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DEMOCRATIZAR LOS CUIDADOS

En los últimos dos años la CEPAL ha dedicado una serie de estudios importantes al tema de los cuidados[1]. Pone énfasis en dos aspectos que me interesa destacar: el enfoque de derechos y la dimensión política del cuidado. No es un secreto que el feminismo ha impulsado una crítica radical a la distinción público – privado como frontera difícil entre los asuntos que merecen ser vistos, retribuidos y tienen prestigio, respecto de otros que son menores e indignos. El espacio de la labor, de los ciclos reproductivos de la vida doméstica feminizada o esclavizada -descrita por Hannah Arendt[2]-, tiene su anverso en los lugares de la fabricación, el comercio y la política: el mercado y la plaza. Contra los ideales ilustrados o románticos de la vida íntima, la filósofa asimila privado a privación, y lo relaciona con ocultamiento, pudor y vergüenza. Lo social y lo público son el trabajo y la política masculinos, espacios virtuosos y dignos de visibilidad.

Escrito por: Alejandro Sahuí

La reflexión sobre el cuidado es una importante contribución del feminismo a la economía. Katrine Marçal ironizó sobre la “mano invisible” en el imaginario liberal[3] confirmando que el cuidado parece ser el eslabón perdido del análisis económico[4]. El porcentaje económico que representan los cuidados se contabiliza en la mayoría de países, las dobles jornadas y las horas laboradas no retribuidas: entre un cuarto y un quinto del PIB. Su papel en la reproducción de la vida y en las condiciones del trabajo no se pueden seguir ignorando.

No obstante, es necesario ir más allá de las cuestiones económicas. No se trata solamente de revisar diferentes esquemas de distribución de las labores de cuidado para evaluar cuál maximiza las ventajas de las familias y la sociedad global. La cuestión de fondo es quiénes tienen poder de decidir tales esquemas y cómo se gana la legitimidad de hacerlo. Se debe considerar el bienestar de quienes proveen y reciben cuidados, y también señalar los privilegios que permiten eludir las propias responsabilidades. Pensar el cuidado como ciudadanos y no como beneficiarios es un tema urgente. En México hoy, paradójicamente, aunque se hace estandarte del combate a la pobreza y la desigualdad, no se ven con claridad muchas dimensiones de la injusticia impermeables a los apoyos y subsidios que trasladan las cargas de cuidar a las personas más vulnerables: mujeres pobres, indígenas, migrantes, adultas mayores, niñas y adolescentes. Es fácil apreciar en este desplazamiento la reproducción de las inequidades del orden social: sus divisiones de género, clase, estatus y déficit de representación. No es fórmula retórica subrayar la desigualdad “estructural” o la necesidad de incluir el enfoque de la “interseccionalidad” que revela el solapamiento de distintas causas de discriminación. Una mejor política pública reclama más política política: decidir si los cuidados solicitan más estado o mercado. Los mecanismos de cierre social que permiten a las élites capturar las ventajas y evitar todos los costes deben ser puestos sobre la mesa: ser transparentados, controlados, fiscalizados. En todos los casos se deben evitar los discursos familistas que apelan a la caridad o al altruismo personal. La CEDAW es enfática en este punto: la maternidad (en ella implicados alimentos, abrigo, higiene, salud, recreo, afectos) es una función social básica. No existen autonomía privada y autogobierno colectivo, derechos y régimen democrático, sin el fino tejido de los cuidados.

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En este sentido merece la pena concebir las instituciones de cuidado bajo la lógica de los derechos, para apreciarlos en el marco de los estados democráticos, con un enfoque de igualdad de trato y de oportunidades[5]. El derecho al cuidado no es un derecho de las mujeres -aunque es elemental observar su específica desventaja. Cuidar, cuidarse, ser cuidado es un derecho de todas las personas. Junto con las políticas de reparto de dinero o bienes señaladas, sin duda urgentes, es menester extender el andamiaje de las instituciones estatales garantes: salud, educación o seguridad social; desanclarlo de la formalidad laboral. El desabasto de medicinas e insumos hospitalarios, la desaparición de escuelas de tiempo completo, o el déficit de apoyo a estancias infantiles y de personas mayores ilustran cierta ceguera en la política social. Es curioso que el adelgazamiento del estado se entienda como causa progresista y de izquierda. Es sabido que la retirada de los estados de bienestar resulta de la economía neoliberal que se denuncia, y que descargar en los hombros de las familias y personas pobres las elecciones de gasto si los servicios públicos se arruinan y se trasladan al mercado es insolidario en extremo. El cumplimiento de derechos no es un bien en el comercio.

El mayor efecto disruptivo de los derechos tiene que ver con su universalización, compatible con la posibilidad de priorizar a los grupos en desventaja. Además de la pobreza y las desigualdades de género, de las poblaciones indígenas o tribales, es preciso analizar transformaciones demográficas, tendencias económicas, cambios en la composición de los hogares, perspectiva intergeneracional y crisis climática. No hemos salido de la emergencia sanitaria y ya enfrentamos una guerra con graves efectos globales en los suministros alimentarios y energéticos.

El derecho al cuidado se refiere a las condiciones del entorno que habitamos. Hasta ahora son principalmente las mujeres quienes amortiguan las consecuencias más terribles de la actual crisis económica, la escalada de precios de los alimentos, en el sector de la sanidad y en la seguridad social. Es imperativo denunciar la injusticia. Ello nos devuelve al tema de la política: una democracia participativa paritaria que destaque la contribución de las mujeres en la constitución del mundo público: en la economía y sus condiciones de reproducción; en la cultura y su transmisión; en la política y sus críticas a las estructuras de opresión, explotación y exclusión, supone una revolución de los cuidados como valor político con fines democratizadores[6].

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Sobre el Autor

Alejandro Sahuí es Doctor en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Argumentación Jurídica por la Universidad de Alicante. Desarrolló una estancia de investigación en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Northwestern. Ha sido Director Académico de la Facultad de Derecho y Director del Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Campeche. Es ahora Profesor Titular en dicha Universidad y Responsable del Doctorado y de la Maestría Interinstitucionales en Derechos Humanos, acreditados en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) con el nivel 2. Ha sido Consejero Local del Instituto Nacional Electoral (INE), del Consejo Académico del Centro de Estudios Constitucionales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y actualmente es Presidente de la Asociación Iberoamericana de Filosofía Política (AIFP). Es autor de los siguientes libros Razón y espacio público. Arendt, Habermas y Rawls (2002, 2009); Igualmente libres. Pobreza, justicia y capacidades (2009); Igualdad y calidad de la democracia (2018); Derechos humanos, grupos desaventajados y democracia (2018). Asimismo, ha sido coordinador de diversas obras colectivas, y autor de numerosos artículos y capítulos sobre derechos humanos, filosofía política, jurídica y moral.


[1] CEPAL, La sociedad del cuidado. Horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género, noviembre 2022; CEPAL, Avances en materia de normativa del cuidado en América Latina y el Caribe, noviembre 2022; CEPAL, El financiamiento de los sistemas y políticas de cuidados en América Latina y el Caribe, noviembre 2022; CEPAL, Hacia la sociedad del cuidado. Los aportes de la Agenda Regional de Género en el marco del desarrollo sostenible, septiembre 2021.

[2] Hannah Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1998.

[3] Katrine Marçal, ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía, Ciudad de México, Debate, 2017.

[4] Corina Rodríguez Enríquez, “La cuestión del cuidado: ¿El eslabón perdido del análisis económico?”, Revista CEPAL 106,abril 2012.

[5] Laura Pautassi, El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos, CEPAL, Santiago de Chile, 2007.

[6] Joan C. Tronto, Who Cares? How to Reshape a Democratic Politics, New York, Cornell University Press, 2015; Joan C. Tronto, Caring Democracy. Markets, Equality, and Justice, New York and London, New York University Press, 2013.

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