Llegamos al día de las elecciones con el país basculando entre la esperanza y la tentación autoritaria, entre la preocupación por graves problemas irresueltos y la satisfacción por algunas mejoras directas en la vida cotidiana, entre las expectativas de consolidación y las de cambio, entre el aprecio y el desafecto por la democracia.
Escrito por: Enrique Provencio D.
La inseguridad no solo mantuvo su presencia en toda la campaña electoral, sino que se intensificaron los homicidios en los primeros meses de 2025, y la violencia alcanzó el nivel más alto en comparación con campañas anteriores. De un modo u otro, lo que experimentamos estos meses fue una normalización de la barbarie política, que no puede minimizarse acudiendo al truco de contabilizar el porcentaje de quienes pidieron protección de las autoridades en comparación con el total de las candidaturas. El mensaje de la intimidación quedó sembrado con las amenazas y los asesinatos. La impronta del miedo ha dejado su marca, y la convivencia civilizada quedó dañada, ojalá que no sea para siempre.
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No es casual que el problema principal que identifica la población sea la inseguridad, con todo y que la percepción social sobre el problema, registrada por la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana, se ubicó en marzo de 2024 con el más bajo nivel desde 2013, cuando empezó este levantamiento (INEGI, ENSU). El cambio ha sido notable: a fines de 2021 lo que más preocupaba era la situación económica, pero desde entonces ésta empezó a mostrar alivio, y la mejora en el ingreso, el empleo y la pobreza alimentaron una mejora en el estado de ánimo.
En plena campaña electoral, las familias que declaraban avance en su bienestar (el 60%) duplicaban a las que sentían lo mismo a principios de 2022 (el 29%). Esto influye mucho, quizá es determinante, en la apreciación de que el país va por buen rumbo, con lo que coincide el 54 %, mientras que el 40 % valora que las cosas van mal (GEA-ISA mayo 2024). Quizá esto cambie los próximos meses, pues de hecho la expectativa de mejora económica viene declinando ya desde fines de 2023, pero mientras tanto, pesa más el balance de mejora que el de incertidumbre.
Por su lado, la otra fuente de preocupación es algo más directo, el estado de los servicios urbanos, de las calles, la iluminación, el agua, el transporte, las escuelas y los hospitales, que en las colonias y las localidades es considerado casi al mismo nivel problemático que la inseguridad. Esto pesará más en las elecciones locales que en las federales, pero es significativo porque muestra un hecho que no es paradójico sino explicable: el cambio positivo en el bienestar económico de personas y familias no se concreta en los aspectos colectivos, los de los de infraestructura. Ahí siguen estando pendientes añejos a la espera de los nuevos gobiernos.
Los indicadores tradicionales con los que se mide la confianza económica son claros: en abril de 2024 se recuperó el nivel de principios de 2019, y ambos puntos son los más altos desde que se lleva registro. No es solo la opinión popular, pues en algunos casos también la respuesta de especialistas es positiva, por ejemplo en la percepción del entorno y el momento para invertir, que es relativamente favorable comparando con los años posteriores a 2016. A la elección llegamos en un tramo de desaceleración económica, con una perspectiva preocupante en algunos aspectos para el segundo semestre de 2024 y para 2025, pero esto no se registra claramente todavía, y lo que más pesa es el balance positivo en el ingreso familiar, lo que se refuerza con la información que CONEVAL publicó el 28 de mayo, con una reducción de la pobreza laboral, mejoras en la masa salarial y avances en otros aspectos sociales.
En términos generales puede decirse, corriendo el riesgo de incurrir en reduccionismos, que la percepción de que las cosas van bien en lo político ha corrido en forma pareja a la mejora del bienestar económico, y eso a pesar de la postura de que la inseguridad sigue sin resolverse. Eso es lo que muestra la comparación de encuestas. También es cierto que en algunos temas la desinformación es evidente. Por ejemplo, una tercera parte de la población sostiene que el sistema de salud ya es como el de Dinamarca, y en el otro extremo, más del 40 % opina que lo salarios mínimos y las pensiones de adultos mayores no han mejorado. En algún sentido y para ciertos temas, se desconocen o minimizan avances, pero también se les magnifican según el rechazo o la adhesión o al régimen, respectivamente.
Mientras tanto, el conjunto de iniciativas o acciones concretas que han ido minando las instituciones democráticas parecen no afectar sustancialmente la opinión de que el país va bien. No es una postura tan contundente, es cierto, pero sí es mayoritaria. La razón puede ser que buena parte de la sociedad está escorándose hacia preferencias autoritarias, al tiempo que se estanca o deteriora el afecto por la democracia. Es un fenómeno que ya se apreciaba desde hace dos décadas, pero no en la magnitud con la que ahora aparece. La forma clásica con la que esto se registra es la que pregunta si en ocasiones un gobierno autoritario es preferible a uno democrático. Hace seis años el 18 % consideraba que a veces es preferible uno autoritario, y ahora eso lo responde el 44 %, casi el mismo porcentaje que los que consideran que siempre es preferible el gobierno democrático.
Las campañas electorales hicieron caso omiso de las plataformas que los propios partidos registraron ante el INE, pero, aun así, muchos temas quedaron colocados en las agendas a la espera de que el nuevo gobierno los convierta en programas, diseños de política y proyectos ejecutivos con presupuestos para realizarlos a partir de 2025. Reconociendo los avances que traen beneficios directos para la población, es preciso trabajar colectivamente para superar los rezagos estructurales en la desigualdad y en la pobreza, en el grave deterioro ambiental que vivimos, en la desintegración social y la inseguridad.
Hay mucho por conocer y por comprender sobre los resortes que impulsan las preferencias y las adhesiones políticas, pero hay formas de integrar un futuro más promisorio en el bienestar, con una sociedad más democrática, que no desdeñe los contrapesos políticos, que fortalezca el pluralismo y la diversidad, que garantice la seguridad humana.
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La información que se utiliza en este artículo proviene principalmente de las siguientes fuentes:
GEA-ISA, México: política, sociedad y cambio escenarios de gobernabilidad. Segunda y tercera Encuesta Nacional de Opinión Ciudadana 2024, reportes de abril y mayo de 2024.
INEGI, Encuesta nacional de seguridad pública urbana (ENSU). Primer trimestre de 2024.
BANXICO, Indicador de confianza del consumidor, reporte analítico. 7 de mayo de 2024.
BANXICO, Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado: Abril de 2024. 2 de mayo de 2024.
CONEVAL, Información referente a la pobreza laboral al primer trimestre de 2024. 20 de mayo de 2024.
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