Lo comentado, no se alcanzarían los números necesarios para la reforma constitucional en materia político electoral. Lo ocurrido, se aprobaron entonces distintas modificaciones en leyes secundarias para reordenar aquello que se considera podría ser perfectible de la democracia mexicana. Lo que puede acontecer, que en el Senado no se consigan los votos para que esas modificaciones sean aprobadas. Segundo escenario, que la cámara revisora haga cambios y los devuelva a la de origen.
Escrito por: Andrea Samaniego Sánchez
Esto sólo es un breve resumen acerca de una de las reformas que, a voz del presidente, resultaban más importantes para modificar las estructuras democráticas y que ésta fuera no un asunto de las élites sino del pueblo.
Ahora bien, esta discusión se politizó, se volvió un tema de encabezados en donde ambos sectores, los que se encontraban a favor de la reforma y aquellos que se encontraban en contra redujeron a frases simples un tema que, de origen es complejo. Y me gustaría únicamente centrarme en un punto que pudiera tener efectos a partir de esta reforma, el de la representación.
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Y esto es un tema complejo en tanto que el modelo democrático es un legado de Atenas, es un vestigio del pasado donde la ciudadanía era un grupo reducido de hombres propietarios que podía votar sobre los temas públicos; este mismo modelo se transforma en la modernidad para dar paso a una sociedad mucho más amplia, abierta y participativa.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta que de esos modelos griegos de la Antigüedad Clásica a los de los estados liberales por excelencia, Estados Unidos principalmente, distaba una gran diferencia: por simple cuestión aritmética no podían generarse mecanismos de participación directa, luego entonces se diseñaron mecanismos de representación. Esto no siempre ha sido sencillo, pues ¿cómo se puede representar a una sociedad que es por excelencia diversa y plural?
De ahí por ejemplo la creación de partidos políticos que representaban ciertos intereses o agendas que podían interesar a sectores de la ciudadanía y, sin embargo, los problemas no cesaron. Una de las grandes interrogantes dentro de los sistemas democráticos persistió ¿cómo darle voz a aquellos que no ganan en una elección? ¿cómo hacer que sus problemas y agendas se discutan?
En el caso nacional, sobre todo a partir de la reforma política de 1977 se dio voz a las minorías y a partidos políticos que no podían ganar dado el peso del partido hegemónico y que las contiendan no eran competitivas: se dio paso a los candidatos de partido.
Es decir, nuestro sistema halló en esta figura un modo para hacer más representativo el Legislativo. Poco a poco, estos candidatos se oponían, debatían o lanzaban iniciativas que estaban hechas en función del sector de la población que representaban.
Ahora, con la reforma planteada por el Ejecutivo Federal, se pretendía eliminar a los candidatos plurinominales, porque a decir de la exposición de motivos, no cumplían su cometido y se volvieron cuotas de las cúpulas y dirigentes partidistas. Entonces, el problema sería el empleo más no la figura en sí. Esto ya no fue aprobado en las secundarias, sin embargo, se deben analizar sus consecuencias, sobre todo, para los grupos marginados, los minoritarios y aquellos beneficiados por el surgimiento de esta figura. En democracia todas las voces democráticas deben estar presentes.
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