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Costumbrismo y naturaleza muerta

Podemos apreciar hermosos cuadros del Costumbrismo y naturaleza muerta en los que se representan hermosos violines en un armonioso juego compositivo, o lindas frutas que con sus colores y texturas nos invitan a contemplarlas; también podemos ver cuadros que solo nos muestran escenas de la vida cotidiana. Por ejemplo, una mujer en su cocina absorta en sus labores, o un hombre descansando, o la trifulca familiar en un rico desayuno por la mañana. Pues bien, resulta curioso como en un inicio las escenas sencillas de la vida cotidiana no fueron consideradas en algunos períodos como algo digno de representación, y aunque aparecieron esbozadas en los márgenes de los manuscritos medievales, o dibujadas en piezas de cerámica en la Grecia clásica narrándonos lo que hacían en su cotidianidad, no proporcionaron tanto interés a considerarse como un tema serio del arte.

Sigue a la autora Mónica Muñoz en Twitter: @Monimunoz_mx

Sin embargo, avanzando en el tiempo y ya en otros períodos, encontramos interés tanto en los mecenas como en los artistas que se deleitaban contemplando y representando la vida que los rodeaba. Viene a mi mente, los coleccionistas de arte holandeses del siglo XVII quienes disfrutaban especialmente con la pintura costumbrista. Quizá se pregunten qué entender por la pintura costumbrista, pues ésta es también conocida como “pintura de género”, y es aquella que nos muestra el comportamiento social de manera estética, que caracteriza a un grupo humano perteneciente a una época, lugar y cultura determinada. Así, de este modo la mayoría de los numerosos cuadros realizados para satisfacer este mercado solían ser, a pesar de sus temas intrascendentes, bellos y sugestivos.

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Costumbrismo

En algunas grandes obras pictóricas holandesas se nos muestras peleas en las tabernas, alegres fiestas familiares, mujeres ocupadas en sus labores cotidianas… Un bello ejemplo es “El hogar disoluto” de Jan Steen (1626 – 1679), en el que podemos apreciar muchos elementos para analizar la escena, sobre lo que ocurre a los personajes después de comer en la sobremesa, descansar, el interior en una típica casa de la época. Pero el pintor no solo nos muestra la escena, sino que desea dar un enfoque irónico moralizante sobre las actividades de la gente acomodada.

En 1565 el artista Brueguel Pieter el Viejo, en su obra “La cosecha” (Agosto, de la serie Los Meses de su ciclo de las estaciones) ha captado la dura vida del trabajo en la cosecha, el escenario agrícola en su apogeo con los hombres segando, todos trabajando mientras algunos descansan. Toda la pintura está dominada por el maravilloso color dorado del trigo, que es el gran protagonista junto al paisaje. Una pintura llena de belleza y vitalidad en la que todos los personajes aunque son anónimos, son seres humanos al fin, retratados realizando sus tareas habituales con una dedicación que se diría habitual. Además de sus cuadros de campesinos, los cuales eran esencialmente descriptivos, Brueguel desarrolló otras temáticas que eran afines a los contenidos de la moral y la ética, donde representó algunas historias bíblicas y mitológicas.

Honoré Daumier, en una pintura realizada en la década de 1860, titulada “El vagón de tercera”, representa con la mayor realidad y compasión la situación de los pobres de la ciudad, mal vestidos, hambrientos y castigados por la vida. Es un tema que Daumier volvió a tratar diversas veces con la intención de reflejar y denunciar la situación social de los más desfavorecidos en las grandes ciudades, mostrarnos su precaria vida, casi miserable y viajar, como se aprecia en el cuadro, en medios de transporte totalmente lúgubres. Los colores oscuros y tristes, y los bruscos e irregulares perfiles transmiten vigorosamente el ánimo sombrío y la paciente resistencia de esa fatigada familia que se acurruca en los duros bancos de madera. Apenas hay detalles meticulosos en la pintura. Los trazos negros y enérgicos bastan para sugerir la circunstancia y crear la atmósfera. (Woodford, 1983)

También viene a mi mente dos obras hermosas, como el dibujo que hizo Rembrandt “Aprendiendo a caminar”, probablemente en el año 1630, nos muestra a un pequeño aprendiendo a caminar con la ayuda de su madre quien le da la mano, y la otra manita se la da su abuela. El pintor logra comunicar una expresión de ansia en el rostro del pequeño, y también esa red de sentimientos humanos llenos de afecto. Del mismo modo, Picasso también logró plasmar el mismo hecho en su obra “Primeros pasos”, una niña pequeña que recibe la ayuda de su madre. Las manos maternales sujetan a la pequeña sin apenas ser notadas; el rostro bondadoso de la madre expresa su simpatía hacia la ansiedad de la niña, pero también notamos que tiene confianza en ella.

Naturaleza muerta

En la Antigüedad clásica se pintaban ya naturalezas muertas. Un bodegón, también conocido como naturaleza muerta, es una obra de arte que representa animales, flores y otros objetos, que pueden ser naturales (frutas, comida, plantas, rocas o conchas) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas, etc.).

En el Renacimiento se les otorgó una gran consideración y respeto a las obras de la Antigüedad clásica estimulando la reaparición de este tipo de pintura. De este modo, muchas veces observamos como a manera de tradición, en los comedores hay cuadros de bodegones ya sean montones de fruta, apilados con apetitosa abundancia, bandejas con pescados plateados, aves de caza de bellos colores colgando de la pared o magníficos ramos de flores relucientes que se derraman en cascada. Sin embargo, también pueden ser objetos, como lustrosas vasijas de peltre, vasos y jarras de transparente brillo, alfombras ricamente tejidas extendidas sobre una mesa, o libros, jarras, pipas, el tintero de un escritor, el pincel y la paleta de un pintor. La intención es hacernos percibir las propiedades artísticas que hay en las cosas cotidianas.

Las naturalezas muertas contienen un mensaje moral. Durante un tiempo se esperaba que atrajeran la buena vida y que no se careciera de alimentos, es por eso que se colocan en los comedores. Hay que tener en cuenta que en otros siglos de repente se lidiaba con epidemias que llegaban y asolaban, o por algunas otras circunstancias en que las personas podían pasar a la pobreza y carecer de lo que se había tenido. Inclusive, la presencia de las calaveras en algunas obras es muy interesante pues fungían como un inevitable recordatorio de la transitoriedad de todas las cosas pensado para que recordemos las conmovedoras palabras del Eclesiastés: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad». Fueron populares entre los pintores flamencos y denominaron “Vanitas” que nos recordaban lo efímero de la vida, como: “En el día del bien goza del bien, y en el día del mal reflexiona que lo uno y lo otro lo ha dispuesto Dios, de modo que el hombre nada sepa de lo por venir” (Ecl. 7:14).

En la década de 1960 durante el pop art Andy Warhol nos cambió un poco el enfoque al hacernos mirar nuestras despensas con un nuevo sentido y orden estéticos, después de haber pintado el cuadro de latas de sopa Campbell.

Mujeres artistas de bodegones

Clara Peeters

También hubo excelentes artistas que nos legaron magníficos trabajos. (ca. 1588/90- 1621) de su vida se sabe poco. Hay datos que certifican que nació en Amberes en 1594. Hija del también pintor Jan Peeters. Aquí es importante recalcar que pese a la atmósfera de modernidad que se vivía en los Países Bajos, el hecho de ser mujer pintora en el siglo XVII, no era fácil. No lo era, entre otras cosas, porque las artistas encontraban grandes trabas para su formación, a menos que aprendieran con el padre, como el caso de Peeters. Considerada todo un prodigio del pincel que, desde los trece años, ella ya firmaba sus cuadros.

Su época de máxima creatividad se desarrolló en torno a 1611-1612. Fue la principal impulsora y uno de los máximos exponentes de la pintura del bodegón o naturaleza muerta. Está considerada, junto a autores como Rubens o Van Dyck, una figura clave en la pintura barroca flamenca pero nunca alcanzó el reconocimiento de sus coetáneos por el hecho de ser mujer. Sus bodegones destacan por el detallismo y lo más interesante, porque incluyó a manera de su firma su mini autorretrato o su nombre en los objetos que aparecen en sus composiciones, como por ejemplo en el reflejo de las copas de orfebrería, o en el filo de los cuchillos.

Adriana Johanna Haanen (1814 – 1895),

Hija del artista Casparis Haanen y de familia que se dedicaba al arte, es otro gran referente, pues es una pintora holandesa especializada en hermosas naturalezas muertas y bellísimos arreglos florales.

Mary Moser (1744- 1819)

Pintora inglesa y una de las artistas más famosas de la Gran Bretaña del siglo XVIII. Moser, fue una de las dos mujeres fundadoras de la Royal Academia of Artes en 1768 junto con Angelica Kaufmann. Pintó retratos, aunque también es particularmente notable por sus representaciones de flores.

Y tú ¿Tienes algún bodegón(naturaleza muerta) en casa? ¿Te has preguntado qué sentido le das?

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Frase clave: Costumbrismo y naturaleza muerta

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