Octavio Paz ha escrito que la palabra de Luis Cernuda es de carácter ejemplar: en ella se cifra no sólo la capacidad técnica, el espíritu creativo, en el más amplio sentido del término, sino también la conciencia de una realidad que es recreada, a partir de la conciencia poética: la poesía de Cernuda es un espacio que crea y se recrea en crítica y confrontación permanente con la vida y la conciencia de la vida.
De manera textual, dirá Paz: “Fábula real e historia ideal, La realidad y el deseo es el mito del poeta moderno. Un ser distinto, aunque sea su descendiente, del poeta maldito” (Paz, Octavio, p. 238). El poeta moderno, emblemáticamente personificado en Baudelaire para muchos, pero también en Hölderlin, quien habría sido fuente de saber poético para Cernuda.
Los poemas de Cernuda están impregnados de la conciencia poética en torno al quehacer del poeta; es la revuelta contra el romanticismo, y el paso a la potencia de la dialéctica relación entre quien escribe y su mundo circundante. Así, los ecos de Hölderlin se encuentran en varios versos de Cernuda. Por ejemplo, en el poema “El adiós” del poeta alemán, se leen los siguientes versos:
¿Traicionar a este Dios? ¿A él, que nos diera
el alma y la vida; a él, que nos anima,
genio tutelar de nuestro amor?
Nunca, nunca podría hacer tal cosa.
Pero el mundo inventa otra privación,
otra ley de acero, otro derecho
y el sinuoso hábito
día tras día consume nuestra alma.
Mientras que en Cernuda, en su poema Tiempo de Vivir, Tiempo de dormir, se lee:
Ya es de noche. Vas a la ventana.
El jardín está oscuro abajo.
Ves el lucero de la tarde
Latiendo en fulgor solitario…
Encanto de estar vivo, el hombre
Sólo siente en raros momentos
Y aún necesita compartirlos
Para aprender la sombra, el sueño.
Realidad, tiempo y mundo; todo sintetizado en el fulgor del sentimiento amoroso, el que, lejos de la visión romántica, nos ubica ante el drama cotidiano del anhelo de estar vivo, aun en soledad, y aun en medio del constante y trágico discurrir de la existencia, en un mundo que, lejos de integrarnos, con confronta, aísla y determina en soledades estrujantes.
Gil de Biedma, poeta y lector atento, heredero declarado de la obra de Cernuda, se encuentra por ello en este poeta; porque en Cernuda lo que se desarrolla es una constante referencia al mundo y la conciencia que el poeta tiene del mundo. Es una obra multirreferente, porque se trata de una conciencia que sin salir de la subjetividad, ya no busca en ella la comprensión de la realidad, sino que la vuelca y, revelándose, se vuelva sobre el mundo.
Sostiene Gil de Biedma que en el texto “Historial de un libro, Cernuda llegó por vías distintas a una conclusión similar a la que él pudo después arribar: “se trata de dar al poema una validez objetiva que no está en función de lo que en él se dice, sino de lo que en él está ocurriendo” (Gil de Biedma, p. 547).
Es pertinente destacar que Gil de Biedma traza de manera sintética el conjunto de tesis y coincidencias que encuentra entre su propia obra y la de Cernuda. De ellas destaca sobre todo la relativa a lo que ambos entienden en torn a la poesía y el poema: el establecimiento de una relación significativa entre un hombre y el mundo en que vive.
La poesía, pues, tiene un propósito, y éste no se dirige a la creación de belleza como un acto puro o un acto de la consciencia en sí; antes bien, se trata de hacer la vida más inteligible y humana, sostendrá Gil de Biedma. Y es que en su perspectiva de la poesía, el poema comienza en una composición de lugar, es decir, inventa y se inventa situada en el mundo al que confronta, y termina en una síntesis, pero no al estilo de la dialéctica hegeliana, sino en la reminiscencia platónica de la vocación de diálogo, entendido no como un salir de sí, sino, en el caso especialísimo de Cernuda -en el marco del monólogo dramático que constituye- una forma de hablar de sí y desde sí, y también de hablarse a sí mismo, en una especie de desdoblamiento solitario.
Gil de Biedma construye su propia poética, vis a vis a la obra de Cernuda: la poesía que se busca en ambos no es la de la comunión, sino la de la conversación y el diálogo; un ejercicio en que el poeta establece una distancia frente al poema, frente al lector y también frente a sí mismo.
Por esto, en la idea poética de Gil de Biedma, quizá el mayor punto de conexión entre su poesía y la de Cernuda, es justamente la ruptura con el subjetivismo, pues, vale la pena reiterarlo, en ambos poetas la poesía se dirige hacia la construcción de relaciones significantes, entre el poeta, pero también entre la obra como “entidad autónoma”, y el mundo en que se sitúan.
A partir de esta concepción, Gil de Biedma sostendrá que en Cernuda la discursividad que se construye en el poema no es relativa a la conciencia, sino a la propia escritura; de ahí el concepto reiterado referido a la “realidad de la experiencia común”; pues la poesía de la experiencia es quizá la poesía que en mayor medida caracteriza a la poesía moderna.
El poema es, según Gil de Biedma un simulacro de la experiencia real; y es el propio Cernuda quien explica esto con el tono necesariamente humano que exige: “Al decir eso comprendo que yo mismo doy ocasión para una de las objeciones más serias que pueden hacerse a mi trabajo: la de que no siempre he sabido, o podido, mantener la distancia entre el hombre que sufre y el poeta que crea..” (Cernuda, P. 22).
Cernuda y Gil de Biedma son dos poetas que encarnan la poesía moderna; construyeron ambos, obras que se ubican en la tradición que poetiza a la poesía, iniciada según varios por Hölderlin, seguida por Baudelaire, y continuada en el complejo y siempre contradictorio discurrir discontinuo de la modernidad.
Bibliografía:
Cernuda, Luis, “Historial de un libro (“La realidad y el deseo)”,en Poesía y Literatura, Seix Barral, España, 1971.
Hölderlin, Friedrich, Poesía completa, Ediciones 29, España, 8ª edición, 2005.
Gil de Biedma, Jaime (2010): “El ejemplo de Luis Cernuda”, en Obras. Poesía y prosa, edición de Nicanor Vélez, Barcelona, Galaxia de Gutemberg, pp. 545-550 Paz, Octavio, Obras Completas.
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