar