por Julia Borbolla de Niño de Rivera
Pablo tiene 5 años y una plancha marcada en su espalda. Cuando “Antenas” le pregunta “¿Qué te pasó?”, el pequeño contesta: “Me porté mal”. ¿Quién es Pablo y quién es “Antenas”?
Pablo es tan sólo un niño más de los millones de mexicanos menores de 18 años que viven a diario el abuso y la violencia como parte de su vida cotidiana. Él considera que se merece las quemaduras que su madre le ha hecho, como muchos otros se resignan a ser amarrados a una cama por horas sin alimento y otros, muchos más, son explotados laboral o sexualmente sin que pase por su mente la idea de que podrían tener una vida mejor.
Las niñas y los niños en nuestro país viven en medio de gran violencia y los adultos tenemos que hacer mucho más de lo que hasta ahora se ha hecho para solucionar este problema.
Las cifras oficiales nos dicen que en México, cada dos días muere un niño víctima de las secuelas de maltrato y que éste es la primera causa de muerte infantil en nuestro país.
El maltrato infantil, según los datos de la dirección de asistencia jurídica del DIF, también va en aumento. Éste incluye los casos de abuso físico, como el de Pablo, pero también sexual, emocional, omisión de cuidados de los padres, abandono, negligencia y explotación laboral.
Es importante considerar que la mayoría de los casos de maltrato permanecen ocultos, pues son los mismos padres quienes los cometen o los consienten y los niños temen relatarlos. Las investigaciones nos hablan de que el 80% de los abusos cometidos a menores son realizados por personas muy cercanas a su entorno, generalmente familiares, y la impunidad para los agresores es del 90%, es decir, en México una persona puede violar a un menor sin el temor a ser castigado por ello.
El problema de Pablo y de muchas niñas y niños más no se limita a los estratos pobres. Los pequeños de todos los niveles sociales presentan abusos, ansiedad, depresión, gastritis y colitis nerviosas, así como trastornos de atención y problemas académicos generados por la violencia que viven en casa, en la escuela y en la comunidad. Esta violencia intrafamiliar sirve como ejemplo para los niños que se muestran violentos con los demás, o bien taciturnos y reservados ante un mundo hostil al que no se pueden enfrentar.
Los pequeños que han sido víctimas de abusos y maltratos, los niños que han vivido heredando resentimientos y sentimiento de minusvalía, no salen adelante aunque se destinen muchos recursos a su salud física, su alimentación y educación. Se ha visto que los niños afectados emocionalmente generalmente repiten los patrones de conducta que los hicieron sufrir en las siguientes generaciones, formando una cadena de incompetencias emocionales que deterioran a toda una cultura y que, finalmente, son la génesis de la delincuencia que azota a la sociedad.
Los secretos infantiles de abuso son “añejados” por años y ese añejamiento los hace cada día más poderosos para afectar la vida de quien los guarda, porque si un pequeño puede hablar a tiempo del evento que le “apachurró su corazón” lo va procesar con una mente sin prejuicios, sin contaminación de sentirse perverso por haber formado parte de una violación o un manoseo.
Para un pequeñito de cuatro años tiene el mismo significado agresivo que le metan papeles en la boca o en el ano; pero si lo calla, conforme crezca encontrará la connotación sexual que tienen el segundo caso. Es por ello que necesitamos que los pequeños hablen de lo que los adultos les hacen y para ello hay que estar creando nuevas estrategias, nuevos recursos para protegerlos.
Cuando escucho que este nuevo gobierno del presidente Peña Nieto va a implementar un programa de prevención de la delincuencia, hago votos porque no olviden atacar desde la raíz, esa raíz que comienza con los de las vidas cortas con largas historias que contar, historias de enfermedad, de miedo, de angustias y secretos que duelen. Es urgente trabajar con esas historias para darles un sentido de lucha, sacar de ellas los mejores recursos y desechar lo que no les sirva para que las niñas y los niños mexicanos crezcan sanos mentalmente y no tengan que descargar sus frustraciones en conductas delictivas.
El proyecto Antenas®
“Antenas” es uno de los personajes de Proyecto Antenas®, una nueva e innovadora herramienta terapéutica de patente mexicana que busca ser parte de la solución del problema del maltrato infantil. Este proyecto funciona a través de la conducción en tiempo real de un títere interactivo virtual que se muestra al niño a través de una pantalla, y que es manejado por un terapeuta experto desde un cuarto de controles.
“Antenas” surge de mi necesidad de crear nuevos métodos psicológicos para atender a los niños; sin embargo, al ser usado en mi clínica privada, el personaje comienza a recibir testimonios desgarradores de los pequeños pacientes que le dicen: “No te conviene tener papá, Antenas porque los papás hacen llorar a las mamás y te pegan muy fuerte”. “Antenas, aunque te inviten, no vayas a casa de tus primos grandes, porque quieren jugar a bajarte los pantalones y…”.
El títere o personaje viene del planeta “Antenópolis”, sólo se relaciona con los niños y es un fiel guardián de sus secretos, pues habla con ellos a solas dentro de un pequeño espacio condicionado expresamente para ello.
En el planeta de donde viene “Antenas” nada es igual que en la Tierra; por esto les pregunta a los niños qué es una mamá o un tío y si le convendría o no ir a la escuela como los niños de la Tierra. Siendo un personaje animado que no tienen sexo ni edad y que no se parece a nadie, los niños le ponen sus propias percepciones y se identifican con él. Le explican cómo es la vida en la tierra y le confían sus secretos; algunos que quizá nunca le contarían a un adulto. Toda esa información sirve posteriormente para ofrecerle al niño una ayuda emocional más completa e integral y hoy ya forma parte de los recursos de la PGJ del DF para que los menores presten sus declaraciones ministeriales sin ser revictimizados.
Con “Proyecto Antenas”® brindamos al niño un espacio en donde encuentra apoyo, soporte y libertad para decir lo que siente en un marco de confidencialidad. Todos estos elementos hacen del personaje interactivo el mejor amigo y confidente de un pequeño que sufre. “Antenas” también puede fungir como un gran apoyo en terapia preoperatoria, postoperatoria, rehabilitación o intervención en crisis; pero sobre todo, sirve para transmitirle que tiene dignidad y derechos.
Pablo pensaba que su mamá podía quemarlo porque las mamás mandan y la mamá de Pablo pensaba de igual manera, porque seguramente a ella de niña la trataron así. Hoy “Antenas” le ha hecho saber al niño que aunque sean sus padres o sus abuelos quienes tienen la autoridad, ésta no les da derecho a lastimarlo; pero el trabajo tiene que hacerse también con los adultos, para borrar por completo la idea de que los hijos son pertenencias de las que pueden disponer para su beneficio o seres en los que pueden descargar sus frustraciones.
El primer paso es no tolerar ningún tipo de agresión hacia un niño, venga de quien venga. Pues permitir una conducta hace que se establezca como un hábito social que pronto se cataloga como “normal”.
Hoy tú, que lees este artículo puedes empezar por influir en cualquiera de los cuatro niveles para contribuir al esfuerzo de muchos otros más que trabajamos para erradicar la violencia y el maltrato hacia niñas y niños, y así, como las gotas de agua, uno a uno, haremos un océano de posibilidades de paz para nuestra niñez.•