La corrupción es uno de los problemas que más preocupan a los mexicanos. Además, en los rankings mundiales este fenómeno nos coloca en posiciones vergonzosas, minando la reputación internacional de la marca México
No es para menos. Sabemos que las sumas que se pierden por la corrupción son estratosféricas, equivalentes al 10% del Producto Interno Bruto. Hace apenas unos días así lo refería el mismo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón: “los mexicanos pierden 363 mil millones de pesos al año por corrupción, más que el presupuesto destinado a la SEP”.
Y no es solo la cifra, así enunciada en abstracto, sino las historias de yates, aviones, ranchos, lujos injustos que exhiben algunas personas que han sido funcionarios públicos, y que particularmente enchilan al hacer cuentas y saber que es imposible acumular esas riquezas solo con los sueldos del gobierno, por bueno que haya sido.
El tema es tan sensible que el presidente López Obrador ha tomado el tema como una de sus principales banderas. Ahora, ¿en dónde estamos?, ¿desde dónde partimos en esta cruzada?
Nueve de cada 10 mexicanos piensan que es una práctica regular entre los empleados de los gobiernos estatales, que son quienes tienen las peores calificaciones. Y si así lo calificamos es por algo: pasamos de 3.6 millones de personas afectadas en 2013 a más de 5 millones en 2017. Y solo se considera, claro, a quienes tuvieron contacto con algún servidor público para realizar trámites (Cfr. INEGI, 2018).
Hasta la última medición se calcularon 25,541 delitos de corrupción por cada cien mil habitantes. La tasa es más alta que la de robo en calle o transporte público. Nunca mejor dicho: es más que un asalto a mano armada.
Es en los trámites relacionados con la propiedad y los trámites vehiculares en los que las prevalencias de corrupción fueron más elevadas. Precisamente por ello, los peores resultados se tienen en el ámbito estatal.
Con este contexto, no extrañan los datos que apenas hace unos días presentó Transparencia Internacional en Alemania. Caímos tres posiciones en el Índice global de Percepción de la Corrupción del 2018. Nos encontramos en la posición 138 de 180 países evaluados, por debajo de todos los miembros de la OCDE. En el grupo del G20, estamos junto con Rusia hasta el final de la tabla.
El presidente López Obrador dijo que su intención es llevar a México a estar entre los mejores ocho. Largo camino resta para alcanzar a Dinamarca, Nueva Zelandia, Finlandia, Singapur, Suecia, Noruega, Países Bajos y Canadá.
¿Qué es lo que nos ha hecho descender? ¿Por qué nos vemos como un país más corrupto? La misma organización Transparencia Internacional señala que se debe a un sistema anticorrupción que no se ha puesto en marcha de la manera adecuada y a que prácticamente nunca hay responsables ni se recupera lo que ha robado y mucho menos hay reparación del daño a las víctimas. Tampoco colabora el que, al menos hasta el año pasado, no hubiera una Fiscalía General independiente del presidente la República.
Todos esos elementos colaboran para que cuando un ciudadano tiene oportunidad de cometer algún acto corrupto le resulte más fácil pensar “y por qué yo no, si todos lo hacen y no les pasa nada”. Por eso, sí tiene que pasar, es necesaria la aplicación de la ley, que los delitos no queden impunes. Por justicia, por equidad, por ejemplaridad y porque así lo dicta la ley.A MéXXIco Libre de Corrupción, AC, por su valiosa labor.
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