Sin duda, estamos viviendo momentos inéditos en nuestro país. Más que una transformación esperanzadora que abandone un modelo gastado, corrupto e injusto, y que avance hacia un nuevo arquetipo comunitario, con nuevos contratos sociales e innovadores estilos de convivencia, estamos padeciendo una involución en todos los frentes hacia esquemas anacrónicos de hace medio siglo. El autoritarismo y el centralismo han regresado por sus fueros, y hoy recobran actualidad viejos textos críticos como El estilo personal de gobernar de Daniel Cosío Villegas, o El presidencialismo mexicano de Jorge Carpizo.
Escribe: Luis Miguel Rionda
Sin embargo, recién se experimenta el desgaste acelerado de la figura mesiánica del gran Tlatoani, y esto apenas a la mitad de su sexenio. El gran taumaturgo, el dador de todos los bienes y los males, el ogro filantrópico de Octavio Paz, se banaliza todos los días en temas evidentemente pueriles pero que son útiles distractores, y reorienta la atención pública de los problemas verdaderamente trascendentales para nuestro sufrido país.
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Sólo por enlistar los que creo más graves: la violencia social imparable, la ausencia creciente del estado de derecho, la crisis sanitaria torpemente manejada, la muerte de seiscientos mil mexicanos por causa del virus y del crimen, el desempleo brutal, la migración laboral imparable hacia los Estados Unidos, el desastre educativo nacional, la corrupción que no se ha ido y que permea a la 4T, la polarización confrontativa del discurso oficial, el ataque a los organismos públicos autónomos y a la sociedad civil organizada, el desabasto de medicamentos y el fracaso del INSABI, el machismo oficial inocultable, la fuga de capitales y de cerebros, el desprecio a la inteligencia y la capacidad técnica, el resurgimiento del indigenismo patriarcal como ideología del arcaísmo nacionalista, el aislacionismo internacional…
Pero el redivivo populismo setentero se acoge al viejo nacionalismo revolucionario y señala a los “adversarios” como conservadores-neoliberales —¡qué contradicción!— y traidores a la patria. El pensamiento unívoco se funda en prejuicios ideológicos simplistas, excluyentes y dicotómicos: se parte del “nosotros” contra el “ellos”. Y éstos siempre están equivocados. Se asume el monopolio de la verdad junto con una actitud evangelizadora: hay que convertir a los herejes, por su bien, o exterminarlos. No se reconoce el derecho al disenso, pero tampoco a la existencia misma. El diálogo es imposible.
Estas actitudes se transparentan con claridad en los desplegados que recién publicaron los gobernadores y senadores de Morena. Estos últimos lanzan la temeraria afirmación de que “el presidente […] encarna a la Nación, a la patria y al pueblo”. Esto es profesión de fe, porque ningún ordenamiento constitucional o legal le otorga tal calidad. Luego pontifican: “Los enemigos [sic] no son sólo opositores a los principios democráticos y populares que encabeza el Ejecutivo, sino opositores a México y a todas y todos los ciudadanos que buscan la justica y la igualdad social”.
Alarma la afirmación de que “los que se oponen al Presidente de México no son más que un puñado de mercenarios [sic] que al ver sus privilegios mancillados, luchan con todo su poder económico para que prevalezca el viejo régimen”. Y antes habían lanzado el juramento de que “¡Morena no permitirá que México regrese al viejo régimen!”
Sólo me pregunto: ¿cómo lograrán eso? Nuestro sistema aún vigente reconoce la posibilidad de las alternancias en los poderes. Ya vivimos dos recientes en el ejecutivo. La única vía para eternizarse es el golpe de estado técnico, mediante el cambio del marco legal. Y no les alcanza.
Yo afirmo que el “viejo régimen” de la transición democrática nos acercó sustancialmente a la democracia efectiva, de pesos y contrapesos, aunque no les guste los talibanes populistas.
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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ – https://rionda.blogspot.com/
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