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COVID19: pobreza y negligencia

El pasado 14 de febrero, la Comisión de la revista The Lancet, sobre las lecciones para el futuro después de la pandemia de la COVID19, presentó su último reporte, en el cual, México aparece como el país con la mayor mortandad por cada millón de habitantes, entre los países que son considerados en el estudio. El gráfico en el que se muestra a México como el país con el peor resultado en ese indicador circuló ampliamente en redes sociales.

Escrito por:  Saúl Arellano

Más allá de que el documento de The lancet confirma lo que desde el inicio de la pandemia alertamos muchos en el país, en lo relativo a la incompetencia de Subsecretario López Gatell y de su jefe, el Secretario (siempre ausente) de Salud, las lecciones que sintetiza el documento deberían ser tomadas muy en serio en la reconfiguración del sistema de salud, luego de los catastróficos resultados que se obtuvieron en el intento de construir el bodrio llamado INSABI.

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Las lecciones aprendidas de acuerdo con el informe mencionado son diez: 1) hubo fallas en la notificación temprana del brote de la pandemia; 2) costosos retrasos en el reconocimiento de la exposición a partículas suspendidas que transmiten el SARS-COV2 (lo cual está relacionado con el uso de mascarillas que en México siempre se minimizó, y se sigue haciendo en una incomprensible necedad de las autoridades sanitarias.

Continúa el estudio: 3) la deficiente coordinación entre países en lo relativo a la mitigación y propagación de la pandemia; 4) la falla de los gobiernos en adaptar rápidamente evidencia científica y adoptar las mejores prácticas para el control y manejo de la pandemia, así como adoptar medidas emergentes en lo social y económico implementadas con éxito en otros países. 5) la disponibilidad de fondos insuficientes para apoyar a los países pobres y de ingreso medio; 6) la falla en asegurar la cadena global de suministros en áreas clave, incluidos sistemas de diagnósticos, tratamiento, insumos médicos y, por supuesto, vacunas. 7) la deficiente disponibilidad en tiempo, precisión, de datos sistemáticos para una adecuada respuesta de los sistemas de salud y otras consecuencias indirectas; 8) la debilidad de regulaciones de bioseguridad; 9) la falla en el combate a la desinformación sistemática; y 10) la falta de redes suficientes tanto a nivel global como nacional, de protección social para las poblaciones en mayores condiciones de vulnerabilidad.

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Dados los datos e información disponible sobre el manejo de la pandemia en México, no hay uno solo de los 10 puntos críticos que señala la Comisión de The Lancet, en que nuestro país salga bien evaluado. En todos, las autoridades responsables fallaron gravemente. Y aunque todavía hay quienes creen que todo se hizo de la mejor manera posible, poco a poco se va aclarando el manejo -que raya en lo criminal- que se dio, tanto de la emergencia sanitaria, como de las medidas complementarias que urgían y siguen siendo urgentes, para lograr que México avance hacia un nuevo estadio de desarrollo.

Entre las recomendaciones que se presentan en este estudio se encuentra el llamado a que los países, ahora más que nunca, asuman como prioritarios los objetivos del desarrollo sostenible, y que se pueda avanzar hacia un nuevo sistema multilateral para el manejo de nuevas emergencias.

Y es que es un hecho -que parece olvidarse muy rápido-, que las pandemias serán cada vez más parte del escenario planetario, sobre todo debido a los tremendos efectos del cambio climático, predominantemente el calentamiento global y la pérdida de la biodiversidad, lo que, a decir de las y los expertos, nos pone con mayor frecuencia a nuevos riesgos frente a virus, bacterias y otros agentes patógenos, provenientes de especies con las que normalmente no interactuábamos.

En las conclusiones del estudio The Lancet afirma que la gestión de la pandemia y sus consecuencias se dan en un contexto de un multilateralismo debilitado, excesivos nacionalismos, tensiones entre los mayores poderes, un crónico “desfinanciamiento de bienes públicos globales”, incluido el propio sistema de las Naciones Unidas.

Otro de los llamados relevantes del documento es flexibilizar los regímenes de propiedad intelectual y patentes en lo relativo a los servicios de salud. Y en eso tienen plena razón, pues si hay una industria voraz y leonina a nivel planetario es precisamente la industria farmacéutica, la cual es, a decir de varios expertos, la tercera más poderosa luego sólo de la automotriz y la de la producción de armamento.

Hay bienes que el dinero no debe poder comprar, afirma la filósofa Debra Satz; y uno de esos bienes primarios es todo lo relacionado con el derecho de todas y todos a gozar del más amplio nivel de salud posible, comenzando por las niñas y los niños, y los grupos en mayores condiciones de vulnerabilidad.

Lo cierto igualmente es que, de no modificarse las condiciones de pobreza y desigualdad planetaria, pero también al interior de los países, tendremos menos capacidades de enfrentarlas con éxito y evitar, como ha ocurrido hasta ahora, una tremenda mortandad que se resume en la cifra de 6.9 millones de defunciones por COVID19 desde el inicio del brote hasta mayo de 2022; o bien, los 17.2 millones de decesos estimados por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME).

La pobreza mata, y en el caso mexicano, es sin duda uno de los determinantes sociales de la salud que llevó a la tumba a centenas de miles, ya bien por COVID19, o por las comorbilidades, fundamentalmente diabetes, hipertensión y obesidad.

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Investigador del PUED-UNAM

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