por Ramón Carlos Torres
La clase media en América Latina constituye un segmento de población impreciso, y su análisis e incorporación en el discurso político se han acentuado en múltiples direcciones. Los estudios del Banco Mundial y la OCDE son exponentes de una de ellas, erigiéndolas en objetivo y condición histórica de desarrollo
El discurso político les asigna con frecuencia atributos protagónicos, sean reales, ficticios o de ideales por alcanzar, y las coloca como ingrediente esencial de transformación, progreso, modernización y “meta legítima de progreso y justicia social” (Yocelevzky, 2013). En las páginas que siguen se hace referencia a algunas de las visiones dominantes sobre la constitución, dinámica y significado de las clases medias en América Latina, en particular las formuladas en la OCDE y el Banco Mundial, por ser exponentes de un posicionamiento influyente y generalizado. La finalidad es identificar, a manera de hipótesis, elementos consustanciales al funcionamiento de la economía que explican la creciente y preponderante atención al tema en la política, la investigación y la academia. El corolario es destacar la hipótesis de que las fuerzas del mercado, con su componente hegemónico, contribuyen a explicar el auge ideológico de magnificar el objetivo y desempeño de las clases medias en América Latina (I).
La magnitud y evolución de las clases medias se miden en referencia a una o varias variables seleccionadas, según las hipótesis o el contenido ideológico o doctrinario que se propone derivar de los valores resultantes de la medición. Entre las variables más recurrentes figuran: valores absolutos del ingreso por habitante o familiar; dispersión relativa de la tendencia central de dicho ingreso; gasto en consumo de determinados bienes y servicios; ubicación y modalidad ocupacional; satisfacción de determinadas necesidades sociales; aspiraciones de bienestar; identidad social, económica o cultural; sentimiento de pertenencia e ideales psicológicos; entre otros de sus indicadores constitutivos.
Un estudio publicado por la OCDE estima que 42% de los latinoamericanos pertenecen a la clase media y que los demás forman parte de estratos sociales que denomina desfavorecidos y acomodados (OCDE 2010). La cifra contrasta con el 62% estimado para otros países miembros de la organización (Garrido y Landa, 2012). El criterio de medición utilizado es la dispersión del ingreso personal, de 0.5 a 1.5 de la mediana nacional, contrario a “la visión que ha cobrado vigencia” de acotar el rango de 0.75 a 1.25 (Ibarra 2011).
Al interior de América Latina los resultados de la OCDE oscilan entre extremos, Uruguay, con más de 56% de clase media, y Bolivia, con un tercio; a México lo sitúa en un nivel intermedio de 50% (el estudio de Ibarra arroja 19% con el rango de dispersión acotado). Considera el estudio que en la región las clases medias no actúan como motor de desarrollo, en virtud de carecer de la necesaria movilidad ascendente, a diferencia de lo que sucede en los países donde el modelo económico de crecimiento, según la OCDE, ha tenido éxito. Para lograr ese éxito, el organismo propone mejorar los regímenes de protección social, los sistemas de educación y la reforma fiscal como medios para fortalecer el contrato social, y lograr con ello que las sociedades latinoamericanas sean más justas, estables y cohesivas. La ruta del desarrollo queda así establecida: ampliar la clase media y dotarla de movilidad ascendente.
Por otra parte, el Banco Mundial publicó otro estudio sobre la movilidad económica y la clase media en América Latina (Ferreira y otros, 2013). En él se estima que 30% de los latinoamericanos vivía en 2009 con estándares de clase media; adopta como referencia definitoria un nivel absoluto del ingreso per cápita, entre 10 y 50 dólares al día, al tipo de cambio de Paridad del Poder Adquisitivo. Arriba de ese rango ubica al 2% de la población con mayores ingresos. Debajo de la clase media, estima que 30.5% de la población está constituida por quienes tienen un ingreso inferior a 4 dólares diarios, nivel que considera umbral de pobreza moderada, y el 37.5% de “casi pobres o clase media-baja”, a los que denomina vulnerables, los cuales perciben entre 4 y 10 dólares diarios, se trata ésta última de población que no es pobre pero “corre el riesgo de caer en la pobreza, con una probabilidad estimada superior al 10%”. En suma, la región latinoamericana queda así estratificada en cuatro y no en tres clases sociales: pobres (30.5%), clase vulnerable (37.5%), clase media (30%) y clase alta (2%).
El Banco destaca que la clase media en América Latina y el Caribe ha aumentado 50% en el período 2003-2009. Destaca que se registró una alta movilidad intrageneracional; alrededor de la mitad de pobres ascendió a vulnerables y una proporción de éstos, aún mayor, ingresó a la clase media. Explica la movilidad por la mejoría en indicadores de educación, empleo formal, vivienda y urbanización, además de una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral y una reducción del tamaño de las familias. Atribuye el drástico aumento de la clase media en América Latina al crecimiento del ingreso per cápita y a la menor desigualdad, en proporciones de 0.75 y 0.25, respectivamente.
Finalmente, el estudio identifica a las clases medias como agentes de estabilidad y progreso, ciertamente sin argumentos, y propone tres reformas para que éstas apoyen un contrato social más justo y legítimo: mayor igualdad de oportunidades en las políticas públicas, una segunda generación de reformas al sistema de protección social y el rompimiento del círculo bajos impuestos con mala calidad de los servicios.
Ambas mediciones de clase media, la del Banco y la OCDE, difieren en magnitud y metodología de cálculo (30% y 42%, respectivamente). Pero además, no coinciden en los hogares que ambas refieren como clase media. En efecto, el estudio del Banco destaca y muestra gráficamente que la clase vulnerable incluye al “hogar modal en América Latina“. Una gran proporción de los hogares ubicados en la clase vulnerable se localizan en lo que la OCDE considera precisamente clase media. En el otro sentido, la mayor parte de los hogares que esta institución sitúa en favorecidos se alojan en el segmento que el Banco agrupa en la clase media. Esto es, con el mismo nombre identifican segmentos de población distintos, ambos concluyen que crecieron y argumentan y formulan propuestas convergentes sobre su papel en el desarrollo.
Llama la atención que la definición y cuantificación de la clase media se acomode en función del rol que se le asigna de motor de crecimiento o agente de desarrollo. De igual modo, es significativa la pretensión de supeditar o minimizar la desigualdad latinoamericana, en sus vertientes multidimensionales, tensiones y conflictos, en torno a ese ideal. Sin duda, la economía de mercado, con toda su fuerza y atractivo, se ha vuelto un poderoso factor de homogeneización en la conducta económica, social, cultural y política de los diferentes estratos poblacionales, especialmente la clase media.
En síntesis, la clase media ofrece dos rostros, el homogéneo del consumo y el heterogéneo de su condición estructural; adquiere con ello naturalización y mecanismo de conciliación para el reparto distributivo. Será acaso válido sepultar en definitiva la sentencia marxista de que “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de la lucha de clases”.
El binomio clase media y consumo evoluciona y se vuelve indisoluble y con ello sus implicaciones en la economía, la política y la cohesión social. Los mercados de bienes y servicios de consumo en América Latina se caracterizan cada vez más por su acentuada masificación, diversificación, y especialización estandarizada, explicable en parte por el auge del comercio internacional, los profundos cambios tecnológicos, el menor costo relativo de producción de muchos de ellos, la reorganización y concentración productiva en grandes empresas y el éxito de instrumentos sofisticados de mercadotecnia. Un factor que ha cobrado singular importancia es la penetración del financiamiento comercial y bancario de este tipo de bienes y servicios, en beneficio de la clase media, que no solamente incentiva y otorga fluidez a las transacciones, sino que condiciona un nuevo esquema de endeudamiento donde dichas clases disminuyen su influencia en las decisiones sobre inversión y afianzan su condición de consumidores. Ante estas circunstancias cabe la interrogante sobre el alcance del papel que suele cifrarse en la clase media como motor de desarrollo, innovación y creatividad.
A pesar de ello, los patrones de consumo a los que se le asocia son crecientemente homogéneos e intensos, con los consecuentes impactos en el entorno de valores, anhelos y deseos de formar parte de ella. En contraste, es significativa y creciente la heterogeneidad de su participación en la división de trabajo, las actividades productivas y el acceso a servicios básicos y oportunidades. La reacción ante esta asimetría, especialmente si es de déficit, explica quizá que la pertenencia a la clase media pueda unir voluntades, ser piedra angular del discurso político y hasta engendrar utopías. Es fundamental el rigor en el análisis para comprender que el objetivo de igualdad, en todas sus dimensiones, es requisito ineludible para el desarrollo, el crecimiento y la conformación de los estratos sociales, incluida la clase media en la forma que se le quiera concebir.•
Notas:
I. El análisis se nutre de los penetrantes estudios sobre las clases medias de F. A. Cortés y D. Ibarra, así como de los artículos de I. Banegas, D. Vargas e I. Yaschine, que aparecen en este número de la Revista, sin que en modo alguno comprometan necesariamente sus puntos de vista sobre lo aquí planteado.
Referencias:
I. Avanzini, Diego (2012) Clase media y política fiscal en América Latina, CEPAL, Serie Macroeconomía del Desarrollo No. 123, División de Desarrollo Económico, Santiago de Chile, agosto 13 y 14, 2012.
II. Ferreira, F. H. G., Messina, J., Rigolini, J., López-Calva, L., Lugo, M. A., y Vakis, R. (2013), La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina. Panorámica General,
III. Banco Mundial, Washington, D. C.
IV. Franco, R., Hopenhayn, M. y León, A. (2011) “Crece y cambia la clase en América Latina, una apuesta al día”, Revista CEPAL No. 103, 7-26.
V. Garrido, M. Landa, M. (2012) ¿Existe la clase media en América Latina?
VI. http://www.rnw.nl/espanol/article/%C2%BFexiste-la-clase-media-en-am%C3%A9rica-latina enero 11, 2012.
VII. Ibarra, David (2011) Clase media agónica, estancada, dividiéndose, Periódico El Universal. México, D.F., septiembre 10, 2011.
VIII. OCDE (2010) Perspectivas Económicas de América Latina 2011. En qué medida es clase media América Latina OCDE Publishing.
IX. Paramio, L. (2010) “Economía y política de las clases medias en América Latina”, Nueva Sociedad No. 229.
X. Stiglitz, Joseph E. (2013) Inequality is holding back the recover, The opinion pages, Opinionator. The New York Times, U. S., January 19, 2013.
XI. Yocelevzky, Ricardo A (2013) Notas preliminares para una discusión acerca de las clases medias
XII. Departamento de Política y Cultura, UAM-Xochimilco, 2013.
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