No se trata de adivinar cómo serán los próximos años para nuestro desarrollo, y en especial para lo que viene en el bienestar, pero la perspectiva para el siguiente quinquenio puede ser vista como precaria e incierta, y no solo por la inestabilidad que predomina en el mundo, sino porque internamente se han debilitado algunos de los referentes que orientan el futuro inmediato.
Escrito por: Enrique Provencio D.
En la Cámara de Diputados se está discutiendo el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2023, teniendo como marco los Criterios Generales de Política Económica. Por obligación, este documento debe contener estimaciones de las principales variables de la economía para el quinquenio posterior al año presupuestal que se está discutiendo. Esta vez, por ejemplo, las proyecciones llegan a 2028, con lo que se puede tener una idea de lo que nos espera para entonces.
“Tener una idea” ya es algo, porque los números que presentan los Criterios Generales suscitan muchas dudas. El punto que más llama ahora la atención es si se trata de un presupuesto realista, porque sus puntos de partida, que el crecimiento económico y la inflación de 2023 están sobre estimados en comparación con lo que esperan casi todos los cálculos independientes, incluyendo los que recaba el Banco de México en sus encuestas mensuales de expectativas.
Al defender el realismo de su propuesta ante los diputados, el Secretario de Hacienda dijo que “los calificativos optimistas o pesimistas salen sobrando cuando estamos hablando, o de cosas objetivas o de planeación. Simplemente estamos haciéndolo con lo mejor que hay y lo mejor que hay, como no somos adivinos, es lo que tenemos enfrente de nosotros” http://cronica.diputados.gob.mx/
Lo que realmente tenemos enfrente es una ruta que ha venido ensombreciéndose paulatinamente. Varios ejemplos, a partir de los propios datos oficiales. Cuando se presentó el primer presupuesto del actual gobierno, se adelantaba que cinco años después la economía estaría creciendo a 2.8 por ciento, y que la inversión pública sería equivalente a 2.7 puntos porcentuales del producto. Ahora lo que se espera para dentro de un periodo equivalente es que la economía crezca en 2.5 por ciento y que la inversión pública llegue a 2.2 puntos del producto. Muchas otras estimaciones esperan un comportamiento incluso peor que eso.
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En otros puntos las cosas también pintan mal, pues la capacidad pública para promover más y mejores servicios públicos en salud, educación, desarrollo urbano, agua, infraestructura y tantas otras necesidades inaplazables, se estrecha cada vez más dejando al Estado con un margen de maniobra que se reduce progresivamente. Para 2023, sin ir más lejos, de cada 100 pesos del presupuesto, 80 irán a gastos de los llamados irreductibles, sobre los que no puede intervenirse, como las participaciones federales y las pensiones, que seguirán absorbiendo más recursos para los próximos años.
¿Cómo es que se irá deteriorando el margen de maniobra gubernamental si los ingresos tributarios han crecido, por la mayor eficiencia recaudatoria y sin crear e incrementar impuestos? En los primeros cuatro años del actual periodo de gobierno estos ingresos mejoraron en un equivalente de 0.8 puntos porcentuales del producto, lo cual ha sido positivo, sin duda, pero esa cantidad no ha dado para invertir más y para estimular un mayor dinamismo de la economía y del empleo, que luego permita captar más para expandir el presupuesto. Los recursos adicionales están financiando algunos programas sociales positivos, pero sobre todo el paquete de obras emblemáticas que marcarán este sexenio pero que no están sirviendo para fortalecer de manera generalizada la economía y el empleo.
Más aún, lo que se espera para 2028 es que los ingresos presupuestarios totales sean proporcionalmente menores que los de ahora, porque los petroleros seguirán bajando a pesar de todo lo que se está aportando a PEMEX. El gasto programable, el que realmente se utiliza para servicios, personal e inversiones, también va a la baja como proporción del producto, lo que obligará a mantener los ajustes en sectores en los que ya se ve muy difícil seguir recortando gasto.
Por estas y otras razones no parece que en los próximos años las finanzas públicas contribuyan a un mayor dinamismo de la economía y favorezcan la creación de los empleos dignos que necesitaremos cada vez más. Es un escenario de precariedad, pero que puede ser incluso peor porque el mundo estará en 2023 en una situación muy delicada e internamente seguiremos batallando con la inflación y las altas tasas de interés.
Como el programa hacendario ya está enfilado al cierre del sexenio y buscará evitar a toda costa la inestabilidad financiera, ya se puede dar como un hecho que hacia 2028 lo que prevalezca sea este panorama desagradable que aquí se ha resumido, pero que se deriva de los Criterios Generales para 2023 que tienen en sus manos la Cámara de Diputados. A no ser que en 2025 por fin nos tomemos en serio la necesidad de emprender la reforma hacendaria que se postergó en 2018 y que luego ya ni se puso a discusión.
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