por Isela González
Los integrantes de los pueblos indígenas que sobrevivieron al proceso colonizador: el ódami o tepehuán (II), el rarámuri o tarahumara, el o´oba o pima y el warijó o warijío, son quienes habitan la Sierra Tarahumara. Actualmente, el territorio es compartido con población mestiza, y en él se establecen relaciones interétnicas asimétricas y complejas, en las que el poder económico, social y político lo detentan unas cuantas familias mestizas de los municipios serranos
La fortaleza de la cultura de estos pueblos permanece en mayor o menor grado, dependiendo del nivel de interacción que tienen con agentes externos como las instituciones gubernamentales, las iglesias, las escuelas y Organizaciones no Gubernamentales (ONG), y existen lugares en los que, a pesar de la violencia, los ciclos rituales y festivos continúan realizándose año con año. Los Sistemas Normativos Internos también se encuentran vigentes, en algunos lugares más articulados que en otros. Igual sucede con la vitalidad de sus idiomas y sus Sistemas Médicos Tradicionales: médicos, prácticas curativas y recursos naturales y simbólicos.
Vergonzosas desigualdades
Las condiciones socioeconómicas de la población indígena chihuahuense son de vergonzosas desigualdades. Cuando comparamos el Índice de Desarrollo Humano entre poblaciones indígenas y no indígenas, el estado de Chihuahua obtiene el deshonroso primer lugar en desigualdad interétnica en nuestro país. Según el Informe Sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas de México 2006, publicado por la Comisión para el Desarrollo de Ios Pueblos Indígenas (CDI) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el estado de Chihuahua el índice de desarrollo humano en poblaciones indígenas es 49.1% menor al nivel nacional y la diferencia a nivel estatal entre población indígena y no indígena alcanza el 26.1%. En la Sierra Tarahumara la sobrevivencia infantil indígena es 30.5% menor que la mestiza; su índice de educación difiere en un 34.1%; y la diferencia entre el índice de analfabetismo es de 36.4%. En cuanto a la asistencia escolar, se reporta que “poco más de la mitad de niños indígenas están en la escuela, frente a cerca de cuatro de cada cinco de los no indígenas”.
Por otra parte, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) estableció que dentro de las 10 entidades con más rezago social en México, tres son los municipios serranos Batopilas, Guadalupe y Calvo, así como Chínipas.
Asimismo, de acuerdo con el Observatorio de Mortalidad Materna en México, Chihuahua ocupa el tercer lugar de los cinco estados con mayor porcentaje de muerte materna en mujeres hablantes de algún idioma indígena: Oaxaca (55.9%), Guerrero (47.2%), Chihuahua (35.9), Yucatán (25%) y Chiapas (24.6%). El porcentaje referido para Chihuahua puede incrementarse si tomamos en cuenta el resultado de un autodiagnóstico realizado por la extinta organización Mujeres Indígenas Tepehuanas y Tarahumaras A.C. (MITYTAC) en el que las participantes evidenciaron la muerte de mujeres indígenas del municipio de Guadalupe y Calvo, las cuales fallecieron durante el embarazo parto o puerperio sin tener acceso a ningún servicio de salud.
Por otra parte, la Alianza Sierra Madre, AC documentó los casos de cinco mujeres que fallecieron en la misma circunstancia durante 2013 en la comunidad rarámuri de Choréachi (Pino Gordo) del mismo municipio. En esta misma comunidad, en agosto de 2015 murió una joven de 18 años después de haber sido trasladada tardíamente a la ciudad de Chihuahua.
Despojos y violencia
Las condiciones de marginación en la que sobreviven los pueblos indígenas solo se explica por el despojo histórico del que han sido objeto. Durante la Colonia fue la minería; desde finales del siglo XIX hasta nuestros días se ha desarrollado el modelo económico de extracción forestal, el cual a mediados del siglo XX engrosó las fortunas de dos grupos madereros: González Ugarte y Vallina. Hoy esta actividad beneficia a los que controlan los ejidos, caciques, funcionarios gubernamentales y a algunos técnicos forestales. En los municipios con poco recurso forestal y con infraestructura ferroviaria y carretera, el modelo turístico es el que genera grandes ganancias, que benefician a políticos convertidos en inversionistas.
Finalmente, no quiero omitir la inseguridad y violencia en la que se encuentra sumida la Sierra Tarahumara desde 2006, cuando Felipe Calderón declaró la “guerra” contra el narcotráfico y Enrique Peña Nieto la adoptó en 2012. En todos estos años la muerte, desolación y desplazamiento forzado no han cesado.
En medio de la oscuridad que nos ha tocado vivir, se encienden luces que iluminan un camino esperanzador, a través de nuevas estrategias que los pueblos indígenas están impulsando para mantener sus prácticas culturales y la defensa legal que algunas comunidades hacen de sus territorios (III), con significativos triunfos.
Notas:
I. El contenido del artículo presenta una panorámica de los pueblos originarios que han permanecido durante más de tres siglos de colonización y dominación en el estado de Chihuahua. Es preciso puntualizar que la situación de las condiciones de vida que se muestran está enfocada principalmente en los pueblos que permanecen asentados en la Sierra Tarahumara. De manera tangencial a los que han tenido que emigrar a las principales ciudades del estado: Cuauhtémoc, Ciudad Juárez, Chihuahua capital y Parral y no hay ninguna referencia de los indígenas migrantes provenientes del centro y sur del país, los cuales llegan a nuestro estado para emplearse temporalmente como jornaleros agrícolas o para incorporarse a la economía informal como vendedores ambulantes.
II. Nombre con el que se conoce a los ódami que habitan en el estado de Chihuahua. Los originarios del estado de Durango se autonombran o´odam y se conocen como tepehuanos.
III. Entendido no solo como una superficie geográfica, sino como espacios étnico culturales imprescindibles para la reproducción material y simbólica de las culturas indígenas.
Isela González Directora de Alianza Sierra Madre, A.C. |
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