La obesidad es una enfermedad crónica que afecta a millones de personas en todo el mundo, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades graves como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, y algunos tipos de cáncer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas globales, afectando tanto a países desarrollados como en desarrollo. En este contexto, reducir la obesidad en adultos es un desafío prioritario para la salud pública. Este artículo ofrece consejos útiles basados en las mejores investigaciones científicas de instituciones líderes y recomendaciones de organizaciones como la OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
México Social / Redacción
1. Adoptar una dieta basada en alimentos naturales y evitar los ultraprocesados
Uno de los principales factores contribuyentes a la obesidad es el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados. Estos productos, como comidas rápidas, refrescos, y alimentos ricos en azúcares añadidos, están cargados de calorías vacías, grasas saturadas, y carbohidratos refinados que promueven el aumento de peso. Según un estudio de la Universidad de Harvard, el consumo de alimentos ultraprocesados está directamente relacionado con un mayor riesgo de obesidad debido a su bajo contenido nutricional y alta densidad energética (Hu, 2019).
La OMS recomienda reducir drásticamente el consumo de estos alimentos y reemplazarlos por una dieta rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales. Estos alimentos son densos en nutrientes, lo que significa que proporcionan más vitaminas y minerales con menos calorías, promoviendo una pérdida de peso saludable y sostenible (OMS, 2020).
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2. Implementar un control adecuado de las porciones
El control de porciones es una estrategia eficaz para reducir la ingesta calórica diaria sin eliminar completamente los alimentos favoritos. Según la Universidad de Cornell, estudios han demostrado que el tamaño de las porciones ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, lo que ha llevado a un aumento en el consumo calórico y, como resultado, a un incremento en las tasas de obesidad (Wansink, 2016).
Un enfoque práctico para controlar las porciones incluye utilizar platos más pequeños, servir la comida directamente en lugar de comer de envases grandes, y prestar atención a las señales de saciedad del cuerpo. Además, se recomienda leer las etiquetas de los productos para entender el tamaño real de las porciones y limitar la ingesta calórica innecesaria.
3. Aumentar la actividad física diaria
El sedentarismo es otro factor clave que contribuye al desarrollo de la obesidad. La actividad física regular no solo ayuda a quemar calorías, sino que también mejora la salud cardiovascular, regula los niveles de glucosa en sangre y aumenta el bienestar general. La OMS recomienda que los adultos realicen al menos 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada o 75 minutos de actividad vigorosa por semana, complementado con ejercicios de fuerza dos veces por semana (OMS, 2021).
Un estudio de la Universidad de Stanford encontró que las personas que logran mantener una rutina regular de actividad física tienen una mayor probabilidad de lograr y mantener una pérdida de peso significativa a largo plazo. Además, sugieren que incluso pequeñas modificaciones en la rutina diaria, como caminar en lugar de conducir o usar las escaleras en lugar del ascensor, pueden marcar una diferencia importante (Hall et al., 2017).
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4. Dormir lo suficiente y reducir el estrés
El sueño y el manejo del estrés juegan un papel crucial en la regulación del peso corporal. La falta de sueño afecta negativamente a las hormonas que regulan el apetito, como la grelina y la leptina, lo que puede llevar a un aumento del hambre y, en consecuencia, al consumo excesivo de alimentos. Investigadores de la Universidad de Chicago han demostrado que las personas que duermen menos de seis horas por noche tienen un mayor riesgo de obesidad (Spiegel et al., 2004).
Asimismo, el estrés crónico está asociado con la obesidad, ya que puede llevar al consumo emocional, especialmente de alimentos ricos en calorías y azúcares. Técnicas de manejo del estrés como la meditación, la respiración profunda y la práctica regular de yoga pueden ayudar a mitigar estos efectos, promoviendo un equilibrio hormonal y ayudando a controlar el peso de manera más efectiva.
5. Hidratarse adecuadamente y evitar las bebidas azucaradas
El agua es esencial para la pérdida de peso y el mantenimiento de un metabolismo saludable. El consumo adecuado de agua no solo ayuda a eliminar toxinas, sino que también puede ayudar a controlar el apetito. Según un estudio de la Universidad de Birmingham, beber agua antes de las comidas puede llevar a una reducción significativa de la ingesta calórica y, en última instancia, a la pérdida de peso (Parretti et al., 2015).
Además, las bebidas azucaradas como los refrescos y los jugos industriales están cargadas de calorías vacías y contribuyen directamente al aumento de peso. La OPS recomienda evitar el consumo de estas bebidas y optar por alternativas saludables como agua, té sin azúcar o infusiones de hierbas (OPS, 2021).
6. Realizar seguimiento y monitoreo regular del progreso
Una de las estrategias más efectivas para perder peso de manera sostenible es realizar un seguimiento del progreso. Mantener un diario de alimentos o utilizar aplicaciones de seguimiento de calorías puede ayudar a las personas a ser más conscientes de lo que comen y cómo afecta su peso. Investigaciones de la Universidad de Duke sugieren que el monitoreo regular del peso y la ingesta alimentaria está vinculado a un mayor éxito en la pérdida de peso (Wing & Hill, 2001).
El auto-monitoreo permite ajustar los hábitos alimenticios y de ejercicio a medida que se avanza en el proceso, facilitando una pérdida de peso más efectiva y sostenible.
La obesidad en adultos es un problema de salud pública con implicaciones graves para la salud y el bienestar general. Sin embargo, siguiendo una combinación de estrategias basadas en la evidencia científica, es posible reducir eficazmente el peso corporal y mejorar la calidad de vida. Adoptar una dieta equilibrada, controlar las porciones, aumentar la actividad física, dormir adecuadamente, gestionar el estrés y mantenerse hidratado son solo algunos de los pasos clave recomendados por expertos de la OMS, la OPS y las principales universidades del mundo.
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Referencias
Hall, K. D., et al. (2017). “Obesity and the regulation of energy balance.” Cell Metabolism, 23(3), 503-519. https://doi.org/10.1016/j.cmet.2016.06.004
Hu, F. B. (2019). “Processed food and obesity: the twin epidemics.” The Lancet Diabetes & Endocrinology, 7(8), 589-590. https://doi.org/10.1016/S2213-8587(19)30268-3
OMS. (2020). Healthy Diet. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/healthy-diet
OMS. (2021). Physical activity. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/physical-activity
OPS. (2021). Recomendaciones para una alimentación saludable. https://www.paho.org/
Parretti, H., et al. (2015). “Water preloading before main meals as a strategy for weight loss in primary care patients with obesity: randomised controlled trial.” Obesity (Silver Spring), 23(9), 1785-1791. https://doi.org/10.1002/oby.21167
Spiegel, K., et al. (2004). “Sleep curtailment in healthy young men is associated with decreased leptin levels, elevated ghrelin levels, and increased hunger and appetite.” Annals of Internal Medicine, 141(11), 846-850. https://doi.org/10.7326/0003-4819-141-11-200412070-00008
Wansink, B. (2016). “Portion size me: downsizing our consumption norms.” Nutrition Reviews, 74(5), 257-268. https://doi.org/10.1093/nutrit/nuw009
Wing, R. R., & Hill, J. O. (2001). “Successful weight loss maintenance.” Annual Review of Nutrition, 21(1), 323-341. https://doi.org/10.1146/annurev.nutr.21.1.323