El patrimonio cultural de México es uno de los más vastos y ricos del planeta. De acuerdo con la lista del Patrimonio Mundial que tiene la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO), cuya directora en México es la señora Nuria Sanz, nuestro país ocupa el 7º lugar mundial en cuanto al número de sitios catalogados como patrimonio cultural o natural del mundo.
Lo anterior sin considerar que solo el Camino Real de Tierra Adentro (o Camino de la Plata) incluye a cinco sitios ya catalogados en sí mismos en la lista mundial, además de otros 55 sitios, distribuidos a lo largo de los 1,400 kilómetros que están incluidos en la catalogación de este sitio.
El tema es relevante, porque haber llegado a la rehabilitación, conservación y recuperación de estos sitios ha implicado importantes inversiones de recursos financieros, humanos, técnicos y materiales a lo largo de los últimos 50 años.
A pesar de todo, estas inversiones resultan a todas luces limitadas e insuficientes, pues, como lo han demandado numerosos expertos, es urgente inundar de cultura y más cultura a nuestro país.
Desde esta perspectiva, no es exagerado decir que el patrimonio cultural prehispánico es uno de los ámbitos que requieren una mayor inversión, mucha más investigación y muchos más recursos, pues, además de proteger con ello nuestro patrimonio y herencia arquitectónica y urbanística, podrían ponerse en marcha un sinfín de proyectos para la creación o consolidación de destinos turísticos, sobre todo ahora que se ha anunciado, por quien será el próximo secretario de Turismo, Miguel Torruco, que uno de los objetivos centrales del gobierno de López Obrador será consolidar a México como una potencia turística internacional.
Para lograr lo anterior, será preciso que de forma urgente se potencien los mecanismos de cooperación entre la Secretaría de Turismo y la Secretaría de Cultura, al frente de la cual estará Alejandra Frausto. De lograrse una dinámica de trabajo coordinada y eficaz, las políticas de conservación y protección del patrimonio cultural podrían sobre todo articularse a fin de potenciar la identidad y la cohesión social en nuestro país.
La Cañada de la Virgen es el nombre del sitio arqueológico ubicado en el municipio de San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato: su localización está en la comunidad denominada como Don Sebastián.
Como peculiaridad geográfica, destaca que el sitio se ubica en las laderas del Río Laja, el cual constituía una de las “fronteras” naturales de Mesoamérica, respecto de lo que es considerado el norte y territorio natural de los chichimecas y otras culturas nómadas o seminómadas del que es hoy nuestro territorio nacional.
De acuerdo con los estudios que se han realizado en esta zona, se trataba de un centro ceremonial que estuvo vigente desde aproximadamente el año 540 y 1050 después de Cristo; era un espacio exclusivo para ser habitado por los sacerdotes y jerarcas de la zona, la cual era parte de la cultura otomí.
Hasta ahora, según explican los guías del sitio arqueológico, solo se encuentra excavado y rescatado el 30% de lo que es el complejo en su totalidad. Lo que hoy se encuentra abierto al público consta de cuatro bloques, que tienen la estructura de patios hundidos, rematados por templos piramidales.
Los edificios más emblemáticos que pueden apreciarse en el sitio son: la Casa de los 13 cielos, por cuyo pórtico, en los solsticios de verano e invierno puede apreciarse el paso del sol por su pórtico; la Casa del viento, y la Casa de la noche.
Lo mismo puede decirse de los otros sitios arqueológicos que están abiertos al público, y que se encuentran en los municipios de Abasolo (sitio arqueológico de Peralta), Pénjamo (sitio arqueológico de Plazuelas) y Victoria (pinturas rupestres de Arroyo Seco).
De acuerdo con la nota de la Revista Expansión, fechada el 12 de febrero del 2011, la rehabilitación del sitio arqueológico de Cañada de la Virgen requirió, en su última etapa, una inversión de alrededor de 18 millones de pesos .
Se trata de una cifra que, en una de las entidades con mayor PIB del país, podría incrementarse de manera significativa si hubiese la voluntad política para hacerlo, y con ello avanzar hacia la rehabilitación del sitio completo, pero también de los otros que ya están abiertos al público, así como de todos los que ya hayan sido identificados, y para los cuales no se han destinado los recursos suficientes.
Una de las mejores formas de fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia a una comunidad o un estado, es revalorar lo que somos actualmente y también como depositarios de múltiples tradiciones e historias.
Desde esta perspectiva, si algo no se ha llevado a cabo en el estado de Guanajuato, ni en todo el país, es convertir a sus habitantes en turistas de sus propios entornos.
Lo anterior tiene mayor sentido si se piensa que es difícil lograr que las personas se sientan parte de una entidad si no conocen sus propias raíces y si no tienen conocimiento del valor que tienen alrededor ni de la relevancia de cuidar lo que culturalmente es patrimonio, no solo de Guanajuato, sino de la historia mexicana.
En esa lógica, es de suma relevancia que se diseñen nuevas estrategias para lograr que todas las niñas, los niños y adolescentes de la entidad puedan apropiarse de este patrimonio. Eso no es costoso, pues implica tener un programa de visitas y de difusión que permitiría que, en un corto plazo, el conocimiento de estas zonas se convierta en “saber común” en la entidad.
Guanajuato cuenta con varios de los festivales culturales más relevantes de América Latina, como el Festival Internacional Cervantino, el Festival de Música Barroca de San Miguel de Allende y el Festival de Cine de Guanajuato.
Además de lo anterior, la relevancia que tiene la entidad en la historia nacional la convierte en un destino turístico y cultural privilegiado en el país. Por ello, debería modificarse la perspectiva e incrementar sustantivamente el presupuesto para el rescate y conservación de los sitios, así como para la promoción y el mejoramiento de los servicios otorgados tanto por el sector turístico, como por el propio Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Lo anterior exige de acciones coordinadas y acuerdos para la promoción del desarrollo en los entornos de los sitios arqueológicos, pues lo que es cierto es que las comunidades en las que se ubican estas joyas del pasado prehispánico están caracterizadas por la pobreza y la marginación.
Construir una nueva política para el desarrollo centrada en la apropiación, la conservación, el cuidado y el aprovechamiento del patrimonio cultural puede convertirse en una potente experiencia de desarrollo local, pero ello implica un urgente rediseño de las políticas, programas y presupuestos que se destinan en la materia.
Rescatar al país de la violencia, de la pobreza y de la marginación exige de una nueva visión y curso de desarrollo, los cuales pueden encontrar en el patrimonio cultural y arquitectónico un detonante invaluable.
Debe entenderse, y de manera pronta, que México no puede mantener esta riqueza como “accesorio o espacio decorativo” de un paisaje dominado por la carencia y la violencia. Por el contrario, en su rescate, nos jugamos la posibilidad de recuperar los espacios olvidados de México y salvar a la gente más olvidada del país.