Pocos conceptos son tan usados y guardan tantos significados como cuando hablamos del desarrollo. Es una noción obligada al hacer referencia a la forma cómo vivimos, cómo nos vinculamos al interior y con otros grupos, a cómo satisfacemos nuestras necesidades, y a cómo garantizamos que tengamos una vida plena. Mucho se ha escrito al respecto. Y de entre las muchas reflexiones que genera el concepto, queremos resaltar algunos puntos.
Un texto de The Hunger Project México. Sígueles en Twitter: @THPMexico
El desarrollo no es lineal, a pesar de lo que muchas corrientes se centrado en hablar de fases, de pasos, de recetas y de la amenaza de quitar la escalera.[1] Además de eso, el desarrollo no se puede pensar, de ninguna manera, desde el exterior de una comunidad o grupo… mucho menos de un país. Tampoco es pertinente que se base en valores externos que midan o determinen lo que significa el bienestar y que esto se defina desde una mirada dominante. Desafortunadamente, eso ha ocurrido con demasiada frecuencia.
Ante la multiplicidad de modelos y alternativas, The Hunger Project concentra su conocimiento y experiencia de trabajo comunitario en un modelo llamado Desarrollo Liderado por las Comunidades con Perspectiva de Género (DLC-PG), que es un enfoque basado en un proceso sistémico y multisectorial que pone al centro -en los hechos, y o solo en la retórica-, a las mujeres, hombres, juventudes, niñas, niños y aquellos grupos que históricamente han sido discriminados en el desarrollo.
El DLC-PG apuesta porque las personas, sus distintos procesos organizativos, las organizaciones de base, las redes, colectivas y comunidades, ejerzan su agencia, con base en la movilización y la autogestión. Esto facilita que puedan definir sus prioridades, hacia la construcción de una relación efectiva con sus gobiernos locales, y no únicamente son receptores pasivos de políticas; por el contrario, ejercen y exigen sus derechos, incluyendo los vinculados a la participación.
¿Por qué es relevante este modelo en el contexto actual? Los modelos de desarrollo que han dominado en el país, han dejado y mantienen deudas históricas con poblaciones en situaciones de marginación y extrema pobreza. En el caso de México, estas poblaciones además son mayoritariamente indígenas. En ejercicio de justicia social, vemos necesario visibilizar estas deudas y transformar la forma como se plantea del desarrollo, particularmente en lo local.
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De acuerdo con el Sistema Nacional de Planeación Democrática, el proceso de construcción de cualquier documento programático que guiará a los nuevos gobiernos, debe considerar la participación de la población. La Ley de Planeación establece que “las comunidades indígenas deberán ser consultadas y podrán participar en la definición de los programas federales que afecten directamente el desarrollo de sus pueblos y comunidades” (Art. 20). Además, de tener el derecho de participar en los procesos de planeación estatales y municipales.
Y esto cobra particular importancia pues durante los meses de agosto, septiembre y octubre, las y los gobernadores que resultaron ganadores en el proceso electoral de julio pasado, comenzaron a tomar posesión de sus cargos; y con ello, comenzará la construcción de planes estatales y municipales de desarrollo, los cuales guiarán los 6 años de la administración estatal, y los 3 o 4 que duren las municipales.
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La definición de políticas y acciones que terminan siendo parte de la vida de las personas, particularmente de quienes están en situaciones de vulnerabilidad, no puede ni debe dejarlas fuera de los procesos de toma de decisión. De ahí que iniciativas como los 12 compromisos por el desarrollo local que promovemos desde The Hunger Project México, faciliten la existencia de propuestas concretas, derivadas de prioridades locales, que puedan guiar a los nuevos gobiernos en la garantía de los derechos relacionados con la igualdad de género, la inclusión social, el desarrollo económico y la participación ciudadana.
Así, vemos en el DLC-PG una oportunidad de cambiar relaciones de poder hacia y entre comunidades y poblaciones indígenas. Y también, como una forma en la que todas las personas ejercemos nuestro derecho a participar. Y eso, en el contexto actual, ya no puede esperar.
[1] Referencia al texto de Ha-Joon Chang, Retirar la escalera. La estrategia del desarrollo en perspectiva histórica.
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