El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2024 (PPEF 2024) tiene previsto que el gasto neto total llegue al 26.2 por ciento del PIB, el más elevado no solo de este sexenio, sino también en lo que va del siglo. Hasta aquí parece bien. Lo malo es que para los años siguientes, a partir de 2024, se espera que esta proporción se reduzca en 3 puntos porcentuales, para terminar la presente década en niveles como los de 2016.
Escrito por: Enrique Provencio D.
En otras palabras, el gran impulso que parece tener el PPEF 2024, con un crecimiento real del gasto neto de 7.8 por ciento, y una mejora del gasto programable de 4.3 por ciento, también a precios constantes, es transitorio. No es sostenible, y se diluirá en los siguientes seis años, porque no se contará con recursos propios que permitan mantener ese nivel de gasto sin causar presiones mayores a las finanzas públicas.
No pienso que el nivel que puede alcanzar el déficit público el año entrante sea especialmente preocupante, y que tampoco lo sea el nivel de deuda esperado, cercano al 49% del PIB.
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Sin embargo, y como la iniciativa oficial adelanta que los siguientes años se tendrá que adoptar un presupuesto más restrictivo, la pregunta es por qué para 2024 se propone un paquete hacendario que supone el balance primario más bajo en lo que va del siglo, a pesar de que se reducirán la inversión pública y otros importantes rubros de los egresos. La pregunta parece más que ingenua, estando ya en el ciclo electoral para la renovación del Poder Ejecutivo, del Legislativo y de tantas autoridades locales.
¿Qué necesidad tenía el Gobierno Federal de presentar una propuesta de gasto público para 2024 que se ajusta plenamente al viejo comportamiento oportunista del ciclo político – presupuestal? Lo que se repite diariamente es que el partido en o del gobierno, o la coalición gobernante, si se quiere, tiene la mayoría asegurada, y que, por tanto, no estamos ante un proceso de alta competencia política, que motive un comportamiento presupuestal con sesgos electorales. ¿O será que se quiere minimizar riesgos y entonces se decidió reeditar la vieja costumbre del ciclo presupuestal oportunista?
No estamos ante una perspectiva tan negativa como para determinar una expansión del gasto que actúe como impulso anti cíclico. Se espera un crecimiento económico de entre 2.5 y 3.5 por ciento en 2024, un rango igual que el proyectado para el cierre del presente año. En todo caso, si el propósito del empuje presupuestal fuera compensar una posible recesión, entonces se estaría proponiendo un aumento de la inversión pública, pero se está planeando reducirla en casi 12 por ciento en valores reales. La oportunidad de poner en práctica una vigorosa política anticíclica se perdió en 2020, y ahora no estamos ante esa urgencia. Así que por este lado no hay razón, que se sepa o que se explique en la exposición de motivos del PPEF 2024, para acudir al viejo expediente de relajar controles fiscales en el año electoral.
Acudo a la tesina de titulación de Alejandro Burgos https://cutt.ly/WwxC2rZl para resumir algunos rasgos del comportamiento político electoral. Burgos realizó un análisis empírico de los ciclos político – económicos de 1990 a 2015, y revisó también los principales trabajos sobre el tema para la segunda mitad del siglo XX. Muestra que en el pasado fue recurrente el uso de la política fiscal con fines político electorales en periodos de comicios federales, a veces a través del gasto corriente, otras por medio de la inversión en infraestructura.
Con matices y variaciones, según los métodos de análisis de la información que se utilicen, también deja ver que el uso oportunista del presupuesto en periodos electorales, puede presentarse en ocasiones no solo, o no tanto, como un incremento atípico del nivel general de los egresos, sino como una redistribución de estos a favor de las erogaciones que son más visibles para los votantes, como es el caso de los programas de transferencias.
En su investigación y en la revisión de los antecedentes, Burgos nota que los sitemas con más deficiencias en la rendición de cuentas, propician más incentivos para la manipulación del presupuesto, y que a mayor concentración del poder, más marcados son los ciclos político presupuestarios. Además, que los congresos más plurales y las elecciones más competidas no generaron contrapesos para reducir el oportunismo político presupuestal, sino que en algunos casos incluso lo incrementaron, y que la alternancia y las normas de transparencia no fueron barreras suficientes para los ciclos político presupuestarios.
Así que en 2024 estaremos repitiendo un patrón ya clásico en el ciclo presupuestario oportunista, con todo y la consecuencia para los siguientes años, en los que se adelanta se recurrirá al expediente del ajuste, tal como lo sugiere la proyección que el PPEF tiene para el periodo 2025-2029. En este caso, la expansión del presupuesto no viene por el lado de la inversión, sino por programas de transferencias, y tampoco se origina en una estrategia anticíclica, pues no se anticipa una recesión el año entrante.
La conocida frase “no somos lo mismo” también deja de aplicar en este tema. El DRAE dice que la necesidad es el “Impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido” y también “Aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir”. Pues bien, de nuevo resultó imposible resistir la vieja costumbre del ciclo político – presupuestal.
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