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Conceptos, resultados y retos

por Roberto Vélez / Claudia Fonseca

Desde el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) y con base en los datos de la Encuesta ESRU de movilidad social en México (EMOVI-2006 y EMOVI-2011), se ha insistido en que el país se caracteriza por ser una sociedad con bajos niveles de movilidad social intergeneracional, particularmente en los extremos de la distribución socioeconómica. Ante esta situación, el reto que se enfrenta es doble: profundizar en el estudio del fenómeno en cuestión y diseñar políticas públicas que erradiquen la persistencia de la estratificación y la polarización socioeconómica vigentes. En ese sentido, en el presente artículo se realiza una síntesis del retrato de la movilidad social en México y los retos de investigación que se enfrentan.

Conceptos básicos

En general, la movilidad social se refiere a los cambios en bienestar que experimentan las personas. El cambio puede medirse con base en el hogar de origen —movilidad intergeneracional— o al comparar contra sí mismo entre las distintas etapas del ciclo de vida —movilidad intrageneracional- (Vélez, et al., 2013). La movilidad social comprende diversas dimensiones del bienestar y entre las más utilizadas se encuentran el ingreso, la riqueza, la ocupación y la educación.

La movilidad social se puede medir de distintas maneras. Lo más común es hacerlo en términos absolutos o relativos. La movilidad absoluta mide el cambio en los niveles de la condición socioeconómica. La relativa se refiere al cambio de posición en la escalera socioeconómica que una persona experimenta en relación con la alcanzada por su hogar de origen. Para fines prácticos, el objetivo de la movilidad absoluta es la reducción de la pobreza. Para la movilidad relativa va más allá: su objetivo se centra en que el logro de posición socioeconómica de las personas sea independiente de su condición de origen (Ferreira, et al., 2013).

La movilidad social en México

Los estudios en México se han centrado en el análisis relativo en términos intergeneracionales. En los setenta se publicaron estudios sobre los casos de Monterrey y el Distrito Federal (Balán, et al., 1977; Muñoz, et al., 1977). Durante la década pasada, sin embargo, surgieron estudios con mayor fuerza. Entre ellos destacan los de Zenteno (2003); Binder y Woodruff (2002); Cortés y Escobar (2005); Solís (2007) y Cortés, et al. (2007). La mayoría sigue la tradición que utiliza muestras de una sola ciudad o de un conjunto de zonas metropolitanas (I).

Ante esta situación, la Fundación Espinosa Rugarcía (ESRU) emprendió un esfuerzo nacional que culminó con el levantamiento de la EMOVI-2006. A partir de ese momento y bajo la coordinación del CEEY, se ha realizado una serie de estudios con base en los datos de la EMOVI-2006 y los de un segundo levantamiento, la EMOVI-2011. Esta última es una de las primeras encuestas en la materia que, además de contar con representatividad nacional, permite analizar los patrones de movilidad tanto para hombres como para mujeres.

Los resultados de lo anterior retratan a México como una sociedad altamente estratificada y polarizada. Las oportunidades de movilidad relativa ascendente son limitadas, especialmente para las personas de origen rural. Entre las principales causas se identifican la deserción escolar y el trabajo infantil (Serrano & Torche, 2010).

Con base en los datos disponibles de 2011, el CEEY reporta que la posición socioeconómica de un mexicano aún está condicionada por la posición que ocupaba el hogar de sus padres. En particular, hay una inmovilidad importante en los extremos de la distribución socioeconómica.

Además, se reporta un patrón de movilidad asimétrico por sexo. Las mujeres, si provienen de un hogar con bajos recursos, tienen mayores probabilidades de permanecer pobres. En cambio, si el estatus es elevado, hay menos probabilidades de mantenerlo (Vélez, et al., 2013).

Retos en la investigación

Sin dejar de reconocer el avance en la generación de información primaria y en el diagnóstico sobre México, al menos dos retos de análisis se mantienen vigentes ante la necesidad de diseñar mecanismos que incrementen la movilidad social: a) ampliar el análisis para un mayor número de generaciones y b) comparar los patrones de movilidad entre regiones.

En lo que se refiere al primero, existe una discusión sobre la persistencia o no de las tasas de movilidad social en el largo plazo y la importancia de considerar más de dos generaciones en los análisis. Estudios como los de Clark (2014) y Lindahl, et al. (2015) estiman que el grado de movilidad social a través de varias generaciones es menor de lo que reportan los estudios que consideran únicamente dos generaciones —i.e., padres e hijos. Por el otro, análisis como el de Solon (2015) debaten las interpretaciones teóricas de estos estudios sobre movilidad multigeneracional. Él señala, por ejemplo, que la realidad es mucho más compleja; los resultados varían según la época y el país analizado.

En cuanto al segundo reto, la desagregación regional, el estudio de Chetty, et al. (2014) muestra que existen diferencias sustanciales en el grado de movilidad social norteamericano cuando el análisis se desglosa por regiones. Su análisis permite explorar qué factores podrían relacionarse con la movilidad según las características de cada región: segregación residencial, calidad de las escuelas, desigualdad de ingresos, entre otras.

En México, la disponibilidad de censos o encuestas con seguimiento a las personas es limitada. La mayoría de las fuentes de información sobre movilidad social, por un lado, son muestras parciales de zonas urbanas que no permiten hacer una generalización a la totalidad del país. Por el otro, consideran información únicamente para dos generaciones. Asimismo, la representatividad desagregada a nivel estatal o regional no ha sido considerada —por presupuesto— en el diseño de estas encuestas.

Ante estas limitantes, el CEEY examina el ajustar el diseño de las siguientes EMOVI para capturar información de más de dos generaciones, así como la construcción de una base de datos a partir de la información existente.

En lo que se refiere a la desagregación regional, el CEEY ya trabaja en la estimación de los patrones estatales y municipales de movilidad social intergeneracional. Lo anterior, además, permitirá comparar los resultados intergeneracionales de movilidad social con los datos oficiales de pobreza y desigualdad.

Nota:

I. Para una revisión de las encuestas disponibles en México para medir movilidad social consultar Vélez, et al. (2013), Anexo 1, Cuadro A1.1

Referencias:

I. Balán, J., Browning H. & Jelin, E. (1977). El hombre en una sociedad en desarrollo. Movilidad social y geográfica en Monterrey, México. México: FCE.

II. Binder, M. & Woodruff, C. (2002). Inequality and Intergenerational Mobility in Schooling: The Case of Mexico. Economic Development and Cultural Change, 50 (2), pp. 249-267.

III. Chetty, R., Hendren, N., Kline, P. & Saez, E. (2014). Where is the Land of Opportunity? The Geography of Intergenerational Mobility in the United States. NBER Working Paper 19843.

IV. Clark, G. (2014). The Son Also Rises: Surnames and the History of Social Mobility. Princeton: Princeton University Press.

V. Cortés, F. & Escobar, A. (2005). Movilidad social intergeneracional en el México urbano. Revista Cepal, 85, pp. 149–167.

VI. Cortés, F., Escobar, A. & Solís, P. (coord.) (2007). Cambio estructural y movilidad social en México. México: COLMEX.

VII. Ferreira, F., Messina, J., Rigolini, J., López-Calva, L., Lugo, M. & Vakis, R. (2013). La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina. Washington, D.C.: Banco Mundial.

VIII. Lindahl, M., Palme, M. Sandgren S. & Sjogren, A. (2015). Long-Term Intergenerational Persistence of Human Capital: An Empirical Analysis of Four Generations. Journal of Human Resources, 50 (1), pp. 1-33.

IX. Muñoz, H., de Oliveira, O. & Stern, C. (1977). Migración y desigualdad social en la ciudad de México. México: UNAM.

X. Serrano, J. & Torche, F. (eds.) (2010). Movilidad social en México. Población, desarrollo y crecimiento, México: CEEY.

XI. Solís, P. (2007). Inequidad y movilidad social en Monterrey. México: COLMEX.

XII. Solon, G. (2015). What Do We Know So Far about Multigenerational Mobility? NBER Working Paper 21053.

XIII. Vélez, R., Campos, R. & Huerta, J. (2013). Informe de Movilidad Social en México 2013. Imagina tu futuro. México: CEEY

XIV. Zenteno, R. (2003). Polarización de la movilidad social. Demos. Carta Demográfica sobre México, 15, pp. 17-18.

Roberto Vélez
Director de Movilidad Social y Bienestar Socioeconómico del CEEY. Economista con estudios doctorales en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Sus áreas de investigación se concentran en movilidad social, desarrollo humano e historia antropométrica. @robertovelezg
Claudia Fonseca
Asistente de investigación en el CEEY. Economista por la Universidad de Guanajuato. @ClaudiaEFonseca
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