La pandemia del COVID-19 ha invisibilizado a las mujeres en muchos sentidos: desde los efectos directos, hasta los que podrían considerarse como daños colaterales. El objetivo de este texto, en dos partes, es mostrar cómo la pandemia afecta de manera distinta a las mujeres que a los hombres. Por ello se afirma que el COVID-19 es una pandemia que exacerba las desigualdades contra las mujeres.
Por Marcela Reynoso (@marcelareynoso*) y Paola Schietekat**
A principios de marzo, cuando el COVID-19 comenzó a encabezar los titulares de los medios de comunicación, una de las únicas bocanadas de aire fresco fue la ola de mujeres mexicanas vestidas de verde y morado que se dirigían a las calles, denunciando la terrible violencia de género en sus países y la inacción de sus gobiernos. Aunque poderoso, fue de corta duración: hoy, toda la atención ahora recae en el nuevo virus que nos ha impuesto desafíos sin precedentes.
La narrativa en la que nos hemos centrado, sin lugar a duda, ha sido superar el brote, tomar las lecciones aprendidas y salir adelante de esta situación. Pero en este esfuerzo, no debemos permitir que una sola voz se haga cargo de toda la narrativa: no nos olvidemos de que la desigualdad es perenne entre los sexos. Un día después de la protesta masiva en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, las mujeres mexicanas, desesperadas por dejar de ser invisibles, se abstuvieron de ir a estudiar o trabajar y se quedaron en sus casas, para que el gobierno reconociera y tomara acciones contra las desigualdades de género. Hoy, millones permanecemos en el interior, aunque en otras circunstancias.
No olvidemos que la cuarentena puede ser muy diferente para cada persona, y donde prevalece la desigualdad, la acción se convierte en un deber. En este artículo, discutimos tres de las principales áreas en las que las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada debido a su género. Estos temas son enunciativos (pero no limitativos) de las formas en que las mujeres pueden sufrir graves consecuencias para su integridad, más allá de los riesgos a su salud física. Hemos dividido el artículo en dos partes, para que sea manejable y más amigable para todos los públicos. La primera parte habla sobre la violencia doméstica, algunas de las implicaciones negativas de la estrategia “quédate en casa” y algunas de las reacciones (o inacciones) de las políticas públicas. El segundo se centra en las desigualdades laborales, el trabajo de cuidado no remunerado y la exposición que las mujeres deben enfrentar como trabajadoras de primera línea. Asimismo, reflexionamos sobre las implicaciones del bloqueo sobre la salud física y mental de las mujeres.
Violencia doméstica
Millones de mujeres y niñas alrededor de todo el mundo sufren de distintos tipos de violencia. Antes del brote del COVID-19, las estadísticas sobre violencia de género ya eran alarmantes: una en tres mujeres sufre de algún tipo de violencia a lo largo de su vida[1]. De acuerdo con la OMS la mayoría de las víctimas sufren violencia a manos de su pareja íntima[2]. Para muchas, las escuelas, el trabajo o el acceso a espacios públicos eran refugios seguros ante el abuso sistemático. Incluso aquellas mujeres cuyas parejas abusivas restringen su acceso a recursos tenían la oportunidad para escapar, reportar o pedir ayuda cuando sus parejas se encontraban fuera.
La estrategia de “quedarse en casa” ha sido efectiva para proteger a la población en contra del virus, pero ¿qué sucede con los peligros que las mujeres enfrentan dentro de casa? El 16 de marzo, el Foro Económico Mundial estimó que más de 3 mil millones de personas se encontraban en encierro a causa del COVID-19, y el número ha incrementado desde entonces. No es sorpresa que varios países hayan reportado un incremento significativo en violencia doméstica[3],[4]. En Líbano, la línea de emergencia de violencia doméstica recibió el doble de llamadas durante el mes de marzo que durante marzo de 2019[5]. En México, las solicitudes de albergues incrementaron un 30%, pero la violencia doméstica no encabeza la lista de prioridades de una burocracia sobrecargada y sin preparación para lidiar con todas las ramificaciones de la pandemia, ni con la violencia que arrebata la vida de 10 mujeres y niñas diariamente[6].
El acceso a albergues y medidas de protección ya era restringido bajo circunstancias normales, fuera por escasez de recursos, protocolos de protección insuficientes o miedo a las repercusiones. Ahora que más víctimas de violencia doméstica se sienten en riesgo en sus hogares durante el periodo de encierro, los recursos son incluso más escasos y pocos servidores públicos piensan en mecanismos para facilitar el acceso de las mujeres a la atención médica, legal o psicológica. Ese es precisamente el problema cuando las políticas públicas giran en torno a los hombres y al privilegio, y es indicativo de por qué la violencia doméstica prospera silenciosamente, mientras que la atención de los gobiernos está fijada en otros temas.
Varios países han relegado a la sociedad civil la responsabilidad de remediar las desigualdades, lo cual solo esclarece que una política sin perspectiva de género tiene efectos desastrosos durante periodos de crisis. Se requieren esfuerzos significativos para asegurar que las poblaciones vulnerables no se vean desproporcionadamente afectadas por la pandemia de forma directa o indirecta. Quebec y Ontario, por ejemplo, incluyeron los albergues para víctimas de violencia doméstica entre sus servicios esenciales[7].
Para erradicar la violencia en la esfera privada durante el periodo de encierro, es crucial aplicar perspectiva de género a las políticas públicas. ONU Mujeres recomienda que las líneas de emergencia y servicios para atender la violencia doméstica deben considerarse esenciales, además de las medidas genéricas para atender emergencias[8]. Adicionalmente, en países donde la violencia doméstica es una amenaza representativa para la integridad de las mujeres bajo circunstancias normales, y donde la efectividad de las políticas se ve socavada por la capacidad institucional, las medidas específicas deben considerarse prioritarias. Por ejemplo, en México, un país donde dos de cada tres mujeres han sufrido de violencia[9], se ofrece un número de emergencia genérico a las víctimas de violencia de género, en donde su solicitud de atención se diluye entre miles de otras llamadas. Esto denota una incomprensión sobre cómo las mujeres enfrentan el encierro de una manera diferenciada a los hombres. Por lo tanto, la toma de decisiones debe considerar políticas integrales, previniendo un incremento en las llamadas de emergencia relacionadas con la violencia de género.
Las tendencias actuales de violencia demuestran que el confinamiento ha llevado a un aumento del abuso doméstico. No obstante, la violencia contra la mujer no es un problema aislado. Varios patrones culturales intervienen en la reproducción de actitudes y comportamientos misóginos, que a su vez normalizan la violencia contra las mujeres. Hasta ahora, las políticas se han centrado en las mujeres “como el problema”, mientras que el comportamiento masculino no ha sido el foco de atención[10]. En este sentido, las y los tomadores de decisiones deberán tomar en cuenta todos los estímulos y patrones que desencadenan la violencia. Por ejemplo, durante la pandemia, el consumo de pornografía aumentó considerablemente[11] y, aunque es un tema controversial, tiene implicaciones sobre las nociones de masculinidad y actitudes que actúan en detrimento de la igualdad de género[12]. Otra estadística preocupante es que las descargas de pornografía infantil también han aumentado[13], hasta por 507%[14]. En este sentido, no solo deberíamos preocuparnos por las implicaciones inmediatas sobre la seguridad de las mujeres y las niñas, sino también por cómo la legitimación de ciertos comportamientos puede obstruir la igualdad sustantiva a largo plazo.
Las vertientes de la pandemia y sus implicaciones en el bienestar de las mujeres son multifacéticas, y no debemos enfocarnos exclusivamente en las consecuencias inmediatas de lo que sufren las mujeres encerradas con parejas abusivas. Otras consecuencias son igualmente duraderas, insidiosas y quizás no tan visibles en este momento, cuando los gobiernos se enfocan en “el gran panorama económico”. Se deberán buscar alternativas que ayuden a que las mujeres puedan lidiar con esta situación, aplicando una perspectiva de género. Una forma de hacerlo es, precisamente, enfocarse en las consecuencias que, de manera diferenciada, el encierro de la cuarentena afecta a las mujeres y que las coloca en una posición de desventaja frente a los hombres.
En la siguiente parte de este artículo, abordaremos cómo las implicaciones de las estrategias para disminuir el contagio han exacerbado las desigualdades de género en términos laborales, de cuidado y el impacto en la salud física y mental de las mujeres.
[1] UN Women, Facts and figures: Ending violence against women. URL= <https://www.unwomen.org/en/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures>
[2] World Health Organization, COVID-19 and violence against women What the health sector/system can do, 7 April 2020. URL= <https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/331699/WHO-SRH-20.04-eng.pdf>
[3] Bibiana Belasso, Family violence increases in quarantine, La Razón, 26 March 2020. URL: <https://www.razon.com.mx/opinion/bibiana-belsasso-violencia-intrafamiliar-aumenta-en-cuarentena/>
[4] World Health Organization, loc. cit.
[5] UN News, UN backs global action to end violence against women and girls amid COVID-19 crisis, 6 April 2020. URL: <https://news.un.org/en/story/2020/04/1061132>
[6] Abraham Reza, “En enero de 2020, cada día 10 mujeres fueron asesinadas” 2 February 2020, URL: < https://www.milenio.com/policia/en-enero-de-2020-cada-dia-10-mujeres-fueron-asesinadas>
[7] Anita Bhatia, Women and COVID-19: Five things governments can do now, UN Women, 26 March 2020. URL: <https://www.unwomen.org/en/news/stories/2020/3/news-women-and-covid-19-governments-actions-by-ded-bhatia>
[8] Ibídem
[9] National Institute of Statistics and Geography (Mexico), Press release No. 592/19, 21 november 2019. URL= <https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2019/Violencia2019_Nal.pdf>
[10] Bacchi, C. L. (1999). Women, policy and politics : The construction of policy problems, p.168
[11] Kaye Quek and Meagan Tyler, “When staying home isn’t safe: COVID-19, pornography and the pandemic of violence against women”, ABC Net, 7 April 2020. URL= <https://www.abc.net.au/religion/coronavirus-pornography-and-the-pandemic-of-violence-against-wo/12131020>
[12] https://theconversation.com/facing-up-to-the-difficult-truth-about-how-porn-harms-women-11079
[13] Olivia Solon, Child sexual abuse images and online exploitation surge during pandemic, NBC News, 23 April 2020 URL: <https://www.nbcnews.com/tech/tech-news/child-sexual-abuse-images-online-exploitation-surge-during-pandemic-n1190506>
[14] https://elpais.com/sociedad/2020-04-27/el-trafico-de-videos-pedofilos-se-dispara-en-redes-un-507-durante-el-estado-de-alarma.html
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