¡Qué vivas tiempos interesantes! El deseo ha sido concedido por los Dioses, pero con filo. El tiempo actual es más que interesante, dramático. Con la fuerza de las primeras cuatro notas de la Quinta de Beethoven, el Destino golpea las puertas de la humanidad con pandemia, guerra, calentamiento global; inflación al alza que empuja millones a la pobreza y migración, desaceleración económica y precarización laboral. Todo ello inaugura ya otra década perdida en el desarrollo latinoamericano con, además, alarmante deterioro en el ejercicio de muchas democracias y el surgimiento aquí y allá de regímenes autoritarios, populistas de variados signos y máscaras. ¿Qué retos enfrenta el desarrollo latinoamericano? En su respuesta sigue igual de relevante lo escrito por Don Raúl Prebisch hace 50 años:
Escrito por: Juan Carlos Moreno-Brid, Profesor de la Facultad de Economía, UNAM, con Edgar Pérez Medina y Lorenzo Nalin [1]
“No enfrentamos nuevos problemas, sino viejos que se han vuelto muy severos.”[2]
Efectivamente, tal y como afirma la CEPAL en su documento del trigésimo noveno período de sesiones, “Hacia la Transformación del Modelo de Desarrollo en América Latina y el Caribe”, la región lleva décadas con crisis recurrentes, y sin insertarse en una senda de desarrollo robusto, incluyente, sostenible y sustentable. Este reto cobra mayor urgencia por el largo tiempo sin atenderlo; urgencia a la que se añaden otras complicaciones con la fase que atraviesa la globalización.
Para identificar estas complicaciones, comencemos por señalar que la globalización dista de estar muerta. Continúa con fuerza, si bien con cambios y amenazas geopolíticas y de fragmentación económica.[3] Por un lado es un hecho que las noticias, la información -real o falsa- sobre virtualmente todo mercado relevante tiene difusión en tiempo real y con impactos urbi et orbi. Choques en mercados o economías específicas tiene el potencial de incidir de manera casi instantánea en múltiples latitudes y pueblos.
Por otro lado, si bien el comercio internacional perdió impulso desde 2009-10 y colapsó en 2020, con el fin de los lock-downs ha repuntado. En el G-20 su valor ya supera el de 2019,[4] y a nivel mundial, el intercambio crece pari-passu con la actividad industrial.[5] La producción mundial de petróleo al cuarto trimestre de 2022 es tan alta como tres años atrás y la importación de “chips” por parte de Estados Unidos supera en 50% el monto correspondiente del 2019 empujada por alza de precios y de volúmenes.[6] Los servicios van en auge con nuevas prácticas de trabajo, de compra, de consumo, y después de casi dos años de encierro, el turismo también.
También, la perspectiva global sigue marcando las decisiones de inversión en capital fijo de los grandes manufactureros. Con una concurrencia por exportar intensa, las grandes empresas trasnacionales deciden reubicar o construir plantas en el mundo, ahora con consideraciones de cercanía y afinidad (near-shoring y friend-shoring). Ello, en tanto logren atraer inversión extranjera, abre oportunidades a una transformación de la estructura productiva y del potencial de crecimiento de México, de economías de Centroamérica y otras más en la región. China no es ajena a esta tendencia y rediseña su matriz de producción bajo la llamada “doble circulación” para recortar distancias entre centros de producción y de consumo. En síntesis, en los mercados de bienes y servicios la globalización va en nueva fase que deja atrás el just-in-time en la gestión de inventarios para dar más atención a la resiliencia en ruta a una suerte de regionalismo abierto.[7]
Asimismo, en los mercados financieros, la globalización marcha con igual o más fuerza que antes, con flujos masivos de capitales de corto plazo en rápido movimiento; en fechas recientes más bien con salidas netas de las economías emergentes. A inicio del 2022, los activos foráneos de la banca mundial ascendían a 30 billones de dólares, el mayor registro desde el 2000; superando por mucho el máximo previo de 2008. (Sandbu, 2022a).
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Esta fase de la globalización abre tanto oportunidades como amenazas al crecimiento económico de la región; ambas ligadas a sus efectos sobre la restricción de balanza de pagos.[8] Al respecto, cabe recordar que una economía está así restringida si la tasa mínima de expansión de su actividad necesaria para crear los empleos que absorban a su creciente fuerza laboral es tal que, de sostenerse, colocaría a la deuda externa en una trayectoria insostenible o, equivalentemente, a su déficit en cuenta corriente en una senda explosiva que desemboca en una crisis de divisas.[9] Esta restricción pesa históricamente en la economía latinoamericana. Hoy de forma aguda. Como alerta la Organización Internacional del Trabajo:
“la multiplicación y traslape de crisis políticas y económicas está -en 2022- amenazando la recuperación de los mercados de trabajo y empleo en el mundo”.[10] América Latina no es excepción.
De la globalización, o la hiper-globalización, lo que está en crisis es su gobernanza. Sus fallas son evidentes desde hace tiempo, y de manera aguda en años recientes. El imparable deterioro ambiental, la fragilidad ante la pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania, las tensiones en los mercados de capitales y cambiarios con efectos adversos en las economías en desarrollo están arrojando a millones a la pobreza, al hambre y la migración.
Comenzando con el aspecto de prevención de conflictos bélicos y la preservación de la paz mundial, es innegable la insuficiencia de gobernanza en la globalización. El Consejo de Seguridad de la ONU está inhabilitado para este reto. Inconcebible debería ser que, a 60 años de la Crisis de los Misiles en Cuba, despertemos cada día ante el esperpento de una posible conflagración nuclear mundial.[11] Cierto es que hay factores de esperanza; muchos, pero insuficientes. Por ejemplo, en julio de 2022 con el conflicto al rojo vivo, la ONU firmó con Ucrania, Rusia y Turquía la Iniciativa de Granos del Mar Negro para restablecer la exportación de granos y fertilizantes de la zona.[12] Entre sus logros está que “desde que se firmaron los acuerdos, las exportaciones de grano de Ucrania y Rusia aumentaron sustancialmente, y los precios de los alimentos bajaron durante seis meses consecutivos”.[13]
En cuanto a la gobernanza del comercio, a las instituciones globales responsables les queda grande la tarea. La OMC carece de la capacidad -y de hecho de la misión- para corregir desbalances estructurales en la dinámica de intercambio en que contadas naciones son las fábricas mundiales y registran amplio superávit mientras que vasta mayoría de economías emergentes son deficitarias y ven bloqueados sus ritmos de expansión por restricciones de balanza de pagos.
En materia ambiental, la mayor falla de mercado en la historia, la gobernanza es muy débil. La concientización mundial de la emergencia no lleva compromisos efectivos para resolverla. Las voluntades de las economías poderosas no convergen en acciones significativas y no hay fondos para que las economías en desarrollo enfrenten estos retos. El Programa de Medio Ambiente de la ONU estima que estas economías requieren en conjunto cerca de 400 mil millones dólares anualmente para instrumentar su adaptación a un alza esperada de la temperatura global de aquí al 2100 “de entre 2.4 y 2.6 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales”.[14] Estimaciones de la inversión requerida en energías limpias colocan estos montos en billones de dólares anualmente. En la reunión de la COP27 en Egipto el secretario general de la ONU, António Guterres, advierte que “los países ricos deben firmar un pacto histórico con los países pobres sobre el clima, de lo contrario la humanidad está condenada”.[15]
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La arquitectura financiera internacional, sobre columnas fracturadas del sistema de Bretton Woods, no es funcional a los tiempos que corren, en un mundo marcado por la hegemonía de la divisa estadounidense.[16] Tan solo una muestra de ello es la tendencia a la acumulación extraordinaria de reservas internacionales en economías emergentes como protección ante la pauta del sector privado a sobre endeudarse en divisas. Ante choques externos adversos, esta estrategia -ineficiente en términos agregados- permite aliviar la restricción externa y, hasta cierto punto, evitar una depreciación mayor de la moneda local.[17] Sin embargo, en contexto de choques adversos globales, no hay acumulación de reservas que proteja a las economías en desarrollo de impactos graves.
El fallo clamoroso más reciente es la impotencia en lograr un acuerdo internacional que frene la apreciación del dólar consecuencia del giro de la Federal Reserve a una política contractiva. Siendo esta la moneda en que la mayoría de bancos centrales acumula reservas, y en la que se fijan precios y cotizaciones de vasta proporción de commodities, bienes, servicios y transacciones financieras, la deficiencia en gobernanza es muy costosa. La apreciación de la divisa de EUA, a través de diversos canales, agudiza la restricción externa de muchas economías emergentes al elevar las cotizaciones internacionales de importaciones clave. Además, constriñe el espacio fiscal al encarecer el crédito y el servicio de la deuda, dificulta su refinanciamiento y mina la inversión pública y privada. También sube probabilidades de default de múltiples empresas e incluso gobiernos en el mundo en desarrollo por descalce cambiario en hojas de balance y flujo de fondos.
Al respecto, la reunión de otoño de 2022 en Washington del Banco Mundial y el FMI fue decepcionante. No se lograron compromisos efectivos por una acción concertada ante la crisis global. El sentir al final es que las economías emergentes están obligadas a buscar salidas de manera individual. Queda por verse si la región puede lograr respuestas colectivas. Ojalá pues ya en la crisis del 2008-09, el FMI no tuvo capacidad financiera suficiente para atender las necesidades respectivas del mundo en desarrollo. Muchas de estas economías optaron por pedir asistencia a bancos de desarrollo, sea por condiciones de acceso o repago. La problemática de fondo no se ha resuelto. Hace unos días, Ahim Steiner, jefe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, declaró en la reunión de la COP27 que “más de 50 de las economías en desarrollo más pobres están en riesgo de caer en default en su deuda externa y en bancarrota efectiva a menos que reciban asistencia de las naciones ricas”.[18]
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[1] Una versión sintética de este texto fue presentada por J.C. Moreno Brid, en el Trigésimo Noveno Período de Sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en Buenos Aires, Argentina, octubre 2022.
[2] Prebisch, Raúl (1979). “Biósfera y Desarrollo”, E/CEPAL/Proy.2/R.22, CEPAL, noviembre.
[3] Martin Wolf argumenta que ya estamos en una fase de desglobalización y con riesgo de ruptura política entre los grandes poderes mundiales lo que puede tener grave impacto en el comercio y las finanzas internacionales, (Ver Wolf, Martin (2002) “Geopolitics is the biggest threat to globalization”, Financial Times, nov.1). En línea similar, el FMI advierte el riesgo creciente de una fragmentación económica en Asia y a nivel mundial (Ver Cerdeiro, Diego et al (2022). “Asia and the World face growing risks from economic fragmentation”, IMF blog, oct.27.)
[4] Sandbu, Martin (2022a). “The death of globalisation has been greatly exaggerated”, Financial Times, may. 26.
[5] Sandbu, Martin (2022b). “Obvious truths’ about inflation that are nothing of the sort”, Financial Times, nov. 3.
[6] Sandbu, Martin (2022a), “The death of globalisation has been greatly exaggerated”, Financial Times, may. 26.
[7] Una aproximación pionera a este concepto se encuentra en CEPAL (1994). “El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe: la integración económica al servicio de la transformación productiva con equidad”, Santiago de Chile.
[8] Ver los trabajos seminales de Thirlwall y Mc. Combie y, desde una perspectiva latinoamericana, de Prebisch.
[9] Singh, Ajit, (1977). “UK Industry and the World Economy: A Case of De-industrialization?”, Cambridge Journal of Economics, vol. 1, No. 2, 113-36.
[10] Organización Internacional del Trabajo (2022). “Monitor on the world of work. Tenth edition: Multiple crises threaten the global labour market recovery”, OIT, Ginebra, oct. 31.
[11] Para un análisis profundo de las causas estructurales detrás de esta problemática véase Khrushcheva, Nina (2022). “From Cuban Missiles to Putin’s Crisis”, Project Syndicate, oct. 27.
[12] Más específicamente, dicha iniciativa tuvo la participación activa de UNCTAD y de la Secretaría General Adjunta para Asuntos Humanitarios.
[13] “Ucrania y Rusia representan aproximadamente el 30% de las exportaciones mundiales de trigo y cebada, una quinta parte del maíz y más de la mitad del aceite de girasol. Rusia es también el mayor exportador mundial de fertilizantes, con un 15% de las exportaciones mundiales…La ONU y Rusia también firmaron un acuerdo paralelo sobre la exportación de cereales y fertilizantes.” Fuente ONU (2022), Noticias ONU, oct. 31.
[14] Hodgson, Camila (2022). “Developing countries need up to $340bn a year to adapt to extreme weather, says UN”. Financial Times, nov. 3.
[15] Harvey, Fionna (2022). “UN chief warns ‘we will be doomed’ without historic climate pact” The Guardian, nov. 4.
[16] Una discusión sobre las consecuencias de dicha hegemonía del dólar y como reducirla se encuentran en Subramanian, Arvind (2022). “The Case for Structural Financial Deglobalization”, Project Syndicate, oct. 28.
[17] Devereux, Michael B. y Steve Pak Yeung Wu, (2022). “Foreign Reserves Management and Original Sin”, NBER Working Paper 30418, sept.
[18] Harvey, Fionna (2022).” More than 50 poor countries in danger of bankruptcy” The Guardian, nov.10
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