Suele olvidarse que la vida, tal y como la conocemos, es el resultado de miles de millones de años de procesos evolutivos y catástrofes cósmicas y terrestres. No es, para nada, exagerado plantearlo en esos términos. Sólo basta con pensar en dos eventos que han ocurrido en nuestro planeta y cuya magnitud escapa a la imaginación humana.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
El primero de esos eventos, se presentó cuando se dividieron los continentes, fragmentándose la llamada Pangea. Un evento que se registra hace más de 200 millones de años, cuando se presentó lo que las y los geólogos llaman “la gran extinción”, porque se estima que más del 90% de las especies existentes desaparecieron de la faz de la tierra.
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El segundo, fue el impacto del gran meteorito que selló el destino de los dinosaurios y su predominio en la tierra. En efecto, el cráter que se encuentra en la Península de Yucatán permite saber hoy que, como resultado, hubo grandes maremotos, intensa actividad volcánica, un efecto de calentamiento global sin precedentes, y la extinción, otra vez, de alrededor del 75% de las especies de la tierra.
La vida ha prevalecido a pesar de estas grandes catástrofes; pero ahora que nuestra nueva frontera se encuentra más allá del sistema solar, podemos estar seguros de que la presencia masiva de mega organismos puede ser menos común de lo que desearíamos. Reflexionando sobre el tema, el gran astrónomo, Carl Sagan, afirmaba que precisamente dada la singularidad de la vida consciente que se desarrolló en nuestro plantea, es motivo suficiente para protegerla y cuidarla al máximo.
En este escenario, México es todavía uno de los cinco países más megadiversos del planeta, en lo que se refiere al número de especies animales y vegetales en el territorio nacional. Tenemos la presencia de varios ecosistemas; y somos número uno en el mundo, por ejemplo, en la diversidad de reptiles y de algunas plantas. Albergamos una cantidad enorme de mamíferos y aves, y nuestro clima es propicio aun para que la vida prolifere aún más.
Por esto es importante celebrar el 30 aniversario de la Comisión Nacional para la Biodiversidad (CONABIO) que preside el Dr. José Sarukhán Kermez. Una institución modelo del Estado mexicano, que ha logrado, bajo su liderazgo, generar uno de los documentos más relevantes en el planeta, respecto de la biodiversidad de nuestro país. En efecto, este documento constituye un ejemplo de la mejor manera de construir un “mega atlas” respecto de la riqueza biológica de nuestro país.
México tiene, sin duda alguna, a grandes personalidades de prestigio internacional en ese campo, entre quienes se encuentran Julia Carabias, hoy integrante de El Colegio Nacional, y quien, hay que decirlo también de manera solidaria, ha recibido duros e injustificados embates del titular del Ejecutivo Federal en los últimos meses.
La CONABIO enfrenta, sin embargo, como numerosas instituciones estratégicas para el desarrollo sostenible en México, el ahorcamiento presupuestal bajo criterios de una austeridad draconiana, diseñada bajo prioridades poco comprensibles en el contexto nacional y global en el que nos encontramos.
No hay personas serias dentro de la comunidad científica, que pongan en duda que la pandemia de la COVID19, y en general numerosas zoonosis, están vinculadas a los perniciosos efectos del cambio climático; pero no debe olvidarse que éste tiene una de sus principales causas o antecedentes, precisamente en la acelerada pérdida de la biodiversidad.
Existe igualmente consenso en argumentar que nos encontramos en el Antropoceno, es decir, en un período en el que los principales cambios y efectos sobre el clima se están generando por la intervención humana en los ecosistemas, lo que nos hace doblemente responsables de mitigarlo, pero, sobre todo, de revertirlo.
Una tarea de esa magnitud requiere de lo mejor que tenemos en el entramado institucional del país; y en esta materia, sin duda CONABIO cuenta con un liderazgo irremplazable, por lo que urgiría que tanto el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, como la CONAGUA, desarrollasen nuestras estrategias, aprovechando el enorme conocimiento y experiencia acumuladas a lo largo de décadas de arduo trabajo, y se avanzara a la recuperación ecológica del país.
Como nunca estamos enfrentando oleadas de calor y climas extremos; incendios forestales, y los efectos de otros desastres climáticos que, sobre todo, son en realidad sociales, pues su impacto se agrava precisamente en las regiones de mayor marginación y rezago social, y con menores capacidades de resiliencia e infraestructura adaptada para los nuevos tiempos.
Aristóteles sostenía que la virtud mayor de una persona dedicada a la política se encuentra en la prudencia en el ejercicio del cargo; pues su responsabilidad es practicar la virtud perfecta en la comunidad: mirar siempre por el bien común, administrando y gobernando con sabiduría y sentido máximo de justicia.
Y eso es lo que no está ocurriendo en nuestro país. Todos los días las decisiones que se toman no sólo generan un efecto destructor de lo mejor de las instituciones que tenemos y que, por meros prejuicios, se están erosionando hasta llevarlas a niveles desde los cuales será muy difícil reconstruirlas, al menos en el corto plazo.
Mientras esto ocurre, todos los días se suman más especies a las distintas categorías de riesgo, o incluso en peligro grave de extinguirse. No se combate la tala ilegal de bosques y selvas; el programa emblema del gobierno, “Sembrando Vida”, está muy lejos de los resultados que se había planteado; se agotan los mantos acuíferos; se sigue contaminando aire, agua y suelos; la desertización de extensas franjas del territorio continúa; y se sigue negando la posibilidad de construir un país que cimiento su estrategia de desarrollo en la generación de energías limpias.
Construir un nuevo curso de desarrollo para el país tiene como condición necesaria la conservación y el rescate de la biodiversidad; un compromiso ético que nos lleve a una nueva lógica civilizatoria, respetuosa de nuestra casa común; y sobre todas las cosas, capaz de restituirle al país, poque es posible hacerlo, su enorme riqueza natural.
En los últimos tres años, la CONABIO ha sufrido reiterados recortes presupuestales, lo que limita su acción y de hecho la pone en riesgo de convertirse en una estructura inoperante. Empero, el país no puede darse el lujo de perder a una institución de esta relevancia, por lo que es urgente que el Congreso, pero sobre todo el Gobierno de la República, sea capaz de reformular sus prioridades y aproveche el enorme liderazgo científico y prestigio internacional de la institución y del propio José Sarukhán, para potenciar las capacidades del Estado y cumplir cabalmente con lo que establece la Constitución en esta materia.
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