El 12 de junio se llevará a cabo el tercer debate entre los candidatos a la Presidencia de la República. Los temas aprobados por el Instituto Nacional Electoral son: “Economía y desarrollo” y los subtemas “crecimiento económico, pobreza y desigualdad, educación, ciencia y tecnología, así como desarrollo sostenible y cambio climático”
Se trata de agendas, cada una de ellas, de enorme complejidad, que exigen ser pensadas en una doble dimensión: la nacional, con sus dilemas y raíces locales y la global, pues están vinculadas, todas, con temáticas cuyos alcances, determinantes y consecuencias tienen alcance regional y otras, hasta planetario.
México se encuentra entre las 20 economías más grandes del mundo, que hoy se debate entre el odio de Donald Trump y su iniciativa de nueva guerra comercial internacional, y entre nuestras limitaciones autoimpuestas, al haber desarticulado y debilitado sustancialmente a nuestro mercado interno, a la par de habernos conducido a una debilidad fiscal estructural del Estado.
Así, los temas del debate tienen también una muy fuerte vinculación con el mundo global, porque todas forman parte de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, los cuales no han sido siquiera mencionados como parte de las propuestas de quienes aspiran a la primera magistratura del país.
José Sarukhán, uno de los biólogos más reconocidos a nivel mundial, sostiene que la principal agenda que tenemos, incluso por encima del cambio climático, es la de la conservación de la biodiversidad y propone invertir la tesis vigente de “primero desarrollamos y luego conservamos”, por la de “conservamos y, a la par, desarrollamos”.
Una nueva lógica de gobierno para la conservación del patrimonio natural de México y del mundo, implica un drástico giro en el estilo de desarrollo, pues esa perspectiva está anclada en una visión ética que además, exige crecer para igualar a la sociedad, esto significa también asumir como tesis que reducir la desigualdad como gran objetivo del desarrollo permitiría reducir mucho más aceleradamente la pobreza.
Por otro lado, las características y contexto de nuestro país exigen además asumir que una nueva política de desarrollo social no puede darse sin poner al centro de muchas de las decisiones públicas a las víctimas, de todo tipo: de las violencias, de la discriminación, de la segregación social y territorial y de la permanente pobreza y precarias condiciones laborales que persisten en el país.
Hasta ahora, en las campañas políticas no se han presentado, sino propuestas aisladas, que impiden conocer cuál es la visión social de quienes aspiran a gobernarnos, y en términos estrictos, ninguno de los candidatos ha propuesto una nueva política de desarrollo social a la par de una nueva política de desarrollo económico basada en tres pilares: trabajo digno, desarrollo sostenible e igualdad sustantiva para toda la población.
Por lo anterior, quien gane, deberá tener la voluntad democrática de convocar a un diálogo incluyente y no incurrir, una vez más, en el error repetido en las últimas tres décadas: asumir que se tiene “toda la legitimidad” para imponer su visión de país a costa de las demás. Lo urgente es un nuevo diálogo democrático nacional en el que se expresen todas las voces y puedan construirse los consensos necesarios para el rescate social de México.
Hasta ahora, no hemos construido respuestas apropiadas para explicar qué es lo que nos está pasando como país, son demasiadas variables las que están interactuando, y es necesario reconocer la urgencia de abandonar las explicaciones lineales, que nos han conducido a respuestas y acciones lineales en todos los órdenes y niveles de gobierno.
Y si hoy no sabemos qué está pasando, más complejo aun es responder a la pregunta obligada, ¿qué sigue y cómo va a pasar? Anticiparse es una virtud de pocas sociedades, y es momento, ante nuestra macabra realidad, de ser capaces de imaginar lo impensable, a fin de salir de la espiral sin fondo hacia la que parece que nos precipitamos día con día.
Twitter: @mariolfuentes1