Dadas las fechas en las que nos encontramos, que deberían ser de júbilo, y que desafortunadamente están ensombrecidas por una realidad que no esperábamos, he querido compartir con ustedes un texto que, sin minimizar los hechos, vaya más allá de los temas de la política, sociales, económicos o de salud, que sin duda nos agobian. Quisiera dejar una reflexión a partir de una de mis pasiones que, es también una reflexión sobre la vida: el vino.
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En octubre de 2014, editorial Acantilado publica la primera edición en español del libro de Béla Hamvas “La Filosofía del Vino”, un texto en el que más allá de un recorrido por aquellos caldos poco explorados en América, constituye una apología y una exaltación al sovoir vivre: “Al final quedaron dos, Dios y el vino”.
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Coincido con quienes consideran que no es raro que el amor por la sabiduría suela ir acompañado por la afición al vino. El conocimiento del vino requiere el mismo trabajo que el del pensamiento filosófico más profundo. En ambos placeres se requiere buscar la verdad a través de la percepción de lo sensible.
La filosofía busca ir más allá de la apariencia, y en la degustación de un buen vino el catador hace un esfuerzo para captar la magia de los elementos que se perciben en la vista, la nariz y el gusto, lo que tiene mucho que ver con las facultades del entendimiento.
“Hay que admitir que el arte de beber no tiene su propia Musa, pero a pesar de ello sólo pueden apreciar un buen vino las personas que se dedican a cultivar las musas, que leen poesía y que son capaces de disfrutar de la música aunque no sean músicos y de apreciar las artes. Estas personas también saben escoger el momento oportuno para trabajar, para pasear, para dormir, para conversar y para leer; sólo ellas saben que el amor y el vino, en cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier manera”.
Nos platica Jean-Pierre Vernant que “existe, un lugar en Grecia cerca de Corinto, la llanura de Mecone, donde dioses y hombres vivían mezclados. Compartiendo las mismas comidas, se sentaban a las mismas mesas y celebran banquetes juntos. Que los dioses y los hombres estuviesen mezclados significa que cada día era un día de fiesta, un día de dicha. Comían, bebían, se divertían, escuchaban cantar a las Musas la gloria de Zeus o las aventuras de los dioses”. En suma, estaban en la gloria.
Este historiador y antropólogo francés continúa diciendo que “La llanura de Mecone es una tierra rica y fértil. Allí todo florece espontáneamente. La época en la que los dioses y los hombres aún no se habían separado fue una edad de oro. Es la paz, un tiempo anterior al tiempo. Y los hombres tienen ahí su espacio. ¿Cómo viven? No solo, como vemos, comparten el festín de los dioses, sino que aún no conocen ninguno de los males que abruman actualmente a la raza de los mortales, los efímeros, los que viven al día sin saber qué ocurrirá mañana ni sentir una auténtica continuidad con lo que sucedió ayer, los que cambian continuamente, nacen, crecen, alcanzan su pleno vigor, se debilitan y mueren”.
Así es como vivían los hombres en esos tiempos lejanos. Conocían la felicidad.
Con el vino sentimos esa paz beatífica de retorno a esa edad de oro, de fraternidad, en que todos los seres vivos, los dioses y los hombres se entremezclan. Representa, si no la promesa, sí, por lo menos, la posibilidad de un mundo reconciliado.
Haciendo una analogía con lo que para Claudio Magris es el viaje, considero que, en efecto, casi siempre buscamos que nuestra vida pase lo más rápidamente posible, que el presente se convierta en futuro. Creo que, al igual que con los viajes, quien disfruta de probar los vinos es siempre un explorador. Quien comprende eso sabrá que, al igual que la existencia, nunca se podrá poseer verdaderamente un vino, por azar el vino nos enseña a habitar más libre y poéticamente nuestro propio momento.
Si bien, nuestro momento actual no es el más afable, pensemos que el día de mañana las cosas serán mejores. Mientras tanto intentemos apoyarnos de los siempre favores de las musas para tratar de acercarnos más a los dioses.
Espero que disfruten de esta columna, deseándoles lo mejor para estas fiestas y el 2021, y que mejor que acompañados de un buen caldo.
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Frase clave: Catando la política: El Vino y la vida
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