Si un hecho marcó al gobierno mexicano en materia de seguridad, ese fue el llamado “Culiacanazo” del 17 de octubre de 2019, cuando miembros del Cártel del Sinaloa frustraron el operativo del Ejército mexicano y la Guardia Nacional para detener a Ovidio Guzmán López, el hijo de Joaquín el Chapo Guzmán. La captura de Ovidio duró solo tres horas, pues los integrantes del grupo criminal desataron el terror en la ciudad.
Escrito por: Alexandro Méndez González
Culiacán se convirtió esa tarde en el infierno mexicano, una zona de guerra en un país que parecía no tener ley: bloqueos, coches en llamas, hombres armados disparando por las calles, civiles que trataban de ocultarse donde pudieran mientras escuchaban con terror el estruendo de más de una decena de enfrentamientos. Se registraron agresiones al Cuartel Militar en Culiacán, ataques a la sede del C4 y 51 presos se fugaron del penal de Aguaruto.
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Hombres, mujeres y niños quedaron desamparados, presos de crisis nerviosas, vulnerables. Finalmente, ante la posibilidad de un ataque directo a la población, el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó liberar a uno de los hijos del líder del cartel de Sinaloa. El saldo de ese “Jueves negro”, según la Sedena, fue de ocho muertos un civil y varios militares heridos. No hubo un solo detenido por los hechos.
Las críticas al operativo no se hicieron esperar y sigue siendo hasta la fecha una de las grandes cicatrices de la Cuarta Transformación. Desde ese entonces, se cuestionó la estrategia de seguridad de López Obrador y la capacidad de acción de las fuerzas de seguridad ante un crimen perfectamente organizado, que mostró en solo una tarde su gran poderío y su gran capacidad de respuesta.
El presidente ha apostado todas sus cartas a dos cuestiones que considera prioritarias para fortalecer su estrategia y que ahora son una realidad: la Guardia Nacional pasó al control de Sedena y el Ejército seguirá en las calles cumpliendo labores de seguridad pública hasta 2028. Sin embargo, el “Culiacanazo” dejó una gran lección: sin una estrategia clara, labores de inteligencia de primer nivel o un cuerpo de élite con la capacidad táctica y el adiestramiento necesarios, ni siquiera el Ejército o la Guardia Nacional estarán en posibilidad de combatir efectivamente al crimen organizado.
De cualquier manera, parece ser que un nuevo combate frontal no está en los planes del gobierno federal ni del estatal. En el marco del tercer aniversario del “Culiacanazo”, el gobernador Rubén Rocha Moya se manifestó seguro sobre los avances en materia de seguridad en la entidad, y afirmó que hoy en día no existen condiciones para que suceda otra una situación de ese calibre. Efectivamente, según cifras de la Fiscalía General del Estado, en 2022, los homicidios dolosos han registrado una baja de 40.68% respecto de 2021, aunque el pasado septiembre se convirtió en el segundo mes más violento del año, con 55 homicidios dolosos, solo después de mayo, cuando se registraron 56 casos.
En este sentido, cabe destacar también la reciente visita a Sinaloa del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, uno de los aspirantes más fuertes a la candidatura presidencial de Morena para 2024. En una reunión con legisladores del Congreso del estado, López Hernández declaró que es fundamental que la construcción de la gobernabilidad y la paz del país comience en Sinaloa, un pueblo noble y trabajador que ha sido “injustamente estigmatizado por la violencia y el narcotráfico”. En esa misma reunión, en respaldo a la visión del presidente López Obrador, el gobernador Rocha aseguró que el país necesita el apoyo de las fuerzas militares como “una tutela prudente y complementaria”.
Con su visita, López Hernández no solo demostró que Sinaloa es uno de los estados clave para la estrategia del gobierno federal en el combate a la inseguridad y la violencia, sino que también es una carta fuerte para la estrategia política de Morena rumbo a 2024, pues se fue con el respaldo abierto de actores políticos relevantes como el fundador del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda.
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Frase clave: ¿Qué lecciones deja el “Culiacanazo?
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