por Víctor Manuel García Guerrero
Es necesario desarrollar una metodología integral para la medición de los eventos demográficos que permita, de una manera eficiente y confiable, determinar la evolución histórica de la demografía mexicana en su conjunto para que, a partir de ello, sea posible calcular los escenarios futuros de esa dinámica demográfica, también de una forma confiable
La información demográfica es una de las principales referencias para la planeación y toma de decisiones efectiva de los tres órdenes de gobierno. El éxito, en cuanto a la atención de las demandas futuras en materia de alimentación, vacunación, educación, empleo, vivienda y seguridad social queda supeditado a la calidad de dicha información.
En particular, la información demográfica es utilizada, junto con otras variables, para distribuir, entre las entidades federativas y sus municipios, los ingresos por impuestos y derechos sobre la extracción de petróleo y minería. Por ello, es necesario que el país cuente con información de esta índole de excelente calidad; el reparto justo de los recursos depende de ello.
En este contexto, la calidad del dato demográfico se convierte en un elemento muy importante para el éxito último de las políticas públicas: atender las necesidades de la población con miras a garantizar su bienestar de manera sostenible. Esa calidad depende principalmente de dos factores: el primero radica en los mecanismos de recolección de información y, el segundo, en el adecuado uso de los métodos demográficos de estimación con los cuales se da coherencia a las cifras observadas. Si la información no es perfecta, entonces existe un entorno incierto alrededor de dichas estimaciones.
Desafortunadamente, en México no se cuantifica esta incertidumbre; hacerlo permitiría conocer el grado de confiabilidad de las mismas estimaciones y proyecciones, y, sobre todo, permitiría conocer e informar de una forma más honesta lo que sabemos y no sabemos de la dinámica demográfica del país. De esta manera, sería posible canalizar eficientemente los esfuerzos requeridos para diseñar políticas públicas exitosas.
La información demográfica de México proviene principalmente de tres fuentes: los censos y conteos de población, los registros administrativos y las encuestas. Una de las instituciones que ha soportado los embates de la historia mexicana desde hace más de un siglo, es el Instituto Nacional de Estadística Nacional Geografía (INEGI), cuya autonomía recién se logró.
Entre otras cosas, el INEGI se encarga de la recopilación de la información demográfica y los esfuerzos del Estado para su mejora se canalizan a través de éste. Es indudable que la calidad de la información demográfica se encuentra muy por encima de muchos países latinoamericanos, pero aún queda mucho trabajo por hacer; por ejemplo, llevar a cabo un registro de nacimientos oportuno aún sigue siendo una tarea pendiente.
Sin embargo, hay otros factores que escapan de sus manos, por ejemplo, la subcobertura censal del ejercicio 2010 ocasionada, en parte, por el clima de violencia en el país. Sin embargo, es ahí donde entran los demógrafos e instituciones como el Consejo Nacional de Población (CONAPO), el cual, además de llevar a cabo la planeación demográfica del país, tiene la tarea de evaluar la calidad de la información demográfica y utilizar las herramientas propias de la demografía para obtener estimaciones que subsanen la falta de calidad y cubran los huecos temporales de la información. En este sentido, el trabajo de análisis demográfico del Conapo está completo si nos permite conocer la evolución histórica de la población, su estado actual y su probable dinámica futura a la luz de la información disponible (I).
Existen muchas maneras de estimar y proyectar dicha dinámica demográfica y, por lo regular, el procedimiento de estimación empleado depende del tipo y de la calidad de la información que se utiliza; si es de muy buena calidad y procede de fuentes que permiten de manera directa observar el fenómeno demográfico, los métodos de estimación son, relativamente, muy sencillos y eficientes.
En cambio, cuando la información no es tan buena o procede de fuentes que no permiten observar directamente el fenómeno demográfico en cuestión, es necesario aplicar técnicas que parten de supuestos que no siempre están correctamente contextualizados o que pierden parte importante de la información con el fin de dar coherencia demográfica. Esta coherencia parte del hecho de que la población en un cierto momento es el resultado de la población que había en el momento anterior, más los nacimientos ocurridos en ese periodo, menos las defunciones, más los inmigrantes, menos los emigrantes. Los esfuerzos por lograr esta coherencia demográfica se multiplican cuando se intenta llegar a niveles más desagregados, como por edades, sexo, entidad federativa, municipio, localidad, etcétera, y con ello la posibilidad de error también se incrementa.
En particular, es a partir de las proyecciones de población con las se debería planificar los distintos programas sectoriales, ya que indica cómo sería la dinámica poblacional si determinadas circunstancias (económicas, políticas, sociales y mismas demográficas) llegasen a ocurrir. Su precisión depende de dos factores principalmente: las estimaciones iniciales de las que parten y los supuestos y modelos que se utilizan para su extrapolación.
Las proyecciones demográficas consisten en extrapolar, para cada año futuro, los niveles, tendencias y estructura por edad futuros de la mortalidad, fecundidad y migración; después, esas extrapolaciones se unen a la estimación o conciliación de la población total por edades y sexo, y, a partir del hecho de que la población a cada momento futuro está determinada por los efectivos que sobreviven, más aquellos que nacen, menos los que emigran, más los que inmigran, se obtiene la proyección de la población y los indicadores demográficos asociados (tasa de crecimiento, tasa de mortalidad infantil, razones de dependencia, etcétera).
Para proyectar cada variable demográfica se usan supuestos que, también, pueden estar sujetos al juicio del demógrafo o a los planes de desarrollo vigentes. Si el juicio del demógrafo es lo suficientemente experimentado, objetivo e insesgado, entonces se obtiene un escenario “plausible”, mas no probable. Sin embargo, aquí existen muchas fuentes de incertidumbre: desde un sesgo ideológico, hasta un aspecto que se escape hasta del ojo más entrenado (una guerra, epidemia o crisis económica, por ejemplo); esa incertidumbre difícilmente podría ser reportada con esta forma de realizar proyecciones de población.
Por otra parte, el utilizar las metas para el desarrollo para construir un escenario demográfico futuro permite conocer únicamente el impacto del plan de desarrollo en el volumen y estructura de la población y de las variables demográficas. A este tipo de escenarios se les ha llamado “programáticos” y, en mi opinión, deberían ser acompañados de otra proyección que indique la dirección probable de la demografía futura del país, estado o municipio. Con el cálculo de esta última proyección sería posible cuantificar e informar la incertidumbre o variabilidad atribuida, por un lado, a la misma dinámica demográfica, y por otro, a la calidad de la información. Con ello, se podrían determinar los esfuerzos que deben realizar los gobiernos para alcanzar sus metas. En la actualidad, no está claro si contamos con proyecciones sujetas al juicio del demógrafo o programáticas, y no se han tomado en cuenta las proyecciones disponibles que cuantifican la incertidumbre antes mencionada, lo cual limita aún más el margen de acción de la planeación nacional.
En virtud de la importancia que tiene, o debería tener, la información demográfica para la planeación del desarrollo, considero que además del esfuerzo que debe realizar el Estado para mejorar la calidad de la información demográfica del país, es necesario también repensar la manera en que se realiza el cálculo tanto de la conciliación demográfica como de las proyecciones de población nacionales, estatales y municipales.
Sería recomendable que el Conapo convoque, cada vez que se tenga nueva información, a un cuerpo técnico interinsitucional integrado por expertos, tanto de las Ciencias Sociales como de las Ciencias Exactas, que trabajen en las instituciones de educación superior del país para que determine los criterios metodológicos que normen la generación de estimaciones y proyecciones de población de acuerdo a lo anteriormente expuesto. De esta manera, el gobierno podría capitalizar e integrar eficientemente el conocimiento y los avances tecnológicos de hoy en día, lo que a su vez, propiciaría el desarrollo de nuevo conocimiento y tecnología. Esto generaría un círculo virtuoso que, indudablemente, mejoraría la brújula de la planeación nacional.•
Nota:
I. El concepto dinámica demográfica o de población, como también se le conoce, usualmente refiere a la forma en que cambian en el tiempo sus niveles, tendencias, distribución por edades y sexo, así como de las variables que la determinan (fecundidad, mortalidad y migración tanto interna como internacional).
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