por Enrique Cárdenas
La baja movilidad social que impera en México, tal como ha documentado la Encuesta ESRU de Movilidad Social 2011 (EMOVI-2011) (I), ocurre en un contexto de bajo crecimiento, pérdida de productividad, polarización en diversos ámbitos y dudas sobre la sustentabilidad fiscal del Estado mexicano.
Si la economía no crece de manera sostenida, una persona de bajos ingresos difícilmente podrá acceder a una mejor calidad de vida. Asimismo y si la productividad de los factores es decreciente, la oportunidad de empleo bien remunerado que absorba al capital humano tampoco será viable.
Ahora bien, si la nutrición es deficiente, o si la educación básica fue de baja calidad e impidió el nivel técnico o superior, las oportunidades disminuyen. Existe una innegable vulnerabilidad en las familias cuando no hay acceso efectivo a la salud, seguros contra desastres -sean naturales o familiares- o si han de solventarse gastos para adultos mayores (CEEY, 2013).
Aunque de hecho la estructura institucional del país y su crecimiento económico sean condiciones necesarias para mejorar las condiciones de vida, el esfuerzo y la actitud personal asimismo lo son. De ahí la importancia de revisar el contexto de los individuos, de sus familias y de las posibilidades reales de acceso a educación y salud de calidad, a una pensión básica y a opciones de empleo bien remunerado.
Durante los últimos 35 años, la economía mexicana apenas ha crecido por encima de lo que la población. Entre 1982 y 2014, el PIB per cápita aumentó solamente 0.6% en promedio anual. Durante los cincuenta años anteriores, el PIB per cápita incrementó casi 3% anualmente en promedio, lo que provocó la reducción de la pobreza y el aumento de las clases medias (Székely, 2005). La diferencia es abismal y se refleja en los niveles de vida de la población.
Por decenios, los ciclos inflación-devaluación-inflación no sólo afectaron al bienestar de la población, sino que repercutieron en el ritmo de crecimiento económico; sin embargo, y a partir de la recuperación de la crisis de 1995, afortunadamente, cesaron. Desde entonces, los cambios estructurales iniciados por el presidente De la Madrid, acelerados por Salinas, y, con mayor dificultad retomados por Zedillo, han generado estabilidad macroeconómica y han transformado la fisonomía del país (Moreno Brid y Ros, 2010).
El comercio internacional se ha triplicado, convirtiendo al país en una potencia exportadora a nivel mundial, especialmente en la industria manufacturera. México es una economía abierta al intercambio internacional; es parte de numerosos tratados comerciales y se ha incorporado a organismos multilaterales como la OCDE y la OMC. A pesar de la inseguridad y la actividad del crimen organizado, México aún es atractivo para la inversión extranjera. En 2014 recibimos 22.6 mil millones de dólares en inversión extranjera directa (INEGI, 2015).
Pero en medio de esta modernización se ha profundizado una polarización del país. Cientos de empresas son hoy de calidad competitiva internacional, venden y atraen corporativos transnacionales, pero las ganancias del comercio internacional no se han trasladado al resto del aparato productivo. Las empresas que han logrado conectarse con el comercio internacional -como exportadoras o proveedoras de bienes o de servicios a otras empresas han mostrado un mayor dinamismo y aumentos de productividad. Su desempeño se ha reflejado en los salarios de sus trabajadores y directivos.
Las empresas que no lo han hecho, por el contrario, no han avanzado. Hablamos de empresas pequeñas (quizá menos de cinco empleados), en donde impera la informalidad y cuya productividad está muy por debajo de las más grandes, formales y tecnificadas. Las diferencias son abismales. La gran mayoría de las empresas registran una productividad muchas veces por debajo del promedio del sector (Levy, 2015), lo que constituye un grave problema de polarización. El INEGI estima que la población económicamente activa (PEA) en el sector formal de la economía -que es alrededor del 40%- genera aproximadamente el 75% del PIB; en contraste, el 60% restante de la PEA produce apenas una cuarta parte (INEGI, 2015). Los ingresos reales promedio de los hogares tampoco han aumentado y ha crecido la desigualdad.
Mientras una parte de la fuerza laboral ha experimentado movilidad social absoluta positiva al aumentar su productividad y nivel de vida, también es cierto que los niveles de ingreso de otros sectores de la población se han visto mermados. Así, el promedio es constante. Entre 1989 y 2012, es cierto que la escolaridad ha aumentado de 6.8 a 9.7 años promedio, pero no hay resonancia en los aumentos de la productividad.
La medida de desigualdad más utilizada en México y América Latina –el coeficiente de Gini- ha disminuido en los últimos años, es verdad. De .484 en 1992, pasó a .457 en estos tres años (Fernando Cortés e INEGI, 2012). En México, lo anterior se explica por la caída del ingreso en los deciles más altos y no por el aumento de lo que perciben los más bajos. El lento crecimiento económico, si bien aparentemente ha favorecido a la mejor distribución del ingreso, ha sido por el menor ingreso real que reciben los más ricos… y la desigualdad aún es escandalosa. La percepción promedio de los hogares en el quintil más rico es 7.2 veces mayor al ingreso promedio del 40% de los hogares más pobres del país.
La política pública ha demostrado su ineficiencia para mejorar la distribución del ingreso. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial (Goñi, López y Servén, 2008), la acción de la política pública en México apenas impacta el coeficiente de Gini en 0.02 puntos. En países como España, Reino Unido, Francia y otros, lo mejoran en más de 10 décimas. Un ejemplo: el coeficiente de Gini en el Reino Unido, antes de la acción de la política pública (cobrar impuestos, gastar y otorgar subsidios), sería muy semejante al de México; con la acción del Estado, sin embargo, éste ronda el 0.35, más de 12 centésimas menos que el de México.
La sociedad y economía mexicanas están segmentadas, partidas… pareciera que hablamos de países diferentes. Uno con elevada productividad, niveles de ingreso semejante al de economías desarrolladas, con satisfactores adecuados. Se encuentra en sectores de alta productividad, en general dentro de la economía formal y con perspectivas de movilidad absoluta muy positivas. Alrededor del 40% del mercado laboral se encuentra en esa situación. Los otros Méxicos, donde la fuerza laboral registra una productividad muy baja, en la informalidad y en sectores de muy escasa productividad, se encuentran estancados en una especie de trampa que los impide progresar. Lo anterior se evidencia en la movilidad educativa: la población en pobreza difícilmente alcanza estudios superiores. Un servicio médico adecuado no es factible y no cuentan con seguros que los protejan de catástrofes familiares o desastres naturales. Además, la perspectiva pensionaria resulta muy pobre. En este contexto se enmarca una limitada movilidad social, en donde el origen de las personas determina, casi fatalmente, su futuro.
Nota:
I. Encuesta ESRU de Movilidad Social 2011, producida por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias. Consúltese en: http://www.ceey.org.mx/site/movilidad-social/presentacion-encuesta-esru-movilidad-social-mexico-2011
Referencias:
I. Cortés, F. (Marzo de 2013). Las desigualdades y el progreso en México. Enfoques, dimensiones y medición. Mayo de 2015, de EL Colegio de México/ INEGI. Sitio web: http://www.inegi.org.mx/eventos/2013/Desigualdades/presentacion.aspx
II. Goñi, E., López, H., & Servén, L. (2008). Fiscal Redistribution and Income Inequality in Latin America (Working Paper). Mayo de 2015, de The World Bank Development Research Group Macroeconomics and Growth Team Sitio web: http://elibrary.worldbank.org/doi/pdf/10.1596/1813-9450-4487
III. INEGI. (2012). México – Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2012, Nueva Construcción de Variables. Mayo de 2015, de INEGI Sitio web: http://www3.inegi.org.mx/rnm/index.php/catalog/75
IV. INEGI. (2015). Economía. Mayo de 2015, de INEGI Sitio web: http://www3.inegi.org.mx/sistemas/temas/default.aspx?s=est&c=23824 y http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/informal/default.aspx
V. Levy, S. Febrero de 2015 “¿Cuándo llegará Schumpeter? Empresas, mercados y productividad en México”. México. Presentación en Seminario: CEEY.
VI. Moreno-Bird J.C. & Ros, J. (2010). Desarrollo y crecimiento en la economía mexicana. México: FCE.
VII. Székely, M.(octubre-noviembre de 2005). Pobreza y desigualdad en México entre 1950 y el 2004. El Trimestre Económico, LXXII 4, 913-931. Mayo de 2015. VIII. Vélez, R., Campos, R., & Huerta, J., (2013) Informe de Movilidad Social 2013. Imagina tu futuro. México: CEEY.
Enrique Cárdenas Director Ejecutivo del CEEY. Doctor en Economía por la Universidad de Yale. Recibió el premio Nacional de Economía Banamex por su tesis doctoral. Ha sido profesor de la UDLA (de donde fue rector), de El Colegio de México, ITAM, CIDE, Oxford, entre otras. @ecardenasCEEY |
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