por Leticia Aparicio
Existen movimientos sociales de indígenas urbanos en los que sus miembros se pronuncian por derechos que, aunque en texto se tienen, se exige cumplir: “Somos gente de pueblos indígenas radicados en la ciudades que buscamos hacer garantes nuestros derechos”
¿Qué o quiénes son los indígenas urbanos? Conceptos y definiciones se han traído a la luz desde la academia y los movimientos de los pueblos originarios, pero el consenso apunta a que son miembros de pueblos indígenas que, producto de la migración, así como de distintas dinámicas de desplazamiento, han pasado las fronteras de lo urbano hacia lo rural y de lo rural a lo urbano.
Los indígenas ya asentados en lo urbano, aparentemente están dispersos, sin embargo, se encuentran reproduciendo prácticas propias de la comunidad en un territorio que cada vez es menos ajeno a ellos, como en espacios de la Ciudad de México y el área metropolitana, tal es el caso de la Delegación Iztapalapa y Ciudad Nezahualcóyotl, espacios donde lo indígena se manifiesta en el sincretismo: indígenas punks; indígenas “reguetoneros”; indígenas “metaleros”; indígenas “darketos”; indígenas cantantes de ópera.
Gente que por la migración y el contacto con lo urbano no necesariamente habla una lengua del algún pueblo originario de México, pero que se reivindica en una identidad por sus raíces, las de sus padres, las de sus abuelos y las de sus antepasados. Seres humanos que, aunque la imposición de dinámicas occidentales hegemónicas les arrebate dicha identidad, pelean el derecho a ésta, ya que sin ella se está en la obscuridad de quien no sabe quién es y a dónde se dirige.
Indígenas urbanos que ante el contacto con estilos de vida citadinos logran desempolvar identidades negadas para luchar con ellas desde lo individual y lo colectivo, identidad compuesta por lo urbano y lo que se reproduce en esta esfera, traído de las comunidades de origen. En la construcción de esta identidad se es indígena aunque ya no se habite en lo rural.
Así, en lo urbano encontramos mayas profesionistas; nahuas empresarios; mazahuas obreros; zapotecos servidores públicos; triquis artistas; rarámuris políticos; mixes docentes; popolocas escritores; totonacos comunicadores; indígenas vendedores ambulantes; indígenas sin empleo; indígenas que niegan serlo; indígenas que están orgullosos de serlo y reivindican identidades y derechos de distintos tipos: “a nosotros nos tocó ser los urbanos”.
En el caso de los indígenas profesionistas, han conformado sus diarias reivindicaciones al ingresar a un espacio de estudios profesionales que les ha permitido conocer y aprender elementos teóricos para la lectura e interpretación de la realidad social, política y cultural de los seres humanos, pero también construir y deconstruir herramientas prácticas para ese actuar hacia una sociedad más equitativa desde otras visiones, filosofías y epistemologías planteadas desde los pueblos indígenas.
Un espacio académico que aunque se critique cerrado hacia las formas de pensar alternativas, como la de los pueblos indígenas, dan algunas posibilidades de abrir brechas para jugar un rol crítico y cuestionar los mismos conocimientos académicos muchas veces excluyentes, hegemónicos y reproductores de exclusión, discriminación, racismo y pobreza. Este tipo de conocimientos que se ponen en tela de juicio deben dar reconocimiento a la ciencia indígena y traer a la luz conocimientos de sabiduría acumulados durante siglos.
Movimiento indígena en el D.F.
Todo el debate aquí planteado lleva a la pregunta para los indígenas en la Ciudad de México: ¿indígenas acaso sin territorio, sin arraigo, quizás sin el derecho a no serlo más? Sin embargo, residentes de una de las ciudades más grandes del mundo en la que se reúnen para pronunciarse por un reclamo con el fin de hacer garantes sus derechos sociales, culturales, humanos e indígenas.
Miembros de diferentes pueblos indígenas de todo el país residentes en la Ciudad de México se han aglutinado para pronunciarse por sus derechos ante la falta de cumplimiento en primer lugar de los sociales: vivienda, salud, educación, empleo; que una y otra vez observamos son negados.
En este sentido, se han creado instituciones cuyo objetivo es promover el cumplimiento a sus derechos, pero que en realidad se ha visto están para atender a intereses de partidos políticos y de una gran estructura burocrática que se encuentra al servicio de élites de poder; espacios donde los indígenas viven racismo institucional: trato en el que al indígena se le sigue ubicando como el vulnerable, como el menor al que tutelar, el que es incapaz de pensar por sí mismo, de diseñar, proponer, proyectar, y no como aquellos con los que se puede y se debe dialogar, llegar a acuerdos, con el propósito de construir políticas.
Si en realidad se apuesta por una política que transforme radicalmente las realidades de los pueblos indígenas a unas más justas es necesario que los mismos miembros de pueblos indígenas la creen y la conduzcan.
A partir de 20 compromisos firmados por el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, con comunidades y organizaciones indígenas en el Distrito Federal (hasta la fecha sólo se han medianamente cumplido dos, la creación de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades y una Agencia del Ministerio Público Especializada en Atención a Personas Indígenas), y muy a pesar de decir que se vive en una ciudad de vanguardia, se sigue considerando a los indígenas radicados en la Ciudad de México solo como población receptora de programas sociales, por lo que no se promueve su participación plena como creadores de política pública y social.
En relación con ello, por poner a concurso una serie de apoyos gubernamentales, traducidos en pequeños presupuestos, se producen en el peor de los casos choques o confrontaciones entre las mismas organizaciones indígenas, lo que a la larga resulta en detrimento del movimiento indígena, corriendo el riesgo de debilitarlo.
Otro ejemplo que va en detrimento del movimiento indígena de la Ciudad de México es lo generado por la falta de condiciones adecuadas para realizar una consulta para las comunidades hacia la construcción y cabildeo de la Ley de Derechos Indígenas para la Ciudad de México, cuyo proceso de diseño y entrada en vigor ha llevado unos 15 años sin concluir hasta la actualidad.
Continuar unificados
Dentro de las preocupaciones de las organizaciones indígenas del Distrito Federal se encuentran seguir fortaleciendo su cultura; continuar reivindicando identidades propias; y fortalecerse al interior de sus agrupaciones, así como de sus comunidades, y para ello seguir trabajando y desarrollando sus autonomías a partir de una filosofía y epistemología propias. Continuar unificados para lograr la Ley de Derechos Indígenas de la Ciudad de México.
Así, la consigna es “fortalecer nuestras organizaciones para poder dialogar y crear desde y con las instituciones para no solo ser tutelados y depositarios de políticas con las que nos identificamos, que no son pertinentes a nuestras necesidades y tampoco responden a nuestras cosmovisiones”.
Reflexión final
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