por Jorge Chediek / Bernardo Kliksberg
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es el más ambicioso plan de cambio económico y social que se ha propuesto la especie humana. Según la definición del Secretario General de la ONU, António Guterres, esta agenda tiene como uno de sus pilares centrales el avance de la paz en el mundo
La paz y el desarrollo sostenible están estructuralmente entrelazados: el preámbulo de las metas establece que “sin paz no habrá desarrollo sostenible, y sin desarrollo sostenible no habrá paz”. Ello hace que el nivel actual de conflictos, uno de los más altos en años recientes, sea reconocido crecientemente como uno de los principales obstáculos concretos para alcanzar los objetivos 2030.
Un informe conjunto del Banco Mundial y la ONU proyecta que la mitad de la población viviendo en pobreza se hallará en el año 2030 en países afectados por elevados niveles de violencia.
Asimismo, el Índice de paz global del 2018 muestra que esta se ha debilitado en 92 países. Desde el 2010 el número de conflictos violentos de gran intensidad se ha triplicado y las consecuencias de los conflictos, como el número de personas muertas, la cantidad de refugiados, el gasto militar y los incidentes terroristas, han alcanzado récords históricos en los años recientes.
Los perjuicios de la violencia son enormes y recorren una amplísima gama, pero se estima que solo en lo económico los países afectados por guerras pierden el 8.5% del crecimiento económico en el primer año, y un 4.5% en los años siguientes.
Los conflictos y su consecuencias se complican más aún debido a factores complejos, como los temas de seguridad cibernética, el avance de las redes de crimen organizado a nivel internacional y el cambio climático y su secuencia de impactos que deterioran los hábitats de vida de las personas pobres.
Muchos países del Sur se han visto muy afectados en años recientes por los desplazamientos internos masivos, las olas multitudinarias de refugiados y de migrantes, todos en busca de un vida segura y mejor.
Hay un gran tema de prevención de los conflictos; además de que ello es una cuestión de derechos humanos básica, cualesquiera sean los costos que se inviertan en prevención, serán siempre una fracción reducida de los que se necesitan para enfrentar las crisis y los procesos de reconstrucción.
Amartya Sen, quien presidió el Informe del Commonwealth “Caminos civiles para la paz”, advierte que no se debe caer en el reduccionismo de aplicar a los conflictos una perspectiva solo policial y militar.
Junto a ello hay mucho más. Se hace necesario entre otros temas cruciales de carácter cultural, confrontar la concepción de la inevitabilidad de la guerra de civilizaciones.
La Universidad de la Paz resalta que sin educación se repetirán los ciclos de conflictos y violencia. Se necesita educar para la no violencia, el crecimiento social y el respeto a la ley.
La Presidencia de la Asamblea General de la ONU considera que una paz sostenible requiere necesariamente enfoques holísticos y desarrollar una cultura de paz. Específicamente, el informe del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Consolidación de la Paz, que generó la aprobación de las “resoluciones gemelas” sobre la Consolidación de la Paz, expresamente destaca la necesidad de que las agencias de Naciones Unidas trabajen de manera mancomunada y colaborativa para prevenir conflictos y construir paz, así como define el importante rol de la Cooperación Sur-Sur en este sentido.
En este contexto, la Cooperación Sur-Sur puede jugar un rol muy efectivo, en las políticas de prevención, manejo y transformación de las causas profundas de los conflictos.
Muchos países del Sur han experimentado un largo y sufrido aprendizaje, que sería muy fecundo si lo compartieran con otros, reconociendo y valorando desde la práctica las dificultades actuales y no siempre previsibles o extrapolables en los esfuerzos para crear más paz.
Sin embargo, hasta ahora, como destaca Cecilia Milesi, en el artículo de Noticias ONU sobre Cooperación Sur-Sur y paz, las prácticas y experiencias del Sur para construir paz sostenible han sido limitadamente tenidas en cuenta y no se han compartido entre pares de manera sistemática y coherente.
Esta situación debe y puede modificarse y la Oficina para la Cooperación Sur-Sur de la ONU, con múltiples aliados nacionales, regionales y globales, y en cooperación con agencias especializadas de la ONU y otros organismos internacionales, está impulsando y facilitando los esfuerzos para que estas prácticas se conviertan en el centro del interés colectivo y se transformen en un camino complementario y rico para generar sociedades sin miedo y de paz.
Algunas de las acciones que esta liderando la Oficina de Cooperación Sur-Sur de la ONU son:
- Identificación de las experiencias ejemplares del Sur.
- Apoyo a procesos de investigación y reflexión para extraer y documentar las lecciones aprendidas por los países y regiones del Sur en materia de paz.
- Capitalizar especialmente experiencias de mediación, gestión y resolución de conflictos.
- Visibilizar y compartir políticas y prácticas de prevención y transformación de conflictos que han dado resultado, sin imponer su implementación.
- Crear proyectos, diálogos y espacios colaborativos (on line y off line) que permitan compartir e intercambiar en profundidad.
Muchas de estas actividades ya están aconteciendo. La apuesta será ahora ampliar la acción dentro de esta área y coordinar mejor los esfuerzos de modo que se potencien las posibilidades de impacto; por ejemplo:
Colombia logro, después de 50 años de guerra interna, y tras un largo proceso de negociación con idas y retrocesos, avanzar en el desarme de un conflicto bélico que afectaba profundamente su calidad como sociedad y su desarrollo.
Este proceso se encuentra en plena etapa de implementación con actividades múltiples orientadas a la reintegración social de los grupos participantes en el conflicto, políticas de búsqueda de verdad y justicia, entre otras.
Más allá de los propios desafíos dentro de casa, Colombia ya está ocupada en diseminar y compartir sus diversas de las lecciones aprendidas, por ejemplo, al cooperar con Camboya en el desmonte de minas antipersonales.
En el mismo sentido, Indonesia trabajó durante una década en fomentar el diálogo con las facciones enfrentadas en Camboya. Después colaboró con el país a crear capacidades en áreas como pequeñas y medianas empresas, microfinanzas, empoderamiento de las mujeres, agricultura y buen gobierno.
Al mismo tiempo, Indonesia está ayudando activamente al enfrentamiento de la violencia en Afganistán, apoyando los esfuerzos de reconciliación y construcción de paz y el desarrollo de capacidades institucionales, y coopera con Timor Leste en la aplicación de las conclusiones de la Comisión Conjunta de la Verdad y la Amistad.
Otro ejemplo importante es el de Argentina. Este país sufrió una dictadura que dejó miles de víctimas no identificadas y desarrolló una extensa experiencia forense. Desde hace años, está cooperando en este tema con otros países como Sudáfrica, Tailandia, Vietnam y diversas naciones de América Latina.
Otra experiencia argentina es la de las “Casas de Justicia”, las cuales, a nivel local, fueron llevadas a Colombia, con resultados muy efectivos.
Entre áreas potenciales de Cooperación Sur-Sur para la paz, diferentes países latinoamericanos han desarrollado una vasta experiencia en diálogos interreligiosos, como Argentina, Uruguay y Costa Rica. Su diseminación es de alta utilidad; estas experiencias, fomentan el diálogo entre religiones en lugar del antagonismo, lo que ayuda a superar los prejuicios que agudizan las divisiones, y en otras áreas del mundo han llevado a estallidos continuos de violencia.
Los diálogos de jóvenes de diversas religiones, razas y nacionalidades, y el deporte mismo, pueden ser un puente muy importante en la prevención de ciertas formas de violencia. América Latina es muy rica en ellos y tiene significativas experiencias para ofrecer al respecto, las cuales podrían ser muy útiles en otras regiones del Sur.
La prevención de la violencia requiere un abordaje desde múltiples ángulos integrados. Desde el desmonte intelectual de los prejuicios, la educación en la no violencia, el fomento sistemático de una cultura de no violencia, hasta la superación de las marginaciones, exclusiones, discriminaciones y desigualdades económicas y sociales que las generan.
Lo que está en juego , una paz sostenible, es decisivo para el desarrollo y el futuro del género humano. La movilización a fondo de la Cooperación Sur-Sur para ello, que será uno de los temas del magno encuentro BAPA+40 [Segunda Conferencia de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Cooperación Sur-Sur], puede aportar renovados instrumentos a este desafío ineludible.
Jorge Chediek es director de la Oficina Sur-Sur de la ONU y enviado especial del Secretario General de la ONU para la Cooperación Sur-Sur / Bernardo Kliksberg es asesor estratégico de la Dirección de la Oficina Sur-Sur