¿Te preguntas si el mundo se desmorona ante tus ojos? No eres el único. El mapa global de los derechos humanos resulta alarmante: por todas partes guerras, masacres que agravan desastres naturales y otras crisis cuya solución requieren financiamiento urgente. Sin embargo, recientes avances del multilateralismo en el G20 liderado por Brasil y en Naciones Unidas indican que no todo está perdido.
Escrito por: Magdalena Sepúlveda
“Ya no leo noticias”, esta frase no es una tendencia solo en mi entorno. Un informe de Reuters indica que “el interés en las noticias continúa disminuyendo, alimentando la desconexión y la elusión selectiva de las noticias”.
No es difícil empatizar con los ciudadanos desconectados. Una mirada rápida a los titulares alcanza para deprimir el ánimo.
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Guerras en Ucrania, África y Oriente Medio aportan a una tensión geopolítica sin precedentes desde la Crisis de los Misiles de 1962. La amenaza de una guerra nuclear, que me desvelaba en mi niñez, es hoy más latente que antaño. La ola de polarización y de pensamiento extremo pone en jaque al multilateralismo, cimiento de la convivencia global y la protección de los derechos humanos. Asimismo, la extrema concentración de riqueza y poder en manos de multinacionales y los superricos erosiona el sistema democrático de gobierno y priva a los estados de ingresos esenciales para financiar servicios públicos y proteger los derechos humanos.
Según un reciente informe de Oxfam, la riqueza de los milmillonarios aumentó en un 46% durante la pandemia de COVID-19, mientras que la riqueza de la mitad más pobre de la población mundial disminuyó en un 2,5%.
Hasta aquí, todos queremos dejar de leer. Sin embargo, no todo está perdido.
Hay espacios en donde las cosas están cambiando. Me refiero no solo a iniciativas sociales que protegen a víctimas y el medio ambiente, sino también a avances en el sistema multilateral global.
En septiembre, los estados miembros de la ONU acordaron una nueva hoja de ruta para salvar el multilateralismo y evitar la obsolescencia a la que la inacción del Consejo de Seguridad de la ONU o el lobby corporativo parece querer arrojarlo. En el Pacto para el Futuro, los lideres mundiales se han comprometido a crear mecanismos que reflejen mejor las realidades del siglo XXI y puedan responder a los desafíos y oportunidades de hoy y de mañana. El objetivo planteado es lograr un futuro más seguro, pacífico, equitativo, igualitario, inclusivo, sostenible y próspero.
Estos esfuerzos comienzan a reflejarse en acciones. A fines de octubre, la Asamblea General de la ONU aprobó los Términos de Referencia (T0R) para una Convención Marco sobre Cooperación Fiscal Internacional, un avance significativo hacia un sistema fiscal mundial justo, que permita recaudar los recursos que necesitan todos los países para cerrar la brecha de desarrollo, combatir la desigualdad y hacer frente a las catástrofes del cambio climático. Las negociaciones para seguir avanzando en esta convención marco comenzarán en 2025, y se espera que la nueva herramienta esté operativa en 2027.
Este avance, se ha debido en gran parte a los esfuerzos de los países en desarrollo y las economías emergentes. En tan solo unos meses de negociaciones en la ONU, estos países han conseguido importantes avances para rectificar el sistema fiscal mundial. Ya se ve la luz verde, para conseguir una asignación justa de los derechos fiscales entre los países, y garantizar que los países no socaven los derechos humanos en todo el mundo a través de políticas fiscales egoístas y miopes.
Poco antes, Rio de Janeiro, los líderes del G20 bajo el liderazgo de Brasil, habían emitido un comunicado que marcó un hito significativo en la búsqueda global de una fiscalidad justa y progresiva, abriendo la puerta para buscar que los ultraricos paguen lo justo de impuestos.
La implementación de impuestos mínimos globales a las trasnacionales y a los superricos y compartir información sobre las ganancias de las corporaciones, son pasos cruciales hacia una economía más justa y equitativa. Australia demostró el mes pasado que se puede, al aprobar una legislación pionera en el mundo sobre la información pública país por país sobre los impuestos y ganancias que registran las empresas multinacionales.
Reforzar la cooperación fiscal mundial es vital para que todos los países tengan los recursos necesarios para afrontar los retos actuales de los Derechos Humanos y la crisis climática. El sistema internacional de tributación actual es obsoleto e injusto, y permite a las corporaciones e individuos superricos evadir sus responsabilidades y no contribuir lo justo. La adopción de una Convención marco específica de la ONU es el camino en la dirección correcta. La presidencia de Sudáfrica en el G20 se inicia este mes de manera auspiciosa, sobre los pasos de lo conquistado por Brasil.
Posiblemente estos avances no son suficientes para lograr que las personas desconectadas vuelvan a depositar confianza en el análisis de noticias. Pero ofrece esperanza de que avances son posibles, y que no todo está perdido.
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(*) Magdalena Sepúlveda es directora del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISID) y miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional (ICRICT)