por Iliana Yaschine Arroyo
La evolución y el tamaño de las clases medias ha sido un tema objeto de análisis y discusión en nuestro país durante los últimos años. A este debate se han sumado el gobierno, académicos, organismos internacionales y miembros de la sociedad civil mexicana. El 12 de junio pasado el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hizo pública su contribución al tema al presentar los resultados de un estudio que realizó para determinar la estructura social del país, el tamaño de las clases medias en 2010 y su evolución entre 2000 y 2010.
La importancia de esta discusión se centra principalmente en que la existencia de amplias clases medias se valora positivamente como indicador de una sociedad menos desigual, más cohesionada, más democrática y más moderna. Asimismo, el crecimiento de este sector se concibe como el resultado de la aplicación de políticas exitosas conducentes al desarrollo del país. Con ello, dirimir el carácter de las clases medias en una sociedad determinada no es sólo trascendente por lo que aporta al conocimiento sobre las características de dicho grupo social, sino también tiene implicaciones en términos de política pública, así como aristas políticas e ideológicas.
La metodología utilizada por el INEGI en su análisis es novedosa entre el conjunto de estudios que habían previamente abonado a la discusión. Con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2000 y 2010, utilizan métodos estadísticos para construir tres sectores o estratos socioeconómicos (clase baja, clase media y clase alta) que tienen acceso a distintos niveles de vida.
Sin duda, es importante resaltar que este análisis, con una metodología distinta a las usadas anteriormente para la medición de la clase media en México, apoya resultados previos que señalaban un incremento de la clase media en el país. Sólo queda como pregunta, pues no es suficientemente claro en el informe del (INEGI, si para medir el tamaño de las clases sociales en 2000 se aplicó la estructura de estratos y clases generada por los datos de 2010, o si generaron los estratos y clases a partir de la información de 2000.
Una sociedad altamente desigual
Según estos datos, en México todavía predomina la clase baja, la cual incluye a la población en condición de pobreza y también a aquel sector que, si bien no es pobre, tiene mayor probabilidad de caer en pobreza ante eventos coyunturales desfavorables.
Así, si consideramos válida la medición del INEGI, una evaluación de la situación social existente en el país debiera priorizar que, a un siglo de distancia de la gesta revolucionaria, tres de cada cinco mexicanos pertenece a la clase baja y enfrenta riesgos importantes de no poder satisfacer sus necesidades básicas y cumplir sus derechos sociales.
Entonces, el énfasis en la interpretación de los datos quizás no debiera ponerse, como algunos lo han hecho, en los cuatro puntos porcentuales que creció la clase media en los últimos diez años, sino en cómo dibuja una sociedad altamente desigual cuya población se concentra en la base de la pirámide de estratificación, así como en la existencia de desigualdades sustantivas en otras dimensiones como se expresa, por ejemplo, en las diferencias entre las zonas rurales y urbanas. De acuerdo con el INEGI, al ritmo de crecimiento presentado en la primera década del siglo XXI, se requerirían alrededor de 27 años para lograr que la clase media alcanzara el 51% de la población y se convirtiera en el sector predominante del país.
Decisiones que afectan los resultados
Una de las virtudes del trabajo del INEGI es el uso de una metodología sólida para la identificación y medición de los estratos sociales en México, así como la transparencia con la cual presentan públicamente el proceso estadístico que siguieron. Como es sabido, las decisiones metodológicas y técnicas adoptadas en cualquier análisis o medición influyen necesariamente sobre los resultados obtenidos. La metodología aplicada por el INEGI se basa en la decisión de no adoptar una definición previa o normativa de clase media (o clase social para el caso) y aplicar los procedimientos técnicos para obtener una “identificación estadística” de este sector. En este sentido, el INEGI afirma que este enfoque permite “que los datos hablen” en vez de que el analista imponga criterios preestablecidos.
No obstante, la metodología adoptada requirió la toma de decisiones en distintos momentos que, indudablemente, afecta los resultados obtenidos. Son ejemplo de ello la selección de las 17 variables de gasto a incluir en el análisis de conglomerado; la elección de las variables utilizadas en el análisis postconglomeración; y la decisión de agrupar los siete estratos que resultan del análisis de conglomerados en tres clases sociales. Así, los datos hablan, pero en el marco de acción que les traza el investigador.
Se crean “clases estadísticas”
Como el INEGI señala, su contribución busca proponer una alternativa en un contexto caracterizado por la falta de consenso sobre la definición del concepto de clase media. Este abordaje, si bien evita imponer criterios arbitrarios para definir los umbrales que separan las clases sociales como lo hacen distintos estudios económicos, recurre a una salida pragmática que deja a un lado el cúmulo de desarrollo teórico y empírico que ha aportado la investigación sociológica sobre la estratificación social. Lo que emerge del análisis es la creación de “clases estadísticas” o grupos creados por métodos estadísticos de tal forma que se reduzca su varianza o heterogeneidad interna, las cuales no son equivalentes a las clases sociales como se han conceptuado teóricamente. De igual forma, se prescinde de abordar discusiones en torno al ámbito normativo que pudieran centrarse en los rasgos (o nivel de vida) que debería tener la población para ser considerados de clase media, más allá de ser únicamente el sector ubicado al centro de la distribución social.
La discusión sobre la clase media se ha visto enriquecida con el estudio del INEGI, el cual sin duda aporta elementos para la reflexión sobre los rasgos que caracterizan a la sociedad mexicana; las problemáticas que perduran; los resultados de las políticas aplicadas; y las implicaciones para el diseño de acciones de política futuras.
La interpretación de los resultados puede ser sujeta a énfasis distintos. Mientras que puede presumirse de que México está más cerca de ser un país mayoritariamente de clase media, otra mirada más crítica valoraría el avance logrado pero señalaría rezagos de la sociedad mexicana que se resisten a ceder.
En una lógica de política pública vale la pena preguntarse si un aumento de cuatro puntos porcentuales del sector que el INEGI identifica como de clase media es un resultado satisfactorio para una década, o si habría que reconsiderar las estrategias que se han aplicado en México para construir una sociedad en la cual el bienestar económico y social estén al alcance de la población en condiciones de equidad; en donde la clase baja no se encuentre en condición de pobreza absoluta o en riesgo de caer en ella, y en la cual pertenecer a la clase media permita un nivel de vida más alto al que ostenta según la propuesta de estratificación del INEGI.•